Mentiras del Adulterio: La mujer ajena es mejor que mi esposa

amante versus esposa

La misma ceguera espiritual y el gigantesco trono de soberbia en donde nos sentamos cuando estamos en el adulterio, nos hace pensar y sentir que nuestra o nuestro amante es mejor que nuestra esposa o esposo. Y le voy a enumerar varias de las mentiras que en mi caso creí, y que tuve que desechar.

Esto que voy a contar no es algo de lo cual me tenga que gloriar, por el contrario es una vergüenza y un golpe al ego, pero me siento con libertad de decirlo como un hombre que ya ha dejado esto atrás y que está disfrutando de un matrimonio en restauración, y porque alguien tiene que decirlo para mostrar la verdad a los que viven engañados por Satanás en el pecado del adulterio.

Pensé equivocadamente que mi amante era mejor que mi esposa porque

  1. Con ella podía experimentar toda clase fantasías sexuales que con mi esposa no podía ni mencionar, mucho menos llevar a cabo.
  2. Ella siempre me comprendía y estaba dispuesta a escucharme y a halagar mi ego de hombre hasta en el más mínimo detalle.
  3. Ella creía en mis sueños, en mis anhelos y en mi capacidad como profesional, de padre y esposo.
  4. Admiraba mis gustos y mis decisiones sin poner objeciones.
  5. Me permitía sentirme su héroe, porque solucionaba todos sus conflictos emocionales y situaciones complejas en su trabajo.
  6. Nunca la veía recién levantada y sin arreglarse, y siempre tenía un olor a perfume fresco.
  7. Era más flexible que mi esposa cuando en cuanto a horarios, pues se adaptaba a mi agenda.
  8. Ella me era fiel y que realmente me amaba, que era la mujer con la que me debí haber casado desde el principio.

El Espíritu Santo me enseñó a meditar detalladamente en cada una de estas razones que listé; todas ellas están fundamentadas en el engaño y en la mentira, y en las demandas de mi ego de ser alimentado y agigantado era una forma de anestesiar mi dolor por el pasado de mi infancia, adolescencia y juventud; ninguna de ellas es real y ni puede sustentarse ante la verdad de la palabra de Dios. Todos estos argumentos nutrían mi carne y todos sus deseos pecaminosos, pero en ningún momento eran un verdadero amor.

Para poder ilustrar detalladamente lo que le digo, quisiera explicar la verdad acerca de cada una de estas 8 verdades falsas que enumeré:

1. Con mi amante tendría mejor sexo.

Esto es una gran mentira, puesto que toda fantasía que pudiera cumplir dentro de esa relación de pecado estaba fuera de la voluntad de Dios y los principios bíblicos. Este placer momentáneo únicamente me hundía cada vez más en mi adicción y mi depravación mental y emocional, lo cual endurecía mi conciencia para no poder distinguir en entre lo bueno y lo malo.

2. Mi amante si me comprendía.

Yo no me percataba de que con el poco tiempo que teníamos para estar juntos, era obvio que no se utilizaría para entrar en desacuerdos y situaciones que desalentaran nuestra relación pecaminosa. Por el contrario hacíamos todo lo posible para que ese tiempo estuviera lleno de sensaciones placenteras y de aprobación. En otras palabras, nos esforzábamos por complacer las demandas de nuestra carne, pero no estábamos realmente construyendo una relación de por vida. ¿Se podrá imaginar lo que podríamos obtener al hacer todo lo posible por aprovechar el tiempo dentro de nuestra relación matrimonial, sin discusiones innecesarias?

3. Ella creía en mis capacidades.

Ahora sé que ella realmente nunca creyó en mis sueños y mis anhelos, ni en mi capacidad como profesional, padre y esposo para hacerme un futuro. Y es tan simple, pues si hubiera creído en ellos, los hubiera respetado y nunca hubiera aceptado a entablar esta relación pecaminosa. Cuando ella decía “es que usted si es un buen esposo y un buen padre y un excelente profesional, lo decía obviando que ella y yo vivíamos mintiendo ¿cómo puede un hombre o una mujer ser bueno en sus roles, viviendo una doble vida llena de pecado, dolor y traición, y haciéndole daño a otros?

