ÉXODO PARTE I/LA SALIDA DE EGIPTO/CAPÍTULO 3

¿Quién soy yo para presentarme al faraón y sacar de Egipto a los israelitas?

Pues bien, Moises era un asesino fugitivo de la justicia egipcia, dedicada en aquel momento al pastoreo de ovejas en la península del Sinaí y, según los cálculos, con unos ochenta años de edad. Nadie diría que tenía el perfil para ser llamado por el Señor para llevar a cabo una tarea como la que se le encomendaría.

El caso de Moisés nos enseña que Dios acostumbra a trabajar con gente normal, hasta vulgar a los ojos de la sociedad. El caso de Moisés confirma lo que afirmó el apóstol Pablo que, a lo vil y menospreciable escogió Dios. El caso de Moisés nos enseña que no es preciso tener una educación teológica ni asistir al seminario para que el Señor nos pueda usar como agentes de restauración y constructores del Reino. El caso de Moisés y sus ochenta años nos enseña que no hay edades a partir de las cuales ya no se es útil para sus propósitos y no se puede hacer nada significativo. El caso de Moisés nos enseña que no nos hemos de dejar engañar por aquellos que claman ser especiales a los ojos de Dios y tener un estatus superior al creyente «normal».

Para finalizar, el caso de Moisés nos enseña que si Dios no te usa es porque tú no quieres, deja de poner excusas relacionadas con tu «llamamiento», tu edad, tu falta de preparación y ese largo etcétera que ya sabes.

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