El lugar que ocupa el corazón en el proceso de transformación de un hijo de Dios. Con frecuencia concebimos el pensamiento, los sentimientos y la voluntad, como funciones separadas.
El corazón, según
Una buena ilustración de este tipo de uso de la palabra corazón es la que vemos cuando Moisés les dijo a los israelitas: “Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír” (Deuteronomio 29:4). Así como los ojos son para ver y los oídos para oír, también el corazón es para entender. Cuando Job les quiso decir a sus “amigos” que él no era inferior a ellos en entendimiento, les dijo literalmente: “Yo tengo un corazón, como lo tienen ustedes”. La versión Reina Valera traduce así este texto: “También tengo yo entendimiento como vosotros” (Job 12:3). En
El corazón, además de ser el lugar donde pensamos, también es el lugar donde reside nuestra voluntad, donde decidimos. Es en el corazón donde deseamos y escogemos. David se regocijaba en Dios, porque decía que le había dado los deseos de su corazón (Salmo 21:1-2). Cuando Dios probó a su pueblo en el desierto, Moisés le dijo al pueblo que era “para saber lo que había en su corazón, si había de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2). Dios miró en sus corazones para ver si iban a decidirse a obedecer, o no. Esto se debe a que el corazón es el lugar de todos los propósitos y los planes, todas las motivaciones e intenciones, y todas las resoluciones.
Después de la presencia de Dios en nuestra vida, la capacidad para escoger es el mayor poder que poseemos. Podemos decidirnos a creer o no creer. Podemos escoger entre caminar en el Espíritu o caminar según la carne. Por eso podemos decir hermanos que el triunfo en la vida cristiana se halla en el ejercicio de la voluntad.
El corazón es también el lugar donde experimentamos las emociones. El amor y el odio, el gozo y el dolor, el valor y el temor, y todas las demás emociones son consideradas como algo que pertenece al corazón. Por ejemplo, debemos amar a Dios con todo el corazón (Deuteronomio 6:5); gritar llenos de gozo ante Él con un corazón alegre (Isaías
65:14), y hacer que nuestra fe en Cristo impida que nuestro corazón se angustie (Juan 14:1).
Las emociones no son simples experiencias de la persona interior. Se las siente físicamente, sobre todo en el corazón. El Antiguo Testamento expresa con gran fuerza las emociones como movimientos del corazón. Si una persona pierde el valor, es que su corazón tiembla como las hojas con el viento (Isaías 7:2); es débil, se derrite como la cera (Salmo 22:14); se vuelve agua (Josué 7:5). Se describe el temor diciendo que el corazón de la persona se hunde (Génesis 42:28), falla (Salmo 40:12), se pierde (1 Samuel 17:32). Por contraste, el valor es el fortalecimiento del corazón (Salmos 27:14).
La relación entre las emociones y el cuerpo físico es la razón por la cual Las Escrituras enseñan que aun la salud física se ve afectada por nuestros estados emocionales. Por ejemplo, en Proverbios 14:30 leemos: “El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos”.
Y Nehemías afirma que las emociones positivas son verdaderamente curativas para el cuerpo, cuando dice: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).
Por consiguiente, el corazón es el lugar donde se conoce, se decide y se siente; es el centro de nuestra personalidad. Es el lugar donde Dios se dirige a nosotros, y desde el cual respondemos como persona completa. Por eso su función de conocer es la que se halla en primer lugar, porque la función máxima del corazón consiste en buscar la sabiduría y el conocimiento a base de prestarle atención a
El reconocimiento de que el pensamiento, las emociones y la voluntad se hallan unidos dentro del corazón, es críticamente importante para comprender pasajes de
Con mucha frecuencia los creyentes conocen la verdad, pero no son libres. Esto se debe a que no conocen la verdad en su corazón; no la conocen emocionalmente, ni en cuanto a la conducta, como la conocen en sentido intelectual. Es una verdad, pero no es una verdad suya.
Es en el corazón donde nuestra mente, emociones y voluