Dios tiene propósitos para nosotros. En la formación que vamos teniendo como hijos de Dios, Él no desea que suframos sin propósito. En la voluntad permisiva del Señor nos suceden cosas que nos ayudan a madurar. Tengamos presente que todo lo que Dios permite tiene el propósito de hacernos más a su imagen, más maduros y de tratar nuestro carácter para que crezcamos espiritualmente; todo esto a pesar de nuestros errores y pecados. Es decir, nuestros errores y pecados nunca van a frustrar el plan de Dios.
Encontramos un ejemplo de ello en la vida del Rey David – el mayor Rey de Israel y un hombre conforme al corazón de Dios – quien un día cometió un pecado muy grave: tomó una mujer ajena y asesinó a su esposo para poder casarse con ella. Dice en el libro de Samuel que lo que David hizo fue desagradable a los ojos de Dios. La mujer quedó embarazada y el niño murió como prueba de que Dios había rechazado el proceder de David. La soberanía de Dios se muestra en que David luego toma a Betsabé por esposa y de tal unión nace Salomón, el rey más sabio en la historia de la tierra. Y aún más, de su línea de descendencia vendría a nacer Jesús. ¡Eso rebasa todo entendimiento humano! Es así como vemos al Dios de toda gracia: a pesar de nuestros errores, al final, Él usa cada situación para cumplir sus propósitos e incluso para bendecirnos.
Si pecamos, sufriremos las consecuencias del pecado. Es posible que usted, ahora, esté sufriendo las consecuencias de algún pecado. Ciertamente Jesús perdona la culpa de los pecados, pero las consecuencias las tenemos que vivir, las tenemos que sufrir. La vida de David después de su pecado nunca volvió a ser igual. Las consecuencias del pecado llegan siempre, son ineludibles; pero podemos estar seguros de que, al final de todo, Dios tornará el mal en bien.
Experiencia de Pedro
Pedro vivió y experimentó la gracia de Dios. Ante la aprehensión de Jesús, Pedro maldijo y lo negó. No obstante recibió más tarde el favor del Señor. La palabra usada en la escritura original para ‘gracia’ es «járis» que significa “el Dios de todo favor, regalo espiritual, don.”
Juan afirma en Apocalipsis que en la eternidad ya no habrá más llanto ni dolor. Mientras estemos en el mundo pasaremos por situaciones que nos harán llorar y tendremos también tiempos de alegría, tendremos abundancia y en otros momentos sufriremos escasez. La vida cristiana se compone de estos dos elementos.
Pedro dice “después que hayas padecido un poco de tiempo.” El original griego para ‘padecido’ es «pásjo» que significa “experimentar dolor y sufrimiento.” Hay diversas situaciones por las cuales sufrimos; unos sufren una enfermedad por causa del pecado mientras otro está enfermo sin estar en pecado. (Cuando le trajeron el ciego a Jesús y le preguntaron si él estaba enfermo por causa de pecado, Jesús les dijo que no; que aquel hombre estaba así para que la gloria de Dios se manifiestara). Otro puede sufrir escasez por una prueba que Dios le manda y otro la sufre como consecuencia de sus robos y estafas.
¿Cómo orar en el sufrimiento?
Teniendo la soberanía de Dios en cuenta, ¿cómo pues debemos orar cuando sufrimos?
Debemos preguntarle a Dios: “¿Señor, por qué me está pasando esto? Si tienes a bien revelármelo, aquí estoy.” Dios puede decir: “Es una disciplina por tus pecados.” Otras veces dice: “Estoy probando tu fe.” A veces se queda callado y aún así está tratando con nosotros.
Cuando Pedro en el pasaje dice “un poco de tiempo”, concuerda perfectamente con lo que le dijo San Pablo a los Corintios: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros una cada vez más grande peso de gloria.” Cuando dice “leve tribulación momentánea” se refiere a escasez, a vituperios y tribulaciones, al hambre, a peligros y demás adversidades que estaba sufriendo como hijo de Dios, como ministro del evangelio y como ser humano.
