Divagando sobre un verdadero hombre

En un momento de mi vida, dudé llegar a ser madre. Ahora lo soy. Pero aún más, jamás imaginé que sería la madre de un varón. Ahora lo soy. Y el reto delante de mí me parece extraordinario, no solo porque me crié con puras niñas (somos tres hermanas), sino porque la figura del varón es atacada fuertemente en nuestra sociedad.

Para muestra, quiero comentar un programa de televisión que es bastante popular. Su nombre: Two and a Half Men. Al meditar en mi hijo creciendo, me entristece observar a los personajes de este programa.

CHARLIE. El héroe de la serie. El mejor actor pagado de televisión. ¿Pero qué transmite este personaje? A mí me provoca profunda compasión y rabia. Sí, rabia. Porque representa a los hombres que solo piensan en el deleite temporal y que lastiman a muchas muchachas en el proceso. Compasión, porque habla de aquellos que detestan el compromiso y no quieren crecer.

Quizá para algunos Charlie sea un ideal. Auto compacto, casa junto a la playa, mujeres al por mayor. Yo lo veo como un hombre desubicado, egoísta, soberbio. Todo lo contrario al hombre más perfecto en el mundo: Jesucristo. Él jamás habría tratado así a las mujeres. ¿Habría llegado a la edad de Charlie sin lograr nada? No quiero que mi hijo admire a un hombre como Charlie. No deseo que anhele las cosas que él es. De hecho, no pretendo que vea ese programa mientras de mí dependa.

ALAN. El muchacho tonto. Cuánto dolor me provoca observar programa tras programa, comercial tras comercial, donde el padre es la figura del “tonto” de la historia. Homero Simpson es tan solo otro ejemplo. Hombres sin mucho coeficiente que aman a una súper mujer, o que por azares del destino, se encuentran casados con una. Hombres que son la burla de otros hombres.

Y para los Alans del mundo también experimento un profundo amor. Recuerdo lo que se siente ser el último en la fila, el blanco de los chistes, el inepto para los deportes. Me acuerdo de la secundaria. Con tristeza reconozco que en su momento no defendí a esos muchachos que crecieron heridos e inseguros. Muchos de ellos son los que hoy han tomado las armas para vengarse en las escuelas o contra la sociedad. No quiero que mi hijo crezca con la idea de que es “tonto” solo porque no es un Charlie. Porque no todos los hombres tienen que llenar un prototipo para ser “hombres”. Allí está de nueva cuenta el Señor Jesucristo. Él no fue un “don Juan”, ni un “as en el deporte”, ni un “aventurero”. Más bien era un hombre con propósito, y eso es lo que más atrae de un varón.

JAKE. Pobrecito pequeño. Ni Charlie ni Alan. Sin la presencia de una madre. Criado por el televisor. Y nos reímos de sus penalidades. Más bien deberíamos rogar por todos los Jakes del mundo. Aquellos bebés que lloran en sus cunas porque nadie cambia sus pañales ni los alimentan pues sus padres están drogándose. Aquellos Jakes que ven televisión pues no tienen nada más que hacer. ¿Y sus padres? Trabajando. Aquellos Jakes que van mal en la escuela porque nadie se sienta a hacer tarea con ellos ya que sus padres piensa que para eso están los profesores.

Esos Jakes llegan a la vida adulta como cometas en el aire, sin esa cuerda que los afiance a un adulto. Los Jakes crecen sin ejemplos masculinos fuertes. ¿Un Charlie casanova? ¿Un Alan perdedor? No, gracias. Mi esperanza es que muchos de esos Jakes un día encontrarán a Jesucristo o leerán la Biblia. Hallarán ejemplos de hombres verdaderos en Abraham, Moisés, David, Elías, Pablo (hombres imperfectos, pero que reconocieron su pecado). Incluso en la Historia Universal conocerán a Abraham Lincoln, Benjamín Franklin, William Wilberforce.

Y sí, lo digo con temor como madre, no deseo que por mi culpa mi hijo se torne en un Jake. ¿Qué me toca? Quedarme en casa. Dedicarle tiempo. Ser una madre. Y doy gracias a Dios que mi hijo tiene un padre que sé que lo guiará a ser un verdadero hombre. Porque un verdadero hombre no es el que tiene más conquistas, sino el que ha sido conquistado por Jesús; no es el que tiene más posesiones, sino el que ha perdido todo por seguir a Jesús; no es el que lo sabe todo, sino el que se preocupa por ganar únicamente el conocer a Jesús.

Ya que Jesús es el hombre perfecto, un verdadero hombre es, simplemente, aquel que sigue y anhela imitar a Jesús.


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