Acerca de cuando adoramos becerros de oro

«Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apardato del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios…» Éxodo 32:8

Al leer esta historia es muy fácil juzgar al pueblo judío: ¡Cómo van a traicionar a Dios de esa manera! ¡Pero si vieron el mar rojo abrirse en dos! ¡Pero si vieron caer maná del cielo! ¡Si comieron codornices cuando quisieron carne! ¡Si se aterrorizaron al ver a Dios descender al monte Sinaí! Pero yo me pregunto ¿Cuántas veces hemos traicionado a nuestro Dios tal como lo hizo el pueblo judío?

Cuando Aarón recibe todos los zarcillos de oro del pueblo y le da forma al becerro de oro el pueblo dijo: «Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto» Éxodo 32:4
pero luego Aarón dice algo que me hace reflexionar «Mañána será fiesta para Jehová« Éxodo 32:5

Acaban de construir un idolo, acaban de decir que ese idolo es dios ¿y luego adoran a Jehová? ¡Qué absurdo! y sin embargo ¡Cuántas veces actuamos así en nuestra relación con Dios!

Dios nos ha guardado hasta el día de hoy, en tiempos de paz el ha estado a nuestro lado, en tiempos de angustia él ha sido nuestro refugio, y aún así, muchas son las veces que después de que Dios obra un milagro en nuestras vidas, llegamos a creer que es por nuestro talento, nuestros dones, nuestro dinero, nuestra moral, nuestra familia, entre otras cosas, que obtenemos la victoria, y así levantamos un «becerro de oro» en nuestras vidas, le quitamos la gloria a Dios y se la damos a cualquier otra cosa

Lo peor es que, así como el pueblo judío, pretendemos seguir «adorando» a Dios: ¡Aún cuando hay una estatua de oro gigantesca en medio de nuestras vidas!

Resumiré las enseñanzas que obtengo de este pasaje en dos frases:
– Al leer acerca de la obstinación y los pecados recurrentes del pueblo judío, no debo juzgar sino aprender de sus errores.
– Solamente Dios merece toda la gloria para siempre: si caigo Dios me levanta, y si no caigo es porque Dios me sostiene, en ambos casos todo se lo debo a Dios


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