Día de la Familia

Era domingo, el último domingo de mayo del año 2000. Cómo pasa el tiempo. Viajé a Cali muy temprano, porque mis hijos me habían invitado al “Día de la Familia” en el Colegio Reyes Católicos, donde estudiaban. Mi hija se hallaba en grado 11 y mi hijo en 3º.

Al llegar a Cali, fui directamente al colegio, porque les había dicho que allí estaría muy puntual a las 9 de la mañana. Increíble recibimiento. El señor rector del colegio y algunos profesores estaban atentos a la llegada de las diferentes familias.

Cada grupo tenía su propio stand. Cada uno de ellos, un color diferente. Recuerdo muy bien que en el grado 11 todos estaban de amarillo. Mi hija se hallaba con ellos. No sabíamos para dónde ir, porque el stand de mi hijo quedaba al otro lado. Los pequeñitos, alejados de los grandes.

Nos ubicamos con amigos y recién conocidos. Charlamos, reímos y empezó la función. Había rifas, premios, sorpresas, concursos. Un festival completo, donde participaban todos los estudiantes, profesores, egresados, directivos y padres de familia.

Almuerzos para elegir. Algunas familias habían preparado platos muy buenos y fuimos visitando cada sitio, comiendo de todo y abusando de los elementos grasosos o grasientos.

Por la tarde hubo música. La orquesta del colegio, canciones con los niños y al final, concurso entre los padres de familia. Ahí, me apunté. Para qué, ni idea. Me dijeron que si quería participar y dije que no había problema. Que me inscribieran. Creí que era un sorteo, una rifa, algo con boletas, pero los boletas éramos los que estábamos allí. Todo porque después de la inscripción nos llamaron para que dijésemos qué íbamos a hacer en el escenario.

Temblé y me dio risa. No podía creer. Estaba mi familia allí. Mis hijos no se habían dado cuenta de lo que iba a suceder. Yo tampoco. Cuando me preguntaron qué sabia hacer, les dije que muy poco. Al final, opté por la mímica.

Sandro de América se iba a presentar sin ensayar nada. Pero nada es nada. Recuerdo que el presentador me pidió el nombre del disco que iba a “cantar” de mentiras y le dije: “No tengo idea”. Luego, recordé uno excelente: “Porque yo te amo”. Salí de tercero a participar. Éramos siete.

Cuando tomé el micrófono vi público por todo lado. Padres, hijos, colores, camisetas, quioscos. Miré a donde estaban mis hijos. Recuerdo a mi hija con una expresión de dónde me escondo. Mi hijo, pequeño, me miraba como pensando “¿Y qué le pasa?”

Las contorsiones y movimientos de Sandro en su mejor época y un final en el cual mi hijo vino corriendo, gritando y llorando porque no entendía qué me estaba ocurriendo y qué había sucedido. Mi muchacho no sabía si me había enfermado o me había dado un ataque. Lloraba y asustado se acercó a abrazarme.

Bajé del escenario y ya tenía muchos fans haciendo barra. Cargué a mi hijo que no podía entender y por las lágrimas, deduje que yo era un fracaso en el escenario. Sin embargo y para sorpresa, gané. Gané. Mi primer premio en la vida. Después de tantos años participando en sorteos, risas y espectáculos, gané haciendo el ridículo en el Día de la Familia. “¡Qué oso!” Dijo mi hija, pero mi premio se lo guardó para ella.

Ese día lo recuerdo muy bien, porque fue emotivo, alegre, emocionante y las familias estaban ahí. Padres e hijos en una verdadera comunidad.

Eso no lo volví a ver ni allí, ni en otra parte. Y añoro El Día de la Familia, especialmente, ahora, cuando hay tantos “huérfanos de padres vivos”.

Quisiera que en colegios y universidades se implantara “El Día de la Familia”. Volveríamos a tener abrazos, caricias y besos entre padres e hijos y esa relación se incrementaría demasiado. Porque hace falta afecto. Y la falta de afecto, mueve a los niños y jóvenes a buscar otros caminos que no llevan sino a la droga, sexo desenfrenado, amistades peligrosas.

Una sugerencia a Rectores de colegios y Directores de Bienestar en las universidades: piensen en crear “El Día de la Familia”.

Manuel Gómez Sabogal ([email protected])

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