Mirar arriba

Leyendo un libro recordé una escena de “Matar a un Ruiseñor”. Atticus Finch, uno de mis héroes preferidos, pierde el juicio como abogado defensor. Se ha cometido una injusticia, y la sala se vacía. Sus opositores abandonan el salón. Él está solo.

Camina rumbo a la salida, pero en el segundo piso, donde están los afroamericanos segregados por los blancos, ocurre algo conmovedor. Los afroamericanos reconocen su valía, y se ponen en pie. A su modo, rinden tributo a su integridad. Pero Atticus no mira hacia arriba.

Yo tampoco lo hago. Generalmente me importa demasiado lo que los “hombres y mujeres” en la sala opinen de mí y de mi trabajo. Tristemente, la mayoría del tiempo, me quedo sola en la sala. Mirando sillas vacías. En ese momento, debería mirar hacia arriba. Allá es donde llevan las cuentas bien. Allá es donde se hace justicia y se valora la integridad.

Y, a final de cuentas, ése es el aplauso que cuenta. Arriba, no abajo.


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