*** Para tener exito en el Matrimonio ***

PARA TENER ÉXITO EN EL MATRIMONIO
David Brandt Berg

Para que el amor sea verdadero y auténtico, debe apoyarse

en una base más perdurable que la sola satisfacción carnal.
Tiene que haber un deseo espontáneo y generoso de proteger,
ayudar y hacer feliz al otro.

Hablando del matrimonio, mi madre me aconsejaba:
«No te cases con una mujer con la que te parezca que puedes vivir,
sino con aquella sin la cual no puedas vivir».

En el matrimonio debe haber tanta igualdad como sea posible
y hay que compartirlo todo.
Hay que conversar juntos, orar juntos, amarse, hablar de las cosas,
decidir las cosas entre los dos y estar de acuerdo.

Lo más importante en el matrimonio es que los dos tengan
confianza en Dios y en Jesucristo. Si se tiene fe, ¡todo es posible!
En el matrimonio se muere a uno mismo y se descubre una vida nueva.
No olviden darse las gracias. La gratitud es fundamental
en la vida de casados.

No te olvides de decirle: «¡Te quiero!» Las palabras llegan muchas
veces al corazón de una mujer más que ninguna otra cosa,
sobre todo las palabras sentidas, llenas de ternura y sinceridad.
Dos de las cosas que más contribuyen a la buena marcha de un
matrimonio son la sinceridad y el sentido del humor.
Si quieres aprender a ser altruista y humilde y a compartir,
¡cásate!

Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre;
si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, ¡en esto pensad!»
(Filipenses 4:8) Eso se aplica también a tu cónyuge.
Procura pensar constantemente en sus buenas cualidades,
y no tanto en las malas.

Lo más perjudicial que puede suceder en un matrimonio es
que los cónyuges se pierdan la confianza, y peor aún es
perder la fe en Dios.

Díganse «te quiero» cien veces al día!
En el ámbito de la construcción dicen que dos hombres rinden tres
veces más que uno.
¡Pero el principio divino es que dos pueden hacer diez veces más
que uno! «Uno puede perseguir a mil, pero dos pueden hacer
huir a diez mil.» (Deuteronomio 32:30.)

El matrimonio es algo más que sexo o amistad, y algo más que una sociedad.
Es la relación más íntima, amorosa y sacrificada que pueda darse
entre los seres humanos, y la que ayuda más a ser humilde.
«¡Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos!»
(Juan 15:13).

El amor de verdad es así: que el marido esté dispuesto a sacrificarse
por la esposa y ésta a entregar la vida al esposo.
Es un amor sobrenatural, es el amor de Dios; es más que humano.

En la sociedad actual resulta difícil llevar bien un matrimonio.
Hay incontables tentaciones, no solo de engañar al cónyuge,
sino de comportarse de manera egoísta, de buscar la independencia,
de insistir en los propios derechos.

Todo ello proviene del deseo innato en el ser humano de ensalzarse
a sí mismo, de oponerse a la idea que dio el Señor de que sacrificarse
por los demás es la clave de la felicidad.
Morir a uno mismo, ponerse en segundo plano -y con ello me refiero
también a las necesidades personales- y pensar primero en el otro
es el secreto de la felicidad conyugal.
Al dejar atrás la vida solitaria anterior descubrimos una nueva vida.
Renunciamos a costumbres, preferencias y una forma de ser en favor
de una nueva vida, a fin de agradar a esa persona tan maravillosa
que ha irrumpido en nuestra existencia.
Al proceder así por amor hallamos gran felicidad, porque
el Señor bendice nuestro altruismo; nos bendice por someternos
abnegadamente a otra persona y procurar su bienestar llegando
incluso a ponerlo por encima del nuestro.
Y al dar al amor el primer lugar, el Señor nos bendice dándonos felicidad.
Así es como funciona.


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