El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 14)

El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 14)
LUNES
Lectura bíblica: Mt 4: 16-23; 10:2-7; Hch 1:4,8,17,25; 2:1-3,7
Leer con oración:
«Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles (Lc 6:13 ). Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar» (Mr 3:14).
ESCOGIÓ APÓSTOLES DE ENTRE LOS DISCÍPULOS
Como vimos en semanas anteriores, después de ser bautizado y tentado por el diablo, Jesús se fue a Galilea, donde apareció como una gran luz, y comenzó a predicar diciendo: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mt 4: 16-17). Así, por medio de Su predicación, Jesús también llevó a las personas a arrepentirse, y los que Le recibieron llegaron a ser Sus discípulos y fueron usados para que Su ministerio pudiera ser propagado.
Estando en Galilea, comenzó a llamar a Sus primeros discípulos, Pedro y Andrés: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres» (v. 19). Después llamó a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, que estaban remendando redes. Tales discípulos recorrieron toda Galilea juntamente con Él, predicando el evangelio del reino (21-23).
El Señor Jesús vino para salvar a los hombres porque Su objetivo es que el reino de los cielos venga a la tierra. Entre tanto, para que eso suceda, es necesario que los que constituyen este reino hagan la voluntad de Dios en la tierra como es hecha en el cielo (6:10).
De la multitud que seguía a Jesús, muchos se convirtieron en Sus discípulos. De entre ellos, el Señor escogió a doce para que estuvieran con Él y les dio un ministerio (cfr. Hch 1:17,25). Aquellos doce discípulos, especialmente designados, recibieron el nombre de apóstoles y fueron enviados a predicar (Lc 6:13; Mr 3:14).
Mateo registró el nombre de los apóstoles en su evangelio: «Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó» (10:2-4). El Señor cuidó, condujo y perfeccionó a los doce que había escogido.
En Mateo 10:5-7, vemos: “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo; predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado». ¡Esta fue la comisión o incumbencia que el Señor Jesús le transmitió a Sus apóstoles: predicar el reino.
Al comienzo del libro de los Hechos, el Señor se presentó vivo a los apóstoles, les apareció durante cuarenta días y les habló acerca del reino de Dios (1:3). y antes de ser llevado al cielo, les dio la orden de que permanecieran en Jerusalén hasta que viniese sobre ellos el Espíritu Santo (vs. 4,8).
Con ellos también había un grupo de ciento veinte galileos, personas de origen humilde, sin mucha educación formal, a quienes el Señor había ganado en Galilea (vs. 15; 2:7). El Señor Jesús quería, por medio de aquellos galileos, predicar el evangelio a un mayor número de personas.
Entonces, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo vino como un viento recio y llenó toda la casa donde los discípulos estaban reunidos (vs. 1,2). Asimismo «se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno dé ellos» (v. 3). El viento recio implica el poder del Espíritu Santo, y las lenguas como de fuego tenían por objetivo capacitarlos para predicar el evangelio.
Ellos comenzaron a hablar en otras lenguas; lenguas que nunca habían aprendido. Los habitantes de Jerusalén, al ver esto, se quedaron impresionados y decían: «les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios» (v. 11). ¡Esto fue un milagro!
Aquellas personas que los oyeron eran las mismas que, cincuenta días antes, le habían pedido a Pilatos para que crucifiquen al Señor (Mt 27:22,23). Era muy difícil que ellos aceptaran al Señor Jesús como el Mesías y el Hijo de Dios, por eso hubo la necesidad de que aquella señal fuera hecha. Esto muestra cuánto el Señor quería salvarlos.
Punto clave: Introducir a las personas en el reino de los cielos.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cuál era el objetivo del Señor al llamar a los doce apóstoles?

MARTES
Lectura bíblica: Hch 2:13,21; 37-41; 4: 11-13, 19-21,29-37
Leer con oración:
«Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hch 2:21).
GRANDES COSAS ERAN HECHAS POR MEDIO
DE LOS QUE INVOCABAN EL NOMBRE DEL SEÑOR
En el día de Pentecostés, al oír a los ciento veinte galileos que hablaban osadamente la palabra de Dios, algunos dijeron que los discípulos estaban ebrios (Hch 2:13). Entonces, Pedro se levantó con los once y demostró que no se trataba de una embriaguez, sino de la acción del Espíritu Santo, que había sido derramado sobre ellos (vs. 14,15).
