*** Admiración y Respeto ***

La Biblia establece claramente que todo creyente debe cultivar
el temor de Jehová.
El verdadero temor de Dios incluye admiración y respeto, pero va
mucho más allá de eso. David nos dice: “La iniquidad del impío me dice al
corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Salmos 36:1). David
está diciendo: “Cuando veo a alguien consintiendo en la maldad, mi corazón
me dice que tal persona no tiene temor de Dios.

No reconoce la verdad acerca del pecado,
o acerca del llamado a la santidad por parte de Dios”.

El hecho es, que el temor de Dios nos da el poder para mantener la victoria en
tiempos de maldad. Así que, ¿cómo obtenemos este temor? Jeremías responde
con esta profecía de la Palabra de Dios: “Y les daré un corazón, y un
camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus
hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré
atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que
no se aparten de mí” (Jeremías 32:39-40).

Esta es una maravillosa promesa del Señor.

Nos garantiza que Él nos proveerá de su temor santo.
Dios no derrama simplemente su temor a nuestros corazones en
un destello sobrenatural. No, Él pone Su temor en nosotros a través de Su
Palabra.

¿Significa esto que el temor de Dios es plantado en nuestros corazones cuando
simplemente leemos la Biblia? No, en lo absoluto. Viene cuando concientemente
decidimos obedecer cada palabra que leemos en la Palabra de Dios.

La Escritura se encarga de ello.
Nos dice cómo es que el temor de Dios vino sobre Esdras:
“Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y
para cumplirla” (Esdras 7:10).

El temor de Dios no es tan sólo un concepto del Antiguo Testamento.

Vemos que el temor de Dios se menciona en ambos Testamentos.
El Antiguo nos dice: “Teme a Jehová, y apártate del mal” (Proverbios 3:7).
Así también el Nuevo declara:
“No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:18). Pablo
añade: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1).

Fuente David Wilkerson


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