La parábola de Lucas 18 (parte 1 de 6)

La parábola de Lucas 18 (parte 1 de 6)
En la parábola recogida en Lucas 18:1-8, nuestro Señor Jesús toca los tres aspectos de la oración de los cuales hemos hablado. Con relación a esto, notemos que en la parábola se mencionan tres personas, a saber: (1) el juez, (2) la viuda, y (3) el adversario. El juez (de manera negativa) representa a Dios, la viuda representa a la iglesia de hoy o a un fiel cristiano, mientras que el adversario tiene el puesto de nuestro enemigo el diablo. Cuando explicamos esta parábola, con frecuencia ponemos la atención solamente en la relación entre el juez y la viuda. Notamos cómo este juez, que ni teme a Dios ni tiene respeto a los hombres, finalmente hace justicia a la viuda porque venía a él constantemente; y sacamos la conclusión: puesto que nuestro Dios no es como ese juez malvado, ¿no nos hará El justicia rápidamente si oramos? Y esto es casi todo lo que explicamos de esta parábola.
Con esto, muchos de nosotros no nos damos cuenta del hecho de que olvidamos a otra persona importante de la parábola. Veamos que de no haber adversario, ¿sería necesario que la viuda acudiera al juez? Si ella se ve obligada a ir al juez es precisamente porque el adversario la oprime. Sobre todo, si consideramos las palabras que la viuda dice al juez, no podremos dejar de reconocer el papel que el adversario tiene en la historia. En gracia a la brevedad, las Escrituras recogen solamente estas pocas palabras: «Hazme justicia de mi adversario», pero ¡cuánto dice esta corta frase! ¿No nos habla de una situación angustiosa en extremo? El pedir justicia revela que hay ofensas. ¿De dónde vienen esas ofensas y daños? De ninguna otra parte más que de la opresión del ofensor, el enemigo; y así descubrimos la honda enemistad que existe entre éste y la viuda. También comprendemos las dolorosas injusticias que esta viuda ha sufrido en manos del adversario. La queja de ella ante el juez, es sin duda un resumen de sus pasados sufrimientos y de su situación actual. Lo que ella pide es que el juez la reivindique de sus males ejercitando la justicia sobre su adversario.
En cierto sentido, el adversario es la figura central de la parábola. Sin él, no habría ningún conflicto en el que el juez debiera intervenir, ni, naturalmente, la viuda se vería en la triste situación en que está. Sin el adversario, la viuda viviría en paz.
Evidentemente, de no existir un adversario, no habría historia ni parábola, pues el causante de la desgraciada situación es el adversario: él es el instigador de toda la injusticia y aflicción. Por lo tanto, él debería ser el foco de nuestra atención ahora que vamos a fijarnos, uno por uno, en los tres personajes de la parábola.
El Juez
Este juez es la única autoridad de una determinada ciudad. Allí él gobierna por completo. En cierto sentido esto es una representación del poder y de la autoridad de Dios. Aunque en el momento presente Satanás dirija temporalmente el mundo, no es más que un usurpador que se ha metido por la fuerza.
Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, arrojó fuera al príncipe de este mundo. Con su muerte, Jesús «despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15). Aunque el mundo todavía está sometido al maligno, es una situación totalmente ilegal. Y Dios ha señalado el día en el que su Hijo volverá a tomar el reino y será rey de este mundo durante mil años, y después, eternamente. Antes de la llegada de este tiempo Dios permite solamente que Satanás esté activo, aun cuando el Señor mantiene las riendas del gobierno de este mundo. Satanás podrá dominar sobre todo lo que pertenece al mismo Satanás, podrá hasta llegar a perseguir a los que pertenecen a Dios; sin embargo, todo esto sucede solamente durante un plazo determinado. E incluso en este corto plazo, Satanás está completamente limitado por Dios. Podrá hostigar a los santos, pero solamente dentro de ciertos límites. Aparte de lo que Dios le permita, el enemigo no tiene ninguna autoridad en absoluto. Esto lo podemos apreciar claramente en la historia de Job. De la misma manera que este juez domina en una ciudad entera, así Dios domina en el mundo entero. Y del mismo modo que es completamente ilegal que los que están bajo la autoridad de un juez hostiguen a otros y se conviertan en sus adversarios, así es algo extraordinario, hasta monstruoso, que Satanás, que está bajo la autoridad de Dios, persiga a los santos. Se nos dice el carácter de este juez por sus propias palabras: «Ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre.» Verdaderamente