UNA VOZ DE GOZO



Regocijaos en el
Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Fil. 4: 4).

El
gran apóstol Pablo era firme cuando estaban en juego el deber y los
principios, pero la cortesía era un rasgo notable de su personalidad y
ésta le daba acceso a la clase más alta de la sociedad. Pablo nunca
dudó de la habilidad de Dios o de su buena voluntad para darle la gracia
que necesitaba a fin de vivir la vida de cristiano. . . El no vivía
bajo una nube de duda, recorriendo a tientas su camino en la bruma y la
oscuridad de la incertidumbre, quejándose de privaciones y pruebas. Su
voz de gozo, llena de esperanza y valor, resuena a lo largo de todo el
trayecto hasta nuestro tiempo. Pablo tenía una experiencia religiosa
sana. El amor de Cristo era su gran tema y el poder que lo constreñía y
lo gobernaba.

En las circunstancias más desalentadoras, que
hubieran tenido una influencia deprimente sobre los cristianos tibios,
era firme de corazón, lleno de valor, esperanza y alegría. . .

Se
veía en él la misma esperanza y alegría cuando estaba sobre la cubierta
del barco, con la tempestad golpeando a su alrededor, y el barco
rompiéndose en pedazos. Dio órdenes al comandante del barco y preservó
las vidas de todos los que estaban a bordo. Aunque prisionero, fue en
realidad el amo del barco, el hombre más libre y más feliz de a bordo. .
.

Delante de reyes y dignatarios de la tierra, que tenían su
vida en sus manos, no se acobardó porque había dado su vida a Dios y
ella estaba oculta en Cristo. Mediante su cortesía, suavizó los
corazones de esos hombres vigorosos, de genio violento, malvados y
corruptos, tanto de corazón como de vida. . . El comportamiento
apropiado, fruto de la verdadera cortesía, marcó toda su conducta.
Cuando extendía la mano al hablar, como era su costumbre, el ruido que
hacían las cadenas no le causaba vergüenza o turbación. Las consideraba
como señales de honor y se regocijaba de poder sufrir por la palabra de
Dios y el testimonio de Jesucristo. . . Su razonamiento era tan claro y
convincente que hizo temblar al rey licencioso. . . La gracia, como un
ángel de misericordia, hace que su voz se escuche dulce y clara,
repitiendo la historia de la cruz, el sin igual amor de Jesús


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