¿Hojas o Fruto?

No había higos en la higuera, sino sólo hojas. Entonces Jesús le dijo: “Nunca jamás nazca de ti fruto” (Mateo 21:19). La higuera se secó, nunca más tuvo hojas ni frutos. Es un símbolo: las hojas son lo que se ve de lejos, la apariencia. El árbol tenía apariencia de vida, un hermoso aspecto. Una persona puede tener apariencia religiosa, semejanza de piedad, pero es sólo apariencia, nada real.

Dios no se contenta con la apariencia, Él mira el corazón. Alguien podría decir: «Voy regularmente a la iglesia, incluso estoy comprometido en la vida de la iglesia o en varias asociaciones caritativas. Recito mis oraciones todos los días. Tengo una Biblia que leo de vez en cuando».

Pero Jesús se acerca, examina atentamente buscando “fruto” para Él. ¿El fruto? Se halla en una verdadera relación con Él. Entonces Jesús nos instruye con otra imagen: la de la vid y los pámpanos. Sólo si permanece en la vid, el pámpano puede llevar hermosos racimos de uva. “Porque separados de mí nada podéis hacer”, dijo Él (Juan 15:5). El fruto es la manifestación de los caracteres de Jesucristo: bondad, justicia y verdad (Efesios 5:9). Éstos sólo pueden ser producidos por aquel que conoce a Dios y a su Hijo Jesucristo, que ha recibido por la fe la vida eterna y que “mora” en Él, es decir, en su proximidad, su intimidad.

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