Disposofóbicos

Saga: «Maldito Mundo»

En A&E dan este programa llamado «Hoarders» donde presentan personas con un trastorno mental llamado «Disposofobia» (miedo a desechar, literalmente), un trastorno psicológico que sufre el 4% de la población del mundo. Cerca de 24,000,000 de personas que no pueden dejar de acumular cosas: algunos acumulan papeles, otros recuerdos del pasado, otros acumulan juguetes, metales, plástico, etc. Lo hacen por diferentes razones: porque les gusta, porque les hace sentir mejor y conectado con un recuerdo en específico. Otros simplemente porque no pueden, otros porque creen que cierta clase de… algo adquirirá valor en el futuro, en fin… diferentes razones. A mi me da «cosita» ver el programa (de hecho, nunca he terminado uno completo) porque por alguna razón me siento uno de ellos.

Me encantan los libros, desde hace mucho tiempo, como se sienten, como huelen, su diseño y a veces… lo que dicen. Por alguna razón los acumulo. También colecciono (¿acumulo?) botellas y cualquier cosa que diga CocaCola por ejemplo… y un montón de objetos que para mi tiene cierto valor: regalos, ropa, tarjetas de navidad (me siento mal cuando veo a gente votándolas), cartas, juguetes, etc… Obviamente si llego al punto donde no puedo seguir almacenando boto algunas cosas para tener espacio y poder acumular más. Eso me dejó pensando en que todos «acumulamos», a mayor y menos escala, no nos damos cuenta porque de alguna forma acumular es «bueno».

El hecho de que «acumular sea bueno» hace que este sea un trastorno de estos tiempos, solo registrado en épocas anteriores en personas con demencia*. Jesús les dijo a los discipulos: «… no lleven oro ni plata ni cobre en el cinturón, ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón...» (Mateo 10:9-10) Lo dice con un propósito, con el propósito de que viajen ligero, de que no tengan nada que los ate. Casi al final de su ministerio les dice a sus discipulos: «Les faltó algo cuando les dije que no llevarán nada?» Los discipulos respondieron : «No.» ¡huh! «Pues la lección ha terminado, ahora: lleven.» Y les aseguro que, aunque ahora si podían usar cualquiera de estas cosas mientras estaban de misioneros por ahí, había un sentido de que Dios provee. Me di cuenta de «cuán pesado viajamos» cuando me mudé: cargamos tantas cosas (aparte de las que dejamos atrás, regalamos, o botamos) que aún con la ayuda de la gente de El Círculo nos tardamos unas tres semanas para poner todo lo que no pudimos «desechar» más todo lo valioso en orden. Me dije a mi mismo: «si me vuelvo a mudar dejaré muchas cosas atrás.»

En Lucas 12:16-21, Jesús cuenta la parábola de un hombre que acumuló sus cosechas en grandes graneros, y luego Dios le dijo: «¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?» ¿Cómo asi? Si leemos este pasaje con ojos más inteligentes este hombre está haciendo algo que cualquiera de nosotros haría: acumular (dinero, cosechas, ¡lo que sea!) en orden de poder tener descanso para los próximos años e ir al club, a la piscina, a la playa, dedicar tiempo a mi mismo, viajar, conocer el salto del limón o los 175 pozos de Guanajuato… ¡Sentirnos tranquilos! Richard Foster hace un tremendo señalamiento: «Al hombre rico, en la parábola de Jesús de Lucas 12, le llamaríamos ‘prudente’, Dios lo llama estúpido.» O esta otra historia de la mujer que acumulaba un perfume, por su valor y por lo preciado que era, y de repente derrama todo lo acumulado delante de Jesús. Los hombres la llaman estúpida, Jesús la llama «adoradora» e es invitada al Reino de los Cielos (Lucas 7:45-47).

En otra ocasión Jesús dice: «no acumulen tesoros en la tierra.», porque sabe que acumulamos de todo: conocimientos, diplomas, premios, lugares, cosas, propiedades, etc. Son cosas que definitivamente no podremos llevar con nosotros «al otro lado» pero que nos dan un sentido de seguridad. Para acumular necesitas dinero. Y cuando nos enfocamos en acumular dinero para acumular cosas, nos volvemos avaros. Cuando nos volvemos avaros entonces perdemos el sentido, el sentido de que como gente de Dios toooooodo lo que tenemos proviene de El. Que cada cosa que experimentamos (algunas de esas que queremos acumular) son un don suyo…. todo. Esta acumulación se vuelve compulsiva cuando es mi prioridad, cuando no le creo a Dios en que El me suple, cuando me provoca ansiedad, entonces perdemos el sentido, como dije antes, y acumular (¡lo que sea!) se vuelve mi enfoque.

No veo en qué está mal esto, quizás dirás… ¡Verdad Fausto! ¿En qué está mal? Alguien dijo por ahí que «Cuando no puedes dar algo es porque ese objeto te posee, porque nada es tuyo hasta que puedas darlo.» Y está claro porque solo puedo dar lo que es mío. Lo que digo es que el que acumula, sin el sentido de que como creyentes estamos «de pasada», es esclavo de lo que acumula, y le da miedo deshacerse de eso, y es esclavo del objeto (ese objeto puede ser tiempo, dinero o…); y: no podemos administrar lo que tenemos bien, y no podemos dar a Dios de la forma en que debemos dar: mi tiempo, mi espacio, mi ser, mis recursos…

Debemos reconocer que las cosas que tenemos son cosas para «mejorar nuestras vidas» no para «oprimirlas». Y si acumulamos, si obtenemos o guardamos cosas que luego apreciamos (o porque apreciamos) eso no debe anclarnos ni desconectarnos de la realidad. Como Agustín solía decir: «Toda la plenitud que no proviene de Dios es pobreza para mi.» Lo que es un «oxímoron» (¿lo dije bien? ¿lo dije bien?), porque toda plenitud viene de El, solo existe la ilusión de que alguna plenitud pueda venir de otro lado.

Que entiendas que lo que tenemos es concedido, prestado «de por vida», y que la mayor libertad es tener la capacidad de entregarlos si algún día se nos pide o compartirlo si algún día es necesario. ¿Qué acumulas? ¿Qué te tiene que no puedes dar?

*No debe confundirse con el trastorno de Diógenes, las personas con esta enfermedad mental son descuidadas, no preocupadas por su higiene o su aspecto físico, a diferencia de los dispofóbicos que solo te das cuenta de su problema si visitas donde vive.


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