Estos dos pasajes enfatizan que los sufrimientos de esta vida no son comparables con la gloria venidera. Los 70, 80 o 90 años que tenemos en esta tierra, o aún si fueran 150; no son comparables con la eternidad. No son comparables porque se ven como *nada*.
De los once apóstoles, diez murieron sufriendo. ¿Por qué el Apóstol Juan no? Sólo Dios en su soberanía sabe lo que Dios permite y no permite.
Yo soy el mejor carambolista
Un día, mientras jugaba billar, Dios me habló y me dijo: “Yo soy el mejor carambolista.” Inmediatamente entendí lo que me estaba diciendo. Al igual que un billarista le puede pegar a una bola que rebota y pega en otra que a su vez pega en otra y hace un montón de jugadas de una manera maravillosa y difícil de igualar, Dios hace lo mismo con situaciones y con personas.
Cuatro propósitos para el sufrimiento
Según Pedro, el sufrimiento nos perfecciona, nos afirma, nos fortalece y nos establece.
- Perfeccione. La palabra perfeccione viene del griego «katartízo» que significa “restaurar, hacernos aptos, reparar, y ajustar.” Él ajusta nuestros caminos. Va tratando con nosotros, llevándonos a la madurez.
- Afirma. Viene del griego «sterízo» que significa “establecer con firmeza”. Esto nos habla de establecer un carácter firme, sólido. Cuando Jesús le dice a Pedro que le dio permiso a Satanás para zarandearlo y que le negaría tres veces, le dijo que luego debía “confirmar a los hermanos”. Esta palabra “confirmar” es la misma que “afirmar”. Con un carácter voluble como el de Pedro, ¿cómo iba a ser un instrumento para afirmar a los hijos de Dios? Tenía que ser tratado y perfeccionado y por eso el Señor permitió que Satanás lo zarandeara.Pedro mismo dice que el propósito de la aflicción es el perfeccionamiento y la afirmación.
- Fortalece. Esto habla de vigor y de fuerza espiritual. Vigor espiritual para enfrentar todas las situaciones que llegan a nuestra vida: las buenas y las malas.
- Establece. Habla de consolidar, de afianzar un carácter sólido. Recordemos que Pedro era llamado Simón; Jesús cambió su nombre. Pedro viene de la palabra «petros» que significa “una piedra sacada de una roca grande.” Una piedra es *sólida*. Al cambiarle el nombre, Jesús estaba estableciendo que Pedro sería sólido, a pesar de que en ese momento aún era voluble y se dejaba llevar por emociones. Así estableció a Pedro para ser parte de la edificación de Su iglesia.
La Soberanía en la vida de Job
Esta es una historia clásica de la Biblia. Santiago citó a Job diciendo “Han oído de la paciencia de Job.” Si observamos la vida de Job entendemos por qué a veces Dios permite que sus hijos sufran.
Observemos algunas de las características que se mencionan de Job: ¡perfecto, recto, temeroso de Dios y apartado del mal! Esto nos recuerda el Salmo 1: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos… será como árbol plantado junto a corrientes de aguas que da fruto en su tiempo y su hoja no cae y todo lo que hace prospera”.
Job era un hombre bendecido y rico. ¡Tenía siete mil ovejas y, pongámoslo así, tres mil Mercedez Benz! Digo esto porque en aquel tiempo el camello era el método de transporte de lujo. Los camellos eran costosos. La Biblia dice que era el “más grande” de todos, no por sus numerosas posesiones sino por la calidad de sus cualidades.
Fíjese cómo, todos los días, Job consagraba sus hijos a Dios. En otras palabras Job se los entregaba a Dios, igual que muchos padres declaran entregar sus bebés a Dios. Esto equivale a decirle a Dios que Él puede hacer lo que Él quiera con ellos. Si son de Dios, ¿puede Él tomarlos cuando quiera? Sí, aunque eso nos duela. Tu esposo no es tuyo, es de Dios. Tus hijos no son tuyos, son de Dios. Lo que tienes no es tuyo, es de Dios. Entonces Él puede tomar a cualquiera de nosotros o disponer de nuestras cosas cuando quiera.
