Porque cuando el pueblo irrita a Dios, a los líderes les va mal por causa de ellos.
Allí está Moisés, que no prestó atención a las órdenes y dos cosas sucedieron:
a. Su espíritu se rebeló. Porque llega un momento que decimos: «Ya basta». Porque en un momento dado nos cansa el trabajo del Señor, aunque no su obra. Porque nuestra humanidad cede y queremos actuar como veces anteriores. Nos desesperamos y no escuchamos el consejo de nueva cuenta. Porque las cosas nunca pasan dos veces de la misma manera.
b. Habló precipitadamente. Porque cuando el espíritu se rebela lo primero que reacciona es la lengua. Porque el corazón hastiado produce palabras que hieren y se equivocan. Porque lo que salió de los labios ya no se puede borrar.
Caen los caudillos cuando el pueblo no reacciona. ¿O cae el pueblo cuando los caudillos se equivocan?
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