1- Prefacio

Aquí Comienza la Saga de «Maldito Mundo»

Todavía me cuesta separarme de él. Es de esas relaciones románticas o de amistad que te han dejado tan marcado que, aún cuando ya has tomado una firme decisión, todo te lo recuerda: el orden de las cosas en la casa, las conversaciones en medio del café, la taza nueva que compraste, la música que escuchas. Y, con el mundo ha sido igual: hasta en la iglesia veo su presencia, detrás de los patrones prestados, los deseos ocultos. El mundo es como el «amante» de la Iglesia, que es la novia de Cristo. Como ella lo espera (a Cristo), mientras tanto, se confunde entre formas, entre ofertas, entre estructuras organizacionales, y todo lo demás.

Por eso escribo de él, del mundo, del maldito mundo. Porque me levanto amándolo y luego lo odio, un día me levanto odiándolo y luego lo adoro. No es precisamente él, sino lo que me ofrece. No es «el mundo» que me enseñaron en mi «Bar Mitzva» cristiano, que dejarlo consistía en no practicar deportes, no ir al cine, o a la peluquería, usar solo cierto estilo de ropa, peinarse de cierta manera. Este no tiene nada que ver con esto. Tiene que ver con formas, sutiles, que ya nos han penetrado, y que no sabemos si son de él o no (no queremos saber, mejor dicho). Nos esclaviza bajo promesas de que «este es el camino», de que conoce «cómo se debe amar», también «cómo se debe dirigir.» Es sútil, es un «picasso», es casi abstracto, por eso necesitamos par de «remeneos» para poder despertar.

Esto es un divorcio, mi divorcio del maldito mundo. Y ese divorcio me tomará estos 65 post (y algunos momentos de dolor), al final (espero) tendré más propiedad de gritar: ¡MALDITO MUNDO!


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.