debe ser una persona inmoral, pues no tiene consideración ni a Dios ni a hombre. Sin embargo, debido a las incesantes visitas de la viuda que viene a pedir justicia, se molesta y se aburre tanto con sus quejas, que por fin hace justicia. El Señor Jesús usa a este juez como una comparación negativa, para subrayar la bondad de Dios: pues Dios no es como el juez malvado de la parábola; al contrario, Dios es nuestro Padre amoroso que nos protege; cómo desea Dios darnos lo mejor, y además no está desligado de nosotros como está el juez de la viuda. Así, pues, si un juez como el de la parábola está dispuesto a hacer justicia a la viuda por razón de sus súplicas incesantes, ¿cuánto más, Dios que es la suma virtud, la suma bondad que nos ama y está tan íntimamente unido a nosotros, hará justicia a sus hijos que claman a El incesantemente? Si un juez inmoral hace justicia a una mujer por causa de su continuo clamor, ¿no obrará Dios a favor de sus propios hijos? La razón por la que la viuda obtiene el consentimiento del juez para hacerle justicia, la encontramos en sus incesantes súplicas. Espontáneamente el juez no le habría hecho justicia a la viuda pues era inmoral y malvado. Sin embargo, nosotros habremos de reconocer que la respuesta a nuestra oración a Dios, no sólo viene por nuestras incesantes oraciones (que de por sí deberían ser suficiente para obtener lo que pedimos), sino también por la bondad de Dios. Por esto, el Señor Jesús concluye la parábola preguntando: «¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos?» Estas cuatro palabras «acaso Dios no hará», implican una comparación. Si la viuda depende solamente de su súplica incesante como el medio de conseguir lo que pide, ¿no recibiremos nosotros lo que pedimos por razón de nuestra constante oración a Dios y por razón de su bondad?
La viuda
Esta viuda no tiene a nadie en quien confíar La misma palabra «viuda» declara suficientemente su soledad. El esposo de quien ella dependía para poder vivir, ha muerto. Ella es ahora una viuda. Verdaderamente ella sirve muy bien de ejemplo de lo que los creyentes somos en el mundo. Nuestro Señor Jesús ya ha ascendido al cielo; por lo tanto, hablando simplemente desde un punto de vista físico, los cristianos están tan desamparados como una viuda. Lo que Mateo enseña en el capítulo 5 revela nuestra penosa condición de cristianos. Hemos de ser los más mansos de todos, no ofrecer resistencia de ninguna clase; y por lo tanto, en todas partes sufrimos persecución y humillación. El Señor Jesús y sus apóstoles nunca instruyeron a los creyentes que buscaran en este mundo poder y altos puestos; en su lugar, nos enseñan a ser modestos y humildes, y a aceptar el desprecio y la persecución de este mundo rehusando redamar lo que concede la ley y el derecho. Esta es la posición de los creyentes y el camino que el mismo Señor nos ha marcado. Si el Hijo de Dios debió morir en la cruz sin resistir ni protestar, ¿acaso podrán sus discípulos esperar del mundo un mejor trato? En vista de todo esto, la viuda es verdaderamente un buen ejemplo de nosotros los cristianos de esta época.
*************************
Aguas refrescantes 23 de julio
Tu benignidad me ha engrandecido. 2 Samue1 22:36.
Con frecuencia ocurre que cuando Dios elige un líder, su elección difiere notablemente de las ideas humanas acerca de lo que. un líder debe ser. Aun el profeta Samuel había sido tan impresionado por la estatura y fuerza de Saúl que cuando tuvo que ungir a un sucesor, pensó que el hijo mayor de Isaí era el que más se adecuaba para el oficio de rey (1 S. 16:6). Sin embargo, ni Eliab ni ninguno de sus seis hermanos era el hombre aceptable a Dios, quien nunca mira a las apariencias externas sino al hombre interior. Dios afirmó que David era el hombre que El había elegido.
¿Qué poseía David que los demás no tenían? Por sobre todas las cosas tenía un corazón que dependía de Dios. No era un corazón perfecto pues más adelante en su vida él mismo tuvo que confesar que su corazón era pecaminoso. No obstante, era muy distinto del de Saúl, pues estaba alentado por una humilde disposición de aprender. La bienaventuranza del reino de Dios está reservada para los pobres de espíritu.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! – Jesus is Lord – Jesus ist der Herr – Yeshua adonai – Gesù è il Signore – Jésus est Seigneur – Ιησους ειναι ο Λορδος – Иисус – Господь – يسوع هو الرب – 耶稣是主 – 主イエスは – Jesus é o Senhor – Jesus är lorden
Literatura disponible en:
[email protected]
[email protected]

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.