En su discurso, Pedro citó al profeta Joel, diciendo: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (v. 21). En otras palabras, las profecías, las visiones y los sueños mencionados en los versículos 17 y 18 eran manifestaciones exteriores del Espíritu, pero para obtener la salvación era necesario creer, invocando el nombre del Señor, es decir, llamarlo por Su nombre. Después de haber dicho eso, Pedro predicó el evangelio.
Las personas reaccionaron: «Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?» (v. 37). Ellos reconocieron que eran pecadores, y Pedro les respondió: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (v. 38). Finalmente, muchos creyeron y fueron bautizados (v. 41).
Es importante resaltar que las manifestaciones exteriores del Espíritu no tienen necesariamente relación con la salvación o con la transformación interior en la vida de las personas. Alguien incluso puede llevar a millares de personas a ser salvas, pero eso puede no tener relación con el crecimiento de la vida divina en el interior de ellas.
No obstante, el apóstol Pedro dijo que, para que alguien sea salvo y reciba la vida divina, no era un asunto de hacer obras para Dios, sino de creer e invocar el nombre del Señor (cfr. Ef 2:8 9; Ro 10:9).
En el Antiguo Testamento estaba el nombre: Jehová. A partir de la muerte y resurrección de Cristo, la salvación de Dios está disponible para todos, y es justamente lo que el nombre Jesús significa: Jehová salva, o la salvación de Jehová. Al creer e invocar el nombre de Jesús nosotros somos salvos y recibimos la vida divina Jn 20:31).
En el día de Pentecostés fueron salvas y bautizadas aproximadamente tres mil personas por medio de la predicación de los apóstoles y por creer e invocar el nombre del Señor. Algún tiempo después, luego de haber sanado a un cojo de nacimiento en el nombre del Señor Jesús, y predicado a la multitud que estaba presente, Pedro y Juan fueron llevados delante de los sacerdotes para explicarles lo que estaba pasando.
Pedro les recordó la crucifixión del Señor, afirmando que ellos habían rechazado a la piedra angular (Hch 4:11) y nuevamente afirmó que hay sólo un nombre -Jesucristo- que es sobre todo nombre, en que podemos ser salvos (v. 12).
Las autoridades reconocieron, por las palabras de Pedro y Juan, que ellos habían estado con Jesús (v. 13). Ellos eran iletrados y tenían poca cultura, pero habían estado con el Señor Jesús e hicieron milagros y prodigios. Los apóstoles Pedro y Juan eran sólo unos pescadores en Galilea, pero tuvieron la autoridad para responder a los sacerdotes. Así, las autoridades del pueblo no pudieron hacer nada contra ellos, y los soltaron (vs. 19-21).
A partir del día de Pentecostés, el Espíritu de poder los fortaleció y les dio la osadía para hablar la palabra de Dios (vs. 29-31). El vivir de ellos era ahora compartir todas las cosas, vendían lo que poseían, distribuían sus bienes y tenían las cosas en común, porque todos estaban llenos del Espíritu (vs. 32-37).
En aquellos tiempos, en los inicios de la iglesia, el Señor realizó grandes cosas a través de los apóstoles que invocaban el nombre de Jesús.
Punto clave: Ser identificado como aquél que estuvo con Jesús.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Por qué los apóstoles tenían éxito en sus predicaciones?

MIERCOLES
Lectura bíblica: Hch 4:35; 5:3-5,10-20; 6:3-4; 8:1; 9:1-2,13-14,21
Leer con oración:
«Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7:59).
IDENTIFICADOS POR EL INVOCAR
Según es relatado en el libro de los Hechos, desde los inicios de la iglesia en Jerusalén, aquellos que tenían propiedades las vendían y ponían el valor de lo vendido sobre los pies de los apóstoles (Hch 4:35).
El capítulo 5 del mismo libro se narra otro hecho admirable. Pedro, por medio del Espíritu, pudo discernir que Ananías y Safira habían mentido al Espíritu Santo, y por eso, murieron delante de todos (vs. 3 5, 10).