Cuando dice “hijos de Dios” la Escritura se refiere a los ángeles. Pero además de ellos, venía un “colado” como decimos: Satanás. ¡Qué interesante que tenía acceso a la presencia de Dios a pesar de que Dios lo había echado!
Dios se sentía tan satisfecho, tan complacido de Job, que le dijo a Satanás: “¿No has visto a Job, la clase de siervo fiel que es?”
Una Muralla
La palabra griega que se traduce en “de balde” es «kjinám» significa “gratuito, sin costo, sin razón.” Es decir, Satanás le estaba diciendo a Dios que Job no podía servir a Dios gratuitamente y sin razón. Satanás asume que Job es fiel a Dios sólo por la “cerca” que tiene a su alrededor, su familia y sus muchos bienes. La palabra que se traduce como “cercado” viene de «suk» que significa “entretener, poner una protección haciendo una muralla“.
Fíjate cómo estamos los hijos de Dios: Hay una muralla alrededor de nosotros, de nuestra familia y de nuestros bienes. Dice el Salmista: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.” Si nosotros pudiéramos ver la protección que tenemos alrededor nuestro, tendríamos menos temor a las cosas que hay en el mundo. Pero si Job estaba tan protegido, ¿por qué le pasaron todas esas cosas? Allí precisamente está el tema de la soberanía de Dios.
Lo que le estaba diciendo Satanás a Dios es: “No, Job no te sirve gratis. Te sirve porque le das.”
La frase “extiende ahora tu mano” en el hebreo quiere decir “¡Déjale caer tu mano encima!”, como cuando uno mata una mosca.
¿Por conveniencia?
Hoy en día, hay gente que sirve a Dios por conveniencia. Muchos van a la iglesia no para buscar a Dios, sino para ver qué le sacan a Dios: su sanidad, un milagro financiero, arreglar un problema. Éstos concuerdan con la idea de Satanás sobre Job: sólo buscan su ganancia. Pero hay otros que seguimos a Dios no por lo que nos da, como Pablo que dijo “Nada me separará del amor de Dios. Sé tener abundancia y sé tener escasez.” Me dé o no me dé.
¿Qué está haciendo Dios? Le está dando permiso a Satanás de tocar los bienes de Job, un hombre que no había pecado, un varón apartado del mal. ¿Por qué lo permite Dios? La respuesta está en Su soberanía: porque Él tiene propósitos y planes específicos.
Hay otro caso, el del Apóstol Pablo, cuando afirma que “un mensajero de Satanás” lo abofeteaba. Pablo dice haber rogado tres veces a Dios que lo librara, pero la respuesta del Señor es “Bástate de mi gracia.” En medio de la adversidad Pablo recibió la revelación de Dios y se mantuvo humilde. El propósito de Dios con Pablo es librarlo del orgullo. El propósito en el caso de Pedro es hacer que deje de confiar en sí mismo. En el caso de Job es demostrar que un hombre puede mantenerse firme, temeroso de Dios, recto y agradable para el Señor.
Dios pone el límite
Vimos en el versículo 12 que Dios le pone un límite a lo que el enemigo puede hacerle a Job: que no toque su cuerpo. Dios es el que pone límites, porque Él es soberano.
Recuerdo un hombre de la congregación que fue millonario. Viajaba y compraba según los antojos de su corazón, hasta que un día su negocio empezó a perder y llegó a quebrar. La quiebra del negocio fue la herramienta que Dios usó para traer de regreso a aquel hombre a sus pies . “Hoy no tengo nada, pero soy el hombre más feliz de la tierra”, decía.
¿Sólo Prosperidad?
