Un profeta no puede vivir de clichés. Tampoco puede sumergirse en el status quo, ni puede usar su «profesión» (yo le llamaría vocación) o ministerio como un símbolo de estatus. En el momento en que haga eso, su boca dirá que es un profeta pero toda la evidencia apunta a lo contrario, pues ya no podrá levantar su voz contra lo que está podrido, contra el maldito mundo. La pudedumbre lo ha alcanzado y él-ella ha decidido abrazarla. Y claro man: Lo podrido nos encuentra a todos, pero de ahí a abrazarlo hay muchos kilómetros, ¿tú vé?
El profeta que vive de clichés se hace un cliché. Un cliché apostólico-profético-galáctico-interestelar-espacial-cosmético. Ahora, ser un no-cliché no es una cuestión fácil, por eso profetas son pocos y mucho los pseudoproféticos, los que dicen: «soy profeta» pero en realidad son projetas.
¡Qué tengas una excelente semana! Y si te encuentras un cliché: have fun!
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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