LA PAZ

Pablo nos ordenó algo que ha sido tan difícil de lograr: La paz. Cuando él dijo «…seguid la paz con todos…» (Heb. 12:14), no estaba hablando de algo imposible de lograr. Es más, el hombre que más habló de paz fue él. Este rabino sabía de primera mano lo que esa palabra de tres letras puede lograr en el mundo. Sin embargo, es precisamente esa palabra la que no logra hacerse realidad en nuestro mundo… Por una razón: No hay paz en nuestras vidas. Nuestros corazones están tan intrincados en problemas, rechazos, malestares de unos con otros que difícilmente lograremos impartir paz a nuestro entorno. ¿Seguimos nosotros la paz como lo ordena la Escritura? No. Hasta que nos humillemos ante nuestros propios conceptos, hasta que reconozcamos que somos hombres y mujeres con emociones gobernadas por nuestros argumentos propios, hasta entonces tendremos la respuesta a tanta relación rota, amistades frustradas y familias desintegradas, hablo de familias biológicas como espirituales… Ahora, piense por un momento: Si así estamos los que supuestamente hemos sido llamados pacificadores por el Bondadoso Jesús… ¿Cómo está el mundo? ¡Con razón hay tantas guerras por todos lados! Países contra países, pueblos contra pueblos, maras contra maras, comerciantes contra comerciantes, iglesias contra iglesias, congregaciones contra congregaciones… ¡Absurdo! ¿no le parece? Sin embargo, esa es la realidad. La Iglesia está muy equivocada al hacer reuniones de oración por la paz. Está muy equivocada haciendo ayunos por la paz. Haciendo baratillos por la paz. Haciendo retiros por la paz. Porque sin paz en el corazón no habrá paz afuera de él. Sin paz interna no habrá paz externa. Ese axioma es tan cierto como dos más dos son cuatro… ¿Qué quiso decir Pablo con «seguid»? Muy sencillo… mi paz debe ir delante de mi mismo. Antes que yo me presente ante alguien, mi paz ya debe estar presente en ese encuentro. Antes de saludar a alguien, mi paz ya debió haberse manifestado. Antes de besar a alguien, mi paz ya debió haber tocado el otro corazón… Es algo intangible pero cierto. Seguir significa que yo voy detrás. Significa que mi paz se adelanta a cualquier evento… Pero es algo que debe brotar naturalmente de mi corazón. Es algo que yo debo cultivar voluntariamente. Hasta entonces ya no veremos pajas ajenas sino vigas propias. Y dejaremos de meternos en las vidas de los demás… Hasta que tengamos paz con todos ya no nos importarán las conductas ajenas. Ya no veremos lo feo sino pensaremos, como dijo Pablo, en lo bueno, lo justo, lo digno de ser mencionado… Como dice el rabino Yehuda Berg… La paz no comienza con cenas para recaudar fondos, debate intelectual u organizaciones que se han adjudicado a sí mismas la tarea de representar a la gente. La paz comienza con el reflejo en el espejo. La paz personal es una causa poderosa de la paz mundial. La paz personal y el bienestar personal conducen a la paz global y al bienestar global. Todo está interconectado.  ¿Quiero yo sentirme en paz con los que me critican? Debo cuidarla dentro de mi corazón. ¿Quiere usted estar en paz con los que lo desprecian? Mantenga su propia paz y no permita que nada ni nadie se la quite… ¿No fue eso lo que vivió Jesús en la barca en aquella tormenta? Todos estaban asustados… todos, menos Él. Él estaba bien dormidito en la misma barca. ¿Sabe porqué? Porque Él sabía algo que a nosotros se nos olvida: Él no vino a morir ahogado. Él vino a morir en la Cruz. Su Paz interna era tan poderosa que sabía perfectamente como vivir en medio de las tormentas… ¿Lo hacemos nosotros? Hoy, cuando vea, escuche, lea y se encuentre con algo que le molesta… saque su paz y sígala…

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