Señor, según tu palabra.
Enséñame a discernir y entender,
porque confío en tus mandatos.
Antes de la humillación, erraba
pero ahora cumplo tu instrucción.
Tú, que eres bueno y bienhechor,
enséñame tus leyes.
Unos soberbios me difaman con mentiras;
pero yo guardo de corazón tus decretos.
Como grasa se ha embotado su corazón,
pero yo me deleito en tu voluntad.
Me vino bien haber sido humillado,
así aprendí tus órdenes.
Es más valiosa la ley de tu boca
que mil monedas de oro y plata.
Llevo años trabajando con personas y una de las cosas que he notado es la creciente complejidad de la vida. El mundo, en todas sus dimensiones, económicas, sociales, culturales, morales, políticas, psicológicas, y así podría seguir con un largo etcétera, cada vez se vuelve más y más complejo y, consecuentemente, cada vez es más complicado el poder orientarse, centrarse y tomar las decisiones correctas y adecuadas. Lejos quedan los días en que todo era blanco y negro, bueno o malo, correcto e incorrecto.
Ahora vivimos en un mundo que tiene una incontable gama de grises y, consecuentemente, resulta más y más difícil discernir. El autor del salmo nos indica que la palabra de Dios puede darnos los criterios para discernir y para poder apreciar las diferencias entre las cosas, las decisiones, las opciones, las oportunidades, los dilemas.
Para discernir hace falta criterios, la palabra de Dios puede proporcionarlos.
Una oración
Por el conocimiento de las buenas noticias en Eslovenia.
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