En la Biblia no hay otro caso de sufrimiento como el de Job, salvo el de Jesucristo. Primero, Dios permitió que Job perdiera sus bienes; luego, que murieran sus hijos. Todo, a pesar de que se trataba de un hombre íntegro, honesto, recto y temeroso de Dios. La Doctrina de la Prosperidad, tan extendida en nuestros días, es un engaño, pues promete a la gente que, si se entrega a Cristo, le irá bien en su negocio, en sus finanzas y en otras muchas cosas que no necesariamente son lo que Dios tiene preparado para cada persona. Quienes enseñan estas cosas leen dos o tres versículos fuera de contexto y no presentan el panorama entero de la Biblia. La verdad es que la vida Cristiana es a veces de abundancia, pero también a veces de escasez.
Salomón dijo “Hay tiempo de tener, tiempo de no tener. Tiempo de comer y tiempo de no comer. Tiempo de danzar, tiempo de llorar. Todo tiene su tiempo en esta vida.” Jesucristo mismo dijo “en el mundo tendrán aflicciones, pero confíen, yo he vencido al mundo”.
El problema es cuando alguien a quien se le ha predicado esta Doctrina de la Prosperidad le empiezan a venir las pruebas, asombrado, no sabe cómo responder. Los que no creen se burlan de su falta de prosperidad y de su fe. Pero alguien entendido en la Palabra de Dios reacciona diferente, entiende que Dios es soberano.
Todo es de Dios
Job entró en luto, se rasgó su manto y se rasuró la cabeza según las costumbres orientales. Pero qué espectacular es observar el momento en que, postrado en tierra, Job adoró. ¡En medio de la tragedia, luego de quitarle sus Mercedes-Benz, sus ovejas y aún a sus diez hijos, Job adoró a Dios! Esto es un verdadero Cristiano: uno que sabe que todo es de Dios y que si Dios se lo dio, también se lo puede recoger. Es esa clase de cristiano que sabe que Dios le dio un esposo, esposa, hijos… pero ¿y si Dios se los pide? Nosotros no queremos que se nos mueran los familiares, pero… ¿estarías dispuesto a que Dios te los pida?.
¿Han escuchado el poema de las huellas? (Ver poema a la derecha). A mí me ha ministrado mucho este poema, el cual refleja la queja de alguien que durante la prueba, en lugar de ver dos pares de huellas sobre la arena, veía sólo una y decía ¿Señor, me abandonaste? Dios le responde, “no, en esos días yo te cargaba.”
Dios nunca nos deja. Es una confianza que hemos de tener.
Huellas
El Autor Intelectual
Luego de que Job adora a Dios, una frase nos muestra su conocimiento de la soberanía de Dios:
Es decir, no trajimos nada a este mundo y sin duda no nos llevaremos nada. Hay una realidad: ¿A quién le pertenece todo? ¡A Dios! ¡Hasta los zapatos que tienes puestos!
“Dios me dio, Dios me quitó”. ¿Recuerdan a quién le atribuyó José sus “desgracias” en Egipto? ¡A Dios! Estos hombres conocían la soberanía de Dios.
Los falsos maestros van a decir esto: “Es verdad que Dios se lo dio, pero es mentira que Dios se lo quitó… eso lo hizo el Diablo.” Sí, es cierto que fue el Diablo quien se lo quitó, pero fue Dios quien le dio permiso. Dios fue el autor intelectual. Dios estaba detrás de todo el asunto.
¿Atar a Satanás?
¿Por qué Job no “ató” al Diablo? Cuando Pablo era atribulado por un mensajero de Satanás, ¿por qué no convocó a todos los discípulos a una “noche de guerra espiritual”? Cuando Jesús le dijo a Pedro que Satanás lo iba a zarandear, ¿por qué Pedro no lo “ató”? Porque tal doctrina, la de atar al demonio, ¡no es Bíblica!
Nunca vemos en la Biblia que los discípulos ataran al demonio. Yo tengo 20 años escuchando a los hermanitos que “ataron” al “demonio del narcotráfico” y ahora el tráfico de drogas está cinco veces peor.
