DICHOSO EL LADRÓN…

¡CUIDADO! No estoy glorificando el pecado…
Pero, para aquellos que a veces no entienden que la Palabra nos permite escudriñar las perlas que en ella se encuentran, debo hacer esta advertencia. Porque ponen cargas eclesiásticas sobre las personas que se congregan con ellos que hacen más pesado el Evangelio de Cristo de lo que realmente Él vino a mostrar. Jesús dijo que Él vino para que lleváramos Su yugo, no el nuestro. Y el yugo de Jesús, según dijo Él, es liviano. Pero a veces a los pastores se nos olvida, así, incluyéndome yo – por aquello de los críticos implacables-, que sin darnos cuenta podemos cargar a nuestros amigos y amigas con reglas que no tienen nada que ver con el Precioso Evangelio de Jesucristo. Por eso los legalistas no tienen base para sus exigencias. O quizá deba decir: No tenemos…
¿Por qué el título? Porque meditando en ese hombre ladrón, sinvergüenza, estafador, tramposo y asesino que tuvo la dicha de que lo colgaran al lado de Jesús, nos saca de foco al verlo tan tranquilo esperando la muerte aunque sea clavado en un madero… ¿Por qué tranquilo? ¿Acaso no había dolor? ¿Acaso no había vergüenza? ¡Claro que si! pero, mis queridos, había algo más: Tranquilidad. Paz. Y todo porque, en un momento dado, se le iluminó el corazón, -no sé como fue, pero fue-, que Alguien le reveló que el Hombre que estaba en el centro era el Hijo de Dios… es decir, Dios mismo. Por eso fue que en un instante, quizá sin darse mucha cuenta, expresó sus últimas palabras: Lucas 23:42 las registra:  «decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino». Estaba reconociendo que Jesús era Rey. Estaba reconociendo que Jesús vendría en un Reino muy diferente al romano. Y él, no importa qué fui en la tierra, quiero estar contigo… Eso bastó para que Jesús respondiera:  43 «Entonces El le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». ¿Ve que tengo razón para decirle que este hombre fue un dichoso?  No tuvo que hacer vigilias para completar su salvación. No tuvo que vestirse de alguna forma para ser salvo. No tuvo que hacer ayunos para agradar a Dios. No tuvo que quitarse el bigote ni la barba para parecer cristiano. No tuvo que hacer nada más que confesar que Jesús es el Señor… Bueno… hasta aquí lo hermoso. Pero aún falta algo más hermoso. Y eso nos atañe a usted y a mí: Al ladrón le dijo: Hoy estarás conmigo en el paraíso. No en el Cielo. En el Pardes. O sea, un lugar antes que el Cielo. (Pregúntele a Abraham por favor). Porque al Cielo entraremos todos los que nos vayamos con Jesús cuando venga por Su Iglesia y nos presente ante el Padre. La diferencia es que yo me tuve que quitar el bigote, la barba, la ropa de color y hacer vigilias y ayunos y otras cosas cuando reconocí que Jesús es Rey… Eso fue hace treintipico de años…Por eso, dichoso el ladrón… ¿Qué opina usted?
 
 
 
 
 

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