Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él.
Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata.
Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo: —¡Salve, rey de los judíos! Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza.
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