Puesto que estaban llenos del poder del Espíritu, los apóstoles realizaban muchos milagros (vs. 12 -16) y anunciaban las palabras de esta vida (vs. 17-20). Sin embargo, en la distribución diaria del alimento, comenzó a haber problemas entre los discípulos, y por eso, fueron escogidos siete diáconos para que sirvieran en la distribución de la comida. De esta manera, los apóstoles se quedarían libres para dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra (6:4). Esa decisión dejó en evidencia la sabiduría de los doce apóstoles en la administración de la iglesia en Jerusalén, pues muestra que sabían administrar su crecimiento.
Los diáconos escogidos eran llenos del Espíritu Santo y de la palabra de Dios (v. 3). Con relación a esto, el capítulo 7 de Hechos describe la fuerte predicación de Esteban; y en los versículos 59 y 60 vemos la reacción furiosa por parte de los judíos contra él: «Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado, habiendo dicho esto, durmió». El joven Saulo guardaba las ropas de los que lanzaban piedras a Esteban y consentía en la muerte del testigo del Señor; más tarde pasó a asolar a la iglesia (v. 58; 8:3; 9:1-2; 13-14,21).
A partir de ese día, se levantó una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y Samaria, salvo los apóstoles (8:1). Los perseguidores identificaban a los creyentes cuando ellos invocaban el nombre del Señor (9:21).
Seguramente los santos allí invocaban al Señor en sus casas, en las calles y en los lugares públicos. Así era muy fácil identificar a aquellos que debían ser puestos en prisión. Sin embargo, los santos no dejaron de invocar incluso a pesar de ser amenazados de ir a prisión o morir, pues invocar el nombre del Señor es una necesidad espiritual de todos aquellos que creen. Por tanto, si un cristiano quería evitar ser preso, sólo tenía dos opciones: dejar de invocar el nombre del Señor públicamente, o salir de Jerusalén.
Punto clave: Invocar aun siendo apedreado.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Por qué los discípulos salieron de Jerusalén?

JUEVES
Lectura bíblica: Hch 3:6; 4:7,12,30; 5:28,40-41; 8:1-3; 9:13-14; 22:16
-Leer con oración:=
«El Señor le dijo: Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hch 9:15-16).
EL RESULTADO DE DEJAR DE INVOCAR
En Hechos 8:1b, 3 leemos: «En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel».
Entonces, por causa de la persecución que hubo en Jerusalén, por parte del judaísmo, prendían a los que invocaban el nombre del Señor, entonces la iglesia en Jerusalén fue gradualmente perdiendo la práctica de invocar el nombre del Señor.
Aquellos que realmente querían continuar invocando el nombre del Señor en Jerusalén, para no ser presos, tuvieron que mudarse a otras ciudades. De esa manera, las iglesias fueron levantadas de ciudad en ciudad, así como en Jerusalén, con personas que invocaban al Señor. Podemos ver que las primeras iglesias surgieron con esa práctica tan sencilla pero saludable.
Como ya mencionamos esta semana, Dios les había encargado todo a los doce apóstoles. Desde el día de Pentecostés, los doce fueron llenos del Espíritu Santo y sus palabras y acciones eran poderosas. Esto estaba directamente relacionado con el nombre del Señor (3:6; 4:7, 12,30). Además, antes de Hechos 8, cuando estaban ante los ancianos y las autoridades del pueblo, no tenían temor de ser azotados y aprisionados; tampoco fueron intimidados por sus amenazas, en caso de continuar enseñando y hablando del nombre de Jesús. Por el contrario, estaban gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del nombre de Jesús (5:28; 40-41).
En Hechos 8: 1 y 4 vemos que por causa de la persecución, los discípulos fueron dispersados y por donde iban ayudaban a las personas a invocar el nombre del Señor y a ser salvas (11:19-21; 22:10,16). Pensamos que los apóstoles también debieron haber salido de Jerusalén, no obstante, ellos decidieron permanecer allí.
Puesto que no salieron, surge otra pregunta: ¿Por qué no fueron prendidos? Aparentemente, era de conocimiento general que todos los que invocaban el nombre del Señor en Jerusalén eran maltratados y prendidos por Saulo (9:13 -14). Sin embargo, los apóstoles se quedaron en Jerusalén y no fueron prendidos. Esto nos lleva a pensar que en aquella situación, ellos ya no podían invocar el nombre del Señor públicamente, porque serían aprisionados.