4. Admiraba mis gustos y mis decisiones sin poner objeciones radicales.

Definitivamente esta era una de las mejores herramientas que puede utilizar una mujer para mantener enganchado a un hombre en una relación de pecado. El hombre tiene hambre de reconocimiento dentro de su carne. Ahora sé que quien verdaderamente me ama no vive para decir que soy asombroso, sino para corregirme y ayudarme a ser como Cristo. Si ella se hubiera puesto a alguna decisión o gusto mío, probablemente ponía en riesgo nuestra frágil relación.

5. Ella me permitía ser su héroe.

Mi corazón de hombre necesita ser proveedor y protector, lo cual estaba siendo satisfecho por la persona incorrecta, pues esta necesidad natural que Dios configuró en el corazón de los hombres solo puede ser saciada por medio de ejercerse dentro de nuestro matrimonio y familia. Yo como un hombre casado, puedo saciar mi disposición a proveer y a proteger cuando lo hago con los míos; con los que el Señor me entrego (mi esposa y mis hijos) y no con una mujer ajena.

6. Ella siempre estaba presentable.

Yo nunca pensaba que a la hora en que la veía, ella se había esmerado para que yo la viera bien, y era lo mínimo que yo esperaba. En el caso de mi esposa, yo duermo con ella y definitivamente a pesar de que es una mujer pulcra y cuidadosa de su imagen y limpieza, tenia momentos de recién levantada y de mujer que se preocupa por cocinar la comida para su familia con amor y dedicación, antes de dedicar tiempo para sí misma. ¿Y después de cocinar, quien no huele a comida? Lo triste es que muchas veces dejé de ver y deje de valorar este amor y sacrificio, ya que mi esposa no solo es madre y esposa, sino una empresaria y se esfuerza por balancear tres roles importantes para una mujer. Y lo más irónico, que yo nunca pensaba en que yo también tenía momentos de la vida diaria donde no estaba tan bien arreglado, y que yo no soy perfecto.

7. Mi amante era flexible y comprensiva con los horarios.

De hecho no le quedaba otra alternativa ya que no tenía ningún derecho sobre mí y ella tenía que aceptar el papel de segunda dentro de mi vida. Esto no era precisamente por ser una mujer sumisa y dócil. La verdad es que no tenía otro camino más que aceptar las migajas que le daba con tal de mantener esta relación de pecado.

8. Ella me era fiel y me amaba.

Esta fue una de las mentiras que al ser descubierta me dolió en lo más profundo de mí ser. ¿Usted se preguntara por qué? Pues porque esta mentira fue el cimiento de esa relación de pecado, la mayor fuente de alimento a mi ego y a mi estúpido egoísmo. Esta mentira me hacía creer que yo era tan especial que a ella no le importaba nada ni nadie más que yo. Y en efecto a ella ¡no le importaba nadie! excepto saciar su necesidad de intimidad, de amor, aceptación, validación y sentirse que era importante para alguien. Y cuando yo no saciaba esas necesidades fácilmente, ella buscaba satisfacerlas con cualquiera de sus amantes en turno, lo cual ignoré pensando que era “el único”.

Por último quiero aclarar que ninguna mujer u hombre ajeno es mejor que su esposa o esposo; básicamente porque ellos según el caso, son las personas con las que hicimos un pacto de unidad ante Dios. Y una vez consumado el acto sexual ese pacto fue sellado con sangre como en el antiguo testamento. Cada pacto que Dios hizo con el hombre, lo sello con sangre. El pacto del matrimonio es eterno hasta que la muerte nos separe. Cada uno de nosotros como cónyuges tenemos la responsabilidad de hacer de nuestra pareja el mejor hombre y la mejor mujer, con nuestras decisiones, con nuestro crecimiento y nuestra protección espiritual. Yo sé ahora que mi esposa es la mejor mujer que puedo tener, porque he decidido verla como tal y honrarla para que ella se sienta así: la única y la mejor en mi vida.

No hay nada afuera en la calle que no sea un engaño momentáneo y que su fin sea alejarnos de la presencia de Dios y de sus planes para nuestra vida y para nuestra familia. Usted y yo que nos llamamos hijos de Dios, que aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, no nos casamos por casualidad o por error con la persona con quien estamos. Esta decisión está dentro de los planes de Dios y la validamos disfrutando el propósito por el cual el Señor lo permitió.


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