Llevando la Palabra a los hambrientos

6:35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. -Juan

Hay tanta necesidad en el mundo. Tanta hambre, pero hambre de Dios. Yo no puedo alimentar a todo el planeta con el pan de vida que es Jesucristo, pero puedo en el lugar que me encuentre aprovechar la oportunidad para llevar una palabra de fe, de aliento y consuelo por medio de la Palabra a las almas que no conocen a Dios y que sufren por los vendavales de la vida.

Hace una semanas fui a la oficina de una siquiatra acompañando a un familiar. La visita era para aclararle a la doctora que el tratamiento que a mi familiar le había recetado no le estaba dando resultado. Pero por evento divino, no me permitieron pasar. Me quedé tranquila, y me dije por algún propósito estoy aquí.
Allí entró un hombre adulto relativamente joven acompañado de su mamá. A simple vista no parecía que esta persona tuviese algún tipo de problema mental. Se veía bastante sano , hasta que una señora entró a la oficina muy contrariada porque se le hizo difícil llegar a la oficina ya que la secretaria no supo explicarle la dirección. Esta situación fue la chispa que necesitaba este hombre para explotar y mortificarse a tal punto que sus manos temblaban, en su mirada había un coraje tan fuerte y se veía que necesitaba desquitarse con algo o con alguien.
Yo, intentando calmarlo, le dije que era conveniente que alguno de los pacientes hablara con la doctora para que pusiera un anuncio más vistoso, que pudiera verse desde lejos. Él rápido me dijo, ahora como estoy no puedo decírselo porque soy capaz de insultarla.

Sentí tanta tristeza por él. De momento comenzó hablarme de todas las pastillas que tomaba para poder dormir y llevar una vida normal. Que por causa de su condición, la cual para ser sincera no me acuerdo si era maniaco depresivo o bipolaridad, él había perdido muchos trabajos, que está desempleado viviendo con su madre. Esta, una mujer anciana que se veía muy cansada y muy triste.
Al ver ese cuadro de dolor, ore en silencio a Dios para que me diera palabra para ambos.
En el poco tiempo que estuve, le hablé del plan de salvación, del amor de Cristo, de que nuestro salvador no solo murió por nuestros pecados, sino que también el cargó en esa cruz con todas nuestras enfermedades.
Le testifiqué de la sanidad que Dios hizo con mi nieto, de que como Dios había obrado a través de esa prueba con mi carácter. Le hablé de un Dios salvador, sanador, misericordioso. Oh Cristo amado, derramé mi alma en aquel momento.

Pero al cambiar la mirada , vi llorando frente a mí una mujer con su hija, una joven también con problemas mentales y con la vista perdida. Observé en esta madre un rostro bien cansado. Su llanto seguramente me decía de lo sola que se sentía pasando por el dolor de ver su hija enferma, y de la urgencia de una mano de ayuda y de consuelo para sus vidas.

Todos se quedaron callados al oírme testificar de Cristo, pues les presenté un Dios perdonador, un Dios misericordioso, un Dios de paz. Una pareja, ella llevando a su esposo enfermo, me dijo: “que importante es la fe“. El otro hombre quien estaba furioso, vi como a medida que daba la Palabra se fue sosegando, y asintiendo con la cabeza, como diciendo si, Jesús es mi paz.
Me fui, pero dejé allí una semilla, confiando que Dios levantará a otras vidas que sigan regando en esos corazones, ya que el crecimiento lo da Dios.

¿Qué recibí en mi espíritu? Que mientras hay muchos pastores lobos que llenan las iglesias con personas que desean ser ricos y que solo desean oír un evangelio cómodo, hay un pueblo afuera que perece porque tienen sed y hambre de la Palabra, que están hambrientos de consuelo, de descanso, de paz, están hambrientos de Dios. Sólo Cristo puede saciar esa hambre, en Él solamente hallaremos descanso y alivio para nuestras almas.
 
El mundo no tiene paz, sólo Cristo la pueda dar. Son muchos los pobres y sedientos que aún no han recibido una palabra de fe, de la fe en Cristo, una palabra de sanidad, de la sanidad en Cristo, y una palabra de salvación, de una salvación que solo la da Jesús, nuestro Señor.

Algunos dirán, pero lo que tenemos que hacer es ir a los hospitales, a los presidios, en esos lugares hay mucha necesidad. Sí, también hay que ir, pero no obstante, veo caras tristes en los supermercados, en los salones de belleza, hasta en actividades y en reuniones ya sea familiar o con amistades, en donde posiblemente pensemos estos no desearan oir la Palabra porque sus rostros aparentan ser felices. Les aseguro que detrás de ese rostro hay un corazón que claman por una palabra de paz y consuelo. Así que donde estemos, si Dios nos da la oportunidad, glorifiquemos su Nombre.

Muchos como yo, no hemos recibido ningún llamado para predicar la Palabra a lugares lejanos, pues no todos somos llamados a levantar misiones en otros países. En el pais que nacimos hay necesidad, así que no esperemos de un llamado para otros sitios en el mundo, cuando cerca de nosotros hay miles de vidas que perecen por tener hambre de Dios.

¿Qué tenemos para dar? TENEMOS A UN DIOS TODOPODEROSO QUE LEVANTA AL CAIDO, SANA AL ENFERMO Y QUE PERDONA AL MAS VIL PECADOR.

3:6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. -Hechos


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.