lecturas 12 de abril de 2010

El Evangelio del Día‏
De: EDD ([email protected])
Enviado: domingo, 11 de abril de 2010 05:57:20 p.m.
Para: [email protected]

lunes 12 Abril 2010
Lunes de la II Semana de Pascua

San Zenón de Verona

Leer el comentario del Evangelio por
Homilía atribuida a san Hipólito de Roma : Renacer por el agua y el Espíritu Santo

Lecturas

Hechos 4,23-31.
Una vez en libertad, los Apóstoles regresaron adonde estaban sus hermanos,
y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los
ancianos.
Al oírlos, todos levantaron la voz y oraron a Dios unánimemente: «Señor, tú
hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos;
tú, por medio del Espíritu Santo, pusiste estas palabras en labios de
nuestro padre David, tu servidor: ¿Por qué se amotinan las naciones y los
pueblos hacen vanos proyectos?
Los reyes de la tierra se rebelaron y los príncipes se aliaron contra el
Señor y contra su Ungido.
Porque realmente se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con las
naciones paganas y los pueblos de Israel, contra tu santo servidor Jesús, a
quien tú has ungido.
Así ellos cumplieron todo lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado
de antemano.
Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu
Palabra con toda libertad:
extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios en el
nombre de tu santo servidor Jesús».
Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos; todos
quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de
Dios.

Salmo 2,1-3.4-6.7-9.
¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen vanos proyectos?
Los reyes de la tierra se sublevan, y los príncipes conspiran contra el
Señor y contra su Ungido:
«Rompamos sus ataduras, librémonos de su yugo».
El que reina en el cielo se sonríe; el Señor se burla de ellos.
Luego los increpa airadamente y los aterra con su furor:
«Yo mismo establecí a mi Rey en Sión, mi santa Montaña».
Voy a proclamar el decreto del Señor: El me ha dicho: «Tú eres mi hijo, yo
te he engendrado hoy.
Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como propiedad, los
confines de la tierra.
Los quebrarás con un cetro de hierro, los destrozarás como a un vaso de
arcilla»

Juan 3,1-8.
Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los
notables entre los judíos.
Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que tú has venido
de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que
tú haces, si Dios no está con él».
Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede
ver el Reino de Dios. »
Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo?
¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a
nacer?».
Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: ‘Ustedes tienen que renacer de lo
alto’.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene
ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

Homilía atribuida a san Hipólito de Roma (? –hacia 235), presbítero y mártir
Homilía para la fiesta de la Epifanía, sobre la «santa Teofanía»; PG 10, 854-862

Renacer por el agua y el Espíritu Santo

Os ruego que me pongáis una atención constante. Quiero remontarme al
manantial de la vida y hacer brotar de ella la fuente de los remedios. El
Padre Inmortal ha enviado al mundo a su Hijo inmortal y su Verbo. Éste vino
hacia el hombre para lavarlo con el agua y el Espíritu. Lo engendró de
nuevo por la incorruptibilidad del alma y del cuerpo. Nos infundió el
Espíritu de vida y nos cubrió completamente con una armadura imperecedera.
Si el hombre, pues, ha sido mortal, será también divinizado. Si después del
renacimiento por el baño es divinizado a través del agua y del Espíritu
Santo, se encontrará, después de la resurrección de los muertos, que es
heredero del cielo. Venid, todas las naciones a la
inmortalidad del bautismo… Esta agua es la que nos hace participar del
Espíritu, riega el paraíso, da de beber a la tierra, hace crecer las
plantas, da a luz a los vivos y, por decirlo de una vez, engendra al hombre
a la vida haciéndolo renacer. Cristo fue bautizado en ella, sobre ella el
Espíritu descendió en forma de paloma… El que con fe baja al
baño de la regeneración rechaza el vestido de la esclavitud y se reviste de
la adopción. Sube del bautismo brillante como el sol, resplandeciendo
justicia. Aún mucho más: sale hijo de Dios y coheredero con Cristo a quien
sean dadas la gloria y el poder, como también al santísimo Espíritu, bueno
y vivificante, ahora y siempre por todos los siglos. Amén.


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