Puedes atar a todos los demonios que quieras… con nudo ciego, nudo marinero o nudo ranchero; pero nada harás. Con tantas oraciones atando al enemigo, ya este mundo sería más tranquilo que el Edén. No funciona. El Demonio anda tan suelto como siempre. Lo que debemos de saber los hijos de Dios es que aún Satanás es un instrumento a quien Dios le pone límite y al cual incluso usa para cumplir Sus propósitos. Ese es el Dios al que servimos, quien tiene control y dominio absolutos, el Dios soberano de la Biblia. No podemos justificar a Dios diciendo “Dios lo hizo por tal o por cual razón” ¨¡No! ¡Dios lo permitió y punto!
¿Dios es culpable?
Dice la Biblia que, en medio de su tragedia, Job no pecó. En esta Escritura la palabra “pecó” viene del Hebreo «kjatá» que significa ‘cometer falta, culpar y condenar.’ Es decir, en todo esto que le sucedió, Job no cometió falta ni culpó ni condenó a nadie, y menos a Dios.
Hoy se enseña en muchas congregaciones que las personas perdonen a Dios por haber permitido que sucediera cierta ‘maldad’ en su vida. ¿De dónde sacaron esos maestros que ahora ‘Tú’ tienes que perdonar a ‘Dios’?. ¿Ahora resulta que tú eres más bueno que Dios? ¡Eso es blasfemia! ¿De dónde salió eso? ¡Pura psicología humana! Yo siempre he leído en la Biblia que nosotros somos los pecadores y Él es Él quien nos perdona. Él es santo, bueno y justo.
Cuando dice que Job “ni atribuyó a Dios despropósito alguno”, aparece la palabra hebrea «natán» que significa ‘arremeter, señalar, hacer un culpable, poner el rostro en contra de’. Eso fue precisamente lo que hizo el profeta Natán cuando señaló a David como culpable del pecado contra Betsabé y Urías.
¿Qué es lo que siempre reclaman los que no entienden? “Dios, ¿por qué si eres amor, permitiste el Tsunami?” En este pasaje significa que Job noarremetió contra Dios, no señaló a Dios, no hizo culpable a Dios, no tenía amargura contra Dios y mucho menos “perdonó a Dios”.
Job adoró a Dios aceptando el propósito soberano de Dios. Ciertamente él no entendía por qué le habían venido todos aquellos males, pero creía en la soberanía y en la bondad de Dios. Es verdad que en cierto momento Job se lamentó de haber nacido, dijo que habría mejor ser abortado que haber nacido en esta tierra. Mas lo decía porque estaba en una situación terrible. Pero observemos que Job maldijo el día en que nació, pero nunca maldijo a Dios.
Siguió la ruina de Job
Dios dice que Job todavía retenía su integridad. Dios sigue complacido de Job, quien se mantiene firme en su fe en medio de su ruina.
‘Piel por Piel’ en la versión Dios Habla Hoy aparece como “Mientras no lo tocan a uno en su propio pellejo, todo va bien.” Satanás le está diciendo algo com “si le tocas ahora su salud, Job sí iba a blasfemar.”
Dios dejó a Job en manos de Satanás. Esto no debe de darnos temor, sino confianza porque nada escapa del control de Dios.
¡Qué mujer ésta! ¿Cómo no fue a ella a quien le cayó la casa encima?, podríamos decir desde la perspectiva de nuestra propia justicia. Job le responde en el versículo 10 “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” ¿Recibiremos la abundancia y no la escasez? ¿Recibiremos la bonanza… y la prueba no? ¡No! La Biblia dice que “en todo esto no pecó Job con sus labios.”
Mayor Comprensión
La historia finaliza con Job teniendo una mayor comprensión de quién es Dios.
Y el final de Job se registra en el versículo 12 cuando Dios le duplica los bienes perdidos y le llena de años de felicidad. Este pasaje nos recuerda Romanos 8 cuando dice que “…todas las cosas ayudan a bien…”
Este es nuestro final: recibir el doble. Vamos hacia una eterna gloria con nuestro Señor Jesucristo, pero es necesario que aquí padezcamos por un corto tiempo para ser perfeccionados, hechos sólidos, establecidos y afirmados.
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