Los apóstoles tenían el ministerio porque el Señor Jesús mismo los había enviado para anunciar el evangelio del reino. Por medio de ellos la iglesia en Jerusalén fue levantada y era una iglesia que practicaba el invocar el nombre del Señor. A partir del capítulo 9 del libro de los Hechos; no obstante, vemos a Dios apartando a otro instrumento para llevar Su nombre delante de gentiles y reyes. Es interesante que para eso escogió a alguien que era exactamente el más grande perseguidor de los que invocaban el nombre del Señor: Saulo (vs. 15-16).
Punto clave: Invocar para cumplir la comisión de Dios.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Percibió la importancia de invocar el nombre del Señor en el Nuevo Testamento?

VIERNES
Lectura bíblica: Hch 6:7; 11:2; 15:1-6, 12-21; 21:18-21; Gá 1:19; 2:9,12
Leer con oración:
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hch 4:12).
EL INVOCAR Y LA AUTORIDAD ESPIRITUAL
Al hablar de los doce apóstoles, vemos que ellos comenzaron a perder la posición de liderazgo en la iglesia en Jerusalén, y esa posición, poco a poco, fue conquistada por los sacerdotes y religiosos judíos que se habían convertido (Hch 6: 7). Probablemente, por haber dejado de invocar el nombre del Señor públicamente, la comisión de Dios dada a los apóstoles fue, en algunos, perder la autoridad en la iglesia y en la obra de expansión del reino de Dios en la tierra. Los antiguos sacerdotes rápidamente pasaron a asumir el liderazgo junto con los apóstoles y a tomar decisiones sobre lo que sucedía en Jerusalén, y en otras ciudades (11:2; 15:1-6).
Puesto que era difícil que estos dos grupos llegaran a una misma posición, ya que tenían puntos de vista diferentes, probablemente surgió la necesidad de tener un líder. ¿Qué pudieron haber hecho? Quizás pensaron: «El Señor Jesús tiene un hermano, Jacobo (conocido también como Santiago). Hagamos de él nuestro líder»,
Sobre Santiago, la Biblia no muestra cuándo fue salvo ni cuándo se convirtió en el líder de la iglesia en Jerusalén (12:17). No obstante, en el libro de los Hechos vemos que sus palabras revelan que él no estaba firme por la economía neo-testamentaria, sino que siempre buscaba conciliar los acontecimientos entre los gentiles que habían creído con el Antiguo Testamento. Por eso, por ser hermano del Señor y conocedor de las Escrituras, él se convirtió en una buena opción para comandar a los dos grupos (Gá 1:19; Hch 15:12-21; 21:18). Tal vez este status doble le fue dando una posición de liderazgo en la iglesia en Jerusalén (Gá 2:9,12).
Sin embargo, el surgimiento de Santiago hizo que la posición de liderazgo de los doce en la iglesia y en la obra disminuyera aun más, pues él era quien siempre daba la palabra final. Además, por haber recibido tan grande influencia del Antiguo Testamento, el libro de Hechos registra que incluso el apóstol Pablo fue subyugado por Jacobo cuando éste le dijo: «Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres» (Hch 21:20-21).
Esto nos muestra que la práctica de invocar el nombre del Señor en la iglesia en Jerusalén, ya no era importante; sino el observar las costumbres de la ley y valorar el nombre de Moisés. Los apóstoles que habían sido comisionados por Jesús fueron perdiendo el poder y la autoridad que tenían, y en consecuencia, la posición de liderazgo en Jerusalén de desvaneció. La influencia del judaísmo no sólo estaba en Jerusalén, sino que también comenzó a propagarse en medio de las iglesias de los gentiles.
La lección que aprendemos de esto es que, para mantener la comisión que el Señor nos dio necesitamos invocar Su nombre. Esta práctica fue un referente en los inicios de la vida de la iglesia en el Nuevo Testamento, y prosiguió a través del apóstol Pablo (4:12). Por medio de invocar el nombre del Señor estamos en el Espíritu (1 Co 12:3). Cuando estamos en el Espíritu, tenemos la autoridad espiritual y así, Él tiene las condiciones de manifestarse en poder y palabras.
Punto clave: ¡La autoridad está en el nombre de Jesús! ¡Oh Señor Jesús!
Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué llevó a los apóstoles a perder el liderazgo en la iglesia en Jerusalén?

SABADO
Lectura bíblica: 1 Ti 1:4; 4: 1-2; 2 Ti 1:15; Ap 2:4,8-11,12-13
Leer con oración:
«Harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. Porque ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles» (3 Jn 6b-7).
CONSERVAR EL NOMBRE
En los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis vemos siete cartas dirigidas a las siete iglesias en la región de Asia. La primera de ellas quedaba en la ciudad de Éfeso, la segunda en Esmirna y la tercera en Pérgamo.
La iglesia en Éfeso se degradó en la época de los primeros apóstoles, porque se involucró en discusiones doctrinales, dio oído a espíritus engañadores y recibió una advertencia por haber dejado el primer amor (1 Ti 1:4; 4:1-2; Ap 2:4). Ni el mismo Pablo logró revertir la situación de aquella iglesia a través de sus epístolas ni con el envío de su colaborador allí (2 Ti 1:15).
El apóstol Juan, después de haber escrito Apocalipsis, fue a Éfeso, y por medio del ministerio del Espíritu y de vida, el último ministerio, la iglesia en aquella ciudad no sólo fue suplida, sino que también llegó a ser un centro de propagación de vida. Desde Éfeso, envió a personas para la obra de la expansión del evangelio, llevaban vida para todos (3 Jn 3-8). Creemos que eso sucedió porque ellos volvieron a invocar el nombre del Señor (cfr. Jn 20:31). Así, la iglesia en Éfeso llegó a ser realmente deseable y saludable.
Por tanto, en la etapa siguiente, encontramos a la iglesia en Esmirna, que representa el periodo de la iglesia durante la persecución del Imperio Romano. El nombre Esmirna viene de la palabra mirra que significa sufrimiento.
Sin embargo, pese a la persecución, los cristianos conservaron el nombre del Señor. Durante ese periodo, por causa del testimonio de los mártires, el número de los cristianos no dejaba de crecer, pues ellos morían invocando el nombre del Señor, tal como sucedió con Esteban, cuando comenzó la persecución de la iglesia (cfr. Hch 7:59). Esto perduró unos doscientos años más. La predicación de ellos era poderosa, porque sus testimonios eran poderosos, y así se convirtieron muchos más.
A partir del año 313, comienza el periodo de la tercera iglesia representada por la iglesia en Pérgamo. Desde ese entonces se perdió nuevamente la práctica de invocar el nombre del Señor. Allí la situación era tan terrible que el libro de Apocalipsis dice que en Pérgamo, después que Antipas -que era aquel que conservaba el nombre del Señor- fue muerto entre ellos; el trono de Satanás estaba en medio de la iglesia (Ap 2:12-13).
Que podamos ser aquellos que llevan el Espíritu y la vida a los hermanos, que los ayudan a invocar el nombre del Señor y así resisten toda persecución, siendo testigos vivos de la vida que el nombre del Señor tiene.
Punto clave: Ser testigos vivos de la vida que hay en el nombre del Señor.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cómo cambió la condición de la iglesia en Éfeso?

DOMINGO
Lectura bíblica: Sal 18:3-6; 116:1-4; 145:18; Is 12:3-4; Ro 10:12
Leer con oración: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jer 33:3).
LA COMISIÓN, LA BENDICIÓN Y LAS RIQUEZAS DE DIOS
POR MEDIO DE INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
En el siglo 20, aproximadamente al final de la década del 60, ya habían pasado alrededor de mil seiscientos años que no se enfatizaba más la práctica de invocar el nombre del Señor, excepto, algunos que lo hicieron de manera aislada. En aquella época, el hermano Lee recibió la revelación de la importancia de esta práctica, y por medio de ella, muchas iglesias comenzaron a invocar el nombre del Señor. ¡Cuánta vida nos trajo esta práctica!
Luego que el invocar el nombre del Señor fue recobrado, los hermanos de la iglesia en Los Ángeles, por ejemplo, invocaban al Señor por las calles bien temprano, cuando todavía había mucho silencio: «¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya! ¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya! ¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!». De esta manera, toda la iglesia en Los Ángeles ejercitaba el espíritu. Hasta el vecindario del lugar donde se reunían fue santificado y bendecido. Aunque parecía muy mecánico o repetitivo, al preguntarle sobre esto al hermano Lee me respondió: «Hermano Dong, déjelos que ejerciten así; mientras más practiquen, más rápido experimentarán estar en el espíritu».
