EL MAYOR SUFRIMIENTO DE CRISTO ES CUANDO AQUELLOS QUE ÉL AMA DESCONFÍAN DE ÉL

Jesús amó a Lázaro y a sus hermanas María y Marta con mucho cariño. La
casa de ellos era un oasis para el Maestro. Sabemos que Lázaro y su familia
amaron a Jesús, pero las Escrituras son más enfáticas en mostrar el amor que
Cristo les tenía: «el que amas está enfermo» (Juan 11:3).

Cuando Jesús escuchó eso, él les envió un mensaje: «Esta enfermedad no es
para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella» (v. 4).

¡Jesús sabía que su Padre tenía la intención de que este milagro fuese
para darle a él gloria y darle a ellos confianza y fe! Pero qué experiencia
de profundo sufrimiento llegó a ser esto para Jesús. Los discípulos dudaron
de él, María y Marta dudaron de él, y también los amigos de Lázaro que lo
lloraban.

¿Supo María cuán profundamente lo hirió cuando ella locusó de ser
despreocupado y desinteresado con su problema? «Señor, si hubieras llegado
aquí a tiempo – pero ahora es tarde, el daño ha sido hecho» (ver v. 21).

¿Supo Marta cuánto hirió a su Maestro cuando ella cuestionó su poder de
resurrección? Él le había dicho plenamente, «tu hermano resucitará,» pero
su palabra no fue suficiente. Ella respondió en esencia, «Oh, sí, en el día
de la resurrección él se levantará, pero eso no nos ayuda hoy día» (ver v.
24).

Cuán doloroso debe haber sido para Cristo que sus amigos más amados dudaren
que él tuviera todo el poder que ellos necesitaran. «¿No saben todavía
quién soy yo?» es lo que el Señor parece decir. «Yo soy la resurrección y la
vida. Crean en mí. Yo tengo el poder, la vida» (ver v. 25).

Yo no creo que sepamos cuán profundo su dolor era en ese momento. Sus propios
discípulos no podían alcanzar a entender el concepto de quién era él. Era
suficientemente doloroso que su propio pueblo no lo conociera, pero ¿podrían
aquellos a los que amaba entrañablemente no reconocer su poder? ¿Pudo él
haberse dicho a sí mismo, «Ni aún mis amados amigos creen – quién podrá
entonces creer?»

¡Lo que le causa tanto dolor y pena a nuestro Señor es que dudemos de su
poder! Si nosotros, sus amados amigos, no confiamos en su poder y fidelidad,
entonces ¿quién lo hará? Lo llamamos amigo y Señor, pero no vivimos
nuestras vidas como si él tuviera el poder necesario para mantenernos
victoriosos y gozosos – en todos nuestros dolores y dificultades.

Lo que verdaderamente satisface el corazón de nuestro Señor es aquél hijo
suyo que descansa completamente en su amor y en su tierno cuidado.

Escrito por: David Wilkerson


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