lecturas 25 de abril de 2010 el buen pastor

domingo 25 Abril 2010
Domingo de la IV Semana de Pascua

Beata Lupita, San Marcos, San Pedro Bentancur, Beato José Tous y Soler de Igualada, Beato Juan Bautista Piamarta

Leer el comentario del Evangelio por
Basilio de Seleucia : «Yo soy el buen pastor, el verdadero pastor» (Jn 10,11)

Lecturas

Hechos 13,14.43-52.
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia.
El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a
Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos,
exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.
Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra
de Dios.
Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias
contradecían las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos
anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no
se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos.
Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las
naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra».
Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y
todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe.
Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.
Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la
aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución
contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio.
Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos,
se dirigieron a Iconio.
Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu
Santo.

Salmo 100,2.3.5.
sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios: él nos hizo y a él pertenecemos; somos su
pueblo y ovejas de su rebaño.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su
fidelidad por todas las generaciones.

Apoc. 7,9.14-17.
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada
por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de
pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas;
llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
Yo le respondí: «Tú lo sabes, señor». Y él me dijo: «Estos son los que
vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han
blanqueado en la sangre del Cordero.
Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su
Templo. El que está sentado en el trono habitará con ellos:
nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el
calor.
Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los
conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de
sus ojos».

Juan 10,27-30.
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de
mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar
nada de las manos de mi Padre.
El Padre y yo somos una sola cosa».

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

Basilio de Seleucia (?- hacia 468) obispo
Homilía 26 sobre el Buen Pastor; PG 85, 299-308

«Yo soy el buen pastor, el verdadero pastor» (Jn 10,11)

Abel, el primer pastor, fue la admiración del Señor que gustoso acogió
su sacrificio y prefirió mucho más al dador que al don que éste le ofrecía
(Gn 4,4). La Escritura elogia también a Jacob, pastor del rebaño de Labán,
haciendo notar los desvelos que tenía para con sus ovejas: «Estaba yo que
de día me devoraba el resistero, y de noche la helada» (Gn 31,40); y Dios
recompensó a ese hombre su trabajo. También Moisés fue pastor en los montes
de Madián, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a los goces [en
el palacio del Faraón]. Dios, admirando su elección, le recompensó
dejándose ver por Moisés (Ex 3,2). Y después de la visión, Moisés no
abandono su oficio de pastor, sino que con su cayado mandó a los elementos
(Ex 14,16) y pastoreó al pueblo de Israel. También David fue pastor pero su
cayado de pastor fue cambiado en cetro real y recibió la corona. No te
sorprenda que todos estos pastores sean cercanos a Dios. El mismo Señor no
se sonrojó por ser llamado «pastor» (Sls 22; 79). Dios no se sonroja de
pastorear a los hombres, igual que no se sonroja por haberlos creado. Pero fijémonos ahora en nuestro pastor, Cristo; contemplemos
su amor por los hombres y su suavidad para conducirlos a las praderas. Se
alegra de las ovejas que lo rodean igual que busca a las que se extravían.
No son para él obstáculo alguno ni los montes ni los bosques; corre por
«cañadas oscuras» (Sl 22/23, 4) hasta llegar al lugar donde se encuentra la
oveja perdida… Le vemos en los abismos; da orden de salir de allí; es así
como busca el amor de sus ovejas. El que ama a Cristo es el que sabe oír su
voz.


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