En 1975, más de doscientos jóvenes me pidieron que los fuera a visitar en Ribeirao Preto. Entonces, les llevé lo que había recibido del Señor. En ese entonces, yo no sabía predicar, pero había algo que si sabía hacer: invocar el nombre del Señor. Por eso, en el mensaje que ministré, hablé sobre invocar el nombre del Señor. ¡Gloria a Dios!
A partir de allí, los hermanos comenzaron a invocar al Señor y esa práctica fue llevada espontáneamente a otros lugares, como sucedió en Hechos 11:19-21. Invocar el nombre del Señor es como beber los ríos de agua viva; es como sacar aguas de las fuentes de salvación (Is 12:3-4). Gracias al Señor, las iglesias han practicado el invocar el nombre del Señor por más de treinta y cinco años. Cuántos hermanos han sido conducidos a andar y vivir en el Espíritu por medio de esta práctica tan sencilla y saludable. ¡Aleluya!
Desde entonces, la bendición de Dios nos ha sido dada, y hoy, sólo en América del Sur tenemos más de tres mil iglesias que fueron establecidas por medio de invocar el nombre del Señor. Por eso, así como los judaizantes persiguieron a la iglesia primitiva, también nosotros fuimos perseguidos. Así como Saúl perseguía a David, después que éste fue ungido por Samuel, así también nosotros somos perseguidos por aquellos que no obedecen a la palabra del Señor. ¡Pero no tenemos miedo ni vamos a dejar de invocar el nombre del Señor! Por el contrario, vamos a hacer lo mismo que David y los salmistas hacían, invocar siempre el nombre del Señor cuando eran perseguidos y pasaban por tribulaciones (Sal 18:3-6; 116:1-4).
No queremos que la comisión y la bendición de Dios sobre nosotros se detengan; tampoco queremos que el ministerio que nos fue confiado se debilite. Por eso, ¡continuaremos invocando este nombre para que la unción del Señor esté sobre nosotros! Sabemos que el Señor está cercano a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras (Sal 145: 18). Asimismo, el Señor es rico para con todos los que le invocan (Ro 10:12). Por eso, vamos a invocar siempre el nombre del Señor para estar con Él, para mantener la comisión que nos fue confiada, para recibir Su bendición y disfrutar de Sus riquezas. Vamos a invocar siempre: ¡Oh Señor Jesús! ¡Oh Señor Jesús!
Punto clave: No dejar de invocar. Su punto clave:
Pregunta: ¿Cómo podemos sacar aguas de las fuentes
de la salvación?
Lectura de apoyo:
«Ser como Dios es en vida y naturaleza» – cap. 3 ¬
Dong Yu Lan.
«Venga Tu reino» – cap. 19 – Don Yu Lan.
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Aguas refrescantes 9 de agosto
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id… Mateo 28:18,19.
En este gran mundo hay por lo menos un grupo de personas que por medio de su sujeción a El mantienen la autoridad de Dios. Aunque las naciones rujan en actitud desafiante hacia El, la Iglesia es el único cuerpo que proclama su autoridad a los principados y las potestades en lugares celestiales. La Iglesia no sólo está en la tierra para predicar el evangelio y crecer en el conocimiento de Cristo; también está aquí para manifestar el gobierno soberano de Dios.
La Iglesia es precisamente lo opuesto de las naciones. Mientras, ellas toman juntas consejo contra Dios y su Ungido diciendo: «Rompamos sus ligaduras y echemos de nosotros sus cuerdas» (Sal. 2:3), la Iglesia con gozo proclama que está dispuesta a tomar su yugo y aprender a obedecerle. Para la Iglesia, obedecer a Dios es su misma vida. ¿Puedo decir yo lo mismo?
Watchman Nee
Jesús es el Señor! – Jesus is Lord – Jesus ist der Herr – Yeshua adonai – Gesù è il Signore – Jésus est Seigneur – Ιησους ειναι ο Λορδος – Иисус – Господь – يسوع هو الرب – 耶稣是主 – 主イエスは – Jesus é o Senhor – Jesus är lorden
Literatura disponible en:
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