Dueño mío, escucha mi voz.
Estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si recuerdas los delitos, Señor,
¿quién resistirá, Dueño mío?
Pero el perdón es cosa tuya,
para que seas respetado.
Yo espero en el Señor,
lo espero anhelante,
yo aguardo su palabra;
Mi vida aguarda a mi Dueño,
mas que el centinela la aurora.
¡Más que el centinela la aurora!
Aguarde Israel al Señor,
que en el Señor sólo hay amor
y su redención es generosa;
Él redimirá a Israel
de todos sus delito.
La mención al perdón de Dios que tantas veces me ha restaurado, reconfortado y dado las fuerzas para comenzar de nuevo.
Y, finalmente, la rotunda afirmación de que en Dios sólo hay amor, afirmación que permite una y otra vez acercarse a Él y experimentar su aceptación.
Celebrar al Dios del amor y del perdón.
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