Corazón Partido III

Corazón Partido:

(Tercera Parte)

En cierta ocasión, Spurgeon -de visita en el campo de un amigo- vio sobre uno de los graneros el siguiente anuncio… «Dios es amor» 

Intrigado, preguntó si aquello quería decir que el amor divino era cambiante como el viento. «No…» -dijo el amigo- «Aquello me recuerda que Dios es amor siempre, no importa de donde soplen los vientos» 
Fue Juan -el amado- quién dijo: «Dios es amor» y «De tal manera amó Dios…» Porque carácter y conducta siempre irán de la mano en una naturaleza genuina. Esto es lo que lo hace único y nos cautiva…
Por eso, en el principio no fuimos convencidos tanto como enamorados. Jeremías dijo: «Me sedujiste -oh Señor- y fui seducido…» Después, el reto fue y es «Ser semejantes a él…» El resultado es que aquellos que se acercaron al original acabaron siendo los desinteresados que trabajaron por un mundo mejor.
Ese siempre ha sido el móvil. Cuando una iglesia o un creyente hacen sacrificios e invierten generosamente para el bien de Dios y del prójimo; no es la doctrina ni la sabiduría que los empuja tanto como… ¡El amor de Dios ardiendo en sus corazones! 
Pablo dijo: «El amor de Cristo me constriñe…» porque su amor no es una simple sensación, una experiencia egoísta y tampoco trabaja sólo para mi. Su amor y nuestro ego entrarán en conflicto porque son como el «agua y el aceite» elementos incompatibles que nunca se mezclan.
Con el amor, cambian las prioridades. El primero y segundo lugar, ya no nos corresponde. De pronto, comenzamos a perdernos en el interés ajeno. ¡Por primera vez en nuestras vidas hacemos las cosas sin un provecho personal! El pálpito del corazón divino puede ser oído con claridad…
Es por eso, el impacto que causa la profecía… «A causa de las injusticias, el amor de muchos se enfriará» 
El amor es el punto…
Como dice el amigo de Spurgeon: «Dios es amor siempre, no importa de donde soplen los vientos» En otras palabras, cualquiera sean las circunstancias… ¡Su amor no cambia! 
Ves, en esta profecía el problema no es Dios. Esta es la diferencia, nuestro amor es cambiante -muchas veces- sujeto al zarandeo de los acontecimientos que nos rodean.
Y aquí venimos al meollo del asunto…
Una religión (incluso la cristiana), no representa dilema alguno pero ser un creyente bíblico, tiene un altísimo riesgo. ¿Cuál es? En las palabras de Cristo: «La multiplicación de la maldad» 
Hay gente obsesionada con el diablo y las maldiciones cuando el principal desafío de la iglesia no está afuera, sino dentro. ¿Sabías que la primera causa de la pérdida de gente es la propia iglesia?
Esto que digo es «como pegarse un tiro en los pies» pero -lamentablemente- es lo que está sucediendo hoy en día…
No te equivoques, esta maldad no habla del mundo. El Apóstol Pablo -en el carácter de los hombres en los últimos días- da una detallada lista de alguna de la clase de personas que llenarán las iglesias: «Habrá hombres amadores de sí mismos y del dinero… Amantes de los placeres más que de Dios… Que tendrán apariencia de piedad…» 
Muchos ocuparán banca y otros púlpitos pero tanto unos como otros traerán la misma desilusión…
Y te digo que recién ahora empezamos a sentir este flagelo, por eso creo que aún no podemos medir el impacto de un amor que se perdió en la frialdad.
Será como una pasión que ya no arde, un fuego que no consume y, un entusiasmo perdido que ahora parece ridículo. Por eso, hay tantas nuevas revelaciones que parecen querer sofisticar el sencillo evangelio. Como cuando un amor se apaga y necesita buscar nuevas emociones. Alguien así estará dispuesto a todo -incluso- a pisotear lo que una vez había creído…
Esta es la batalla muda que muchos libran. Porque cuando la pasión ya no está ¡Hay que reformar la fe! 
Hay que componer un nuevo evangelio…
Alex de la Iglesia

 



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