ARMADA HASTA LOS DIENTES

Descansar en Dios no nos garantiza la ausencia de problemas, pero si la seguridad de un desenlace mucho mejor que el que habíamos deseado.

Si un desconocido toca la puerta de tu casa a las cinco de la mañana, diciéndote: “Buenos días. Escuché que tenías una gran preocupación y necesitabas ayuda, así que estoy a tu disposición para lo que necesites. Tú eres muy especial para mí. Yo te conozco tanto, que sé el número exacto de tus cabellos y mucho antes de que articules palabra alguna, ya sé lo que vas a decir. Mi amor por ti es incondicional”, después de pegarte tremendo susto, lo más probable es que no le abras la puerta e inmediatamente llames a la policía para que se lo lleven preso, por atrevido, sospechoso y charlatán.

En cambio, si tu mejor amiga hace la misma proeza, está vez a las tres de la madrugada, abrirías la puerta –más rápido qué inmediatamente-, sin importar los rulos en el pelo, las lagañas y el aliento propio de la hora. Toda conmovida, agradecerías su acto de benevolencia y aceptarías la ayuda sin ningún problema.

Soy de la opinión de que a muchos le pasa exactamente lo mismo con Dios. Con frecuencia tendemos a confundir el SABER de Él, con CONOCERLO y tener una relación personal con Él.

Cuando sabes de Dios, tienes un panorama extremadamente limitado. Te cuesta mucho confiar completamente en Él, porque desconoces sus atributos, su capacidad, su posición, su grandeza, su amor incondicional y personal por ti.

Por eso, es muy común escuchar algunas personas decir cosas como: “Dios está muy ocupado con todos los problemas de los demás, para preocuparse por los míos”, “No voy a preocupar a Dios con mis problemas, cuando hay personas con circunstancias peores que la mía”. Aunque en lo más profundo de su ser pueden estar anhelando un acercamiento con Dios, pero no saben cómo hacerlo.

Ahora bien, conocer a Dios, es otra nota…. es otro rollo…..es otra dimensión.

Es tener una relación personal con Él. Es sentirte segura de tu posición en Él, a través de su amor incondicional por ti. Es entender que tu identidad y tu valor están basados en Él y no en ti misma. Es conocer sus atributos, su poder, su grandeza, su fortaleza, su fidelidad, su potestad. Es convertir su opinión en tu autoridad final y sus promesas en tu porción diaria.

Dicho en lenguaje callejero: “Cuándo conoces a Dios, estás armada hasta los dientes”.

Recuerda, Dios es todo un caballero, El se va a acercar a ti, hasta donde tú se lo permitas. Puedes estar segura que Él no va a venir con pistola en mano pidiéndote que creas, aunque cada día trata de llamar tú atención a través de las cosas más simples.

Si sólo lo miras como tu creador, te estás perdiendo de muchísimas, pero de muchísimas bendiciones.

No le des tanto cerebro a las cosas , deja la preocupación a un lado y dale la oportunidad de que su suficiencia absorba tu insuficiencia. El es tu Gran Señor, tu Salvador, tu Dios Altísimo, tu Dios Todopoderoso, tu Dios Eterno, tu Proveedor, tu Bandera, tu Sanador, tu Pastor, tu Dios de Paz, tu Dios de Justicia.

¡Permítele a Dios que te arme hasta los dientes!

El está tocando a tu puerta hoy. ¡Ábrele!


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