Cinco minutos de locura

Una vez al día o a la semana tengo mis cinco minutos de locura. Minutos en que pienso: «pobrecita de mí». Pareciera que todos en casa demandan algo de mí: ropa limpia, ideas para pasar el tiempo, comida, sueño, arrullos, canciones, risas, o atención. Y al parecer, nadie puede darme a mí cinco minutos de atención.

En realidad, cuando reflexiono, son cinco minutos de locura porque no soy la víctima, ni mucho menos. Pero entonces viene a mí una frase que se ha quedado grabada en mi corazón que encontré en Lucas 22:

En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados “amigos del pueblo”. Pero entre ustedes será diferente. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente. ¿Quién es más importante: el que se sienta a la mesa o el que la sirve? El que se sienta a la mesa, por supuesto. ¡Pero en este caso no!, pues yo estoy entre ustedes como uno que sirve.

Jesús, el Rey del universo, vino a estar entre nosotros como uno que sirve. No vino con su gorro de jefe ni se sentó a dar órdenes. Tomó un lebrillo y una toalla y lavó los pies de sus seguidores. 

Soy madre, soy esposa, soy ama de casa. Estoy entre mi familia como una que sirve. ¡Y qué privilegio tan grande! En esto, puedo ser como mi Señor. ¿Y quién es más importante? ¿El que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿Acaso importa? 

Señor, ya no quiero estos cinco minutos de locura. Simplemente ayúdame a recordar que estoy aquí como una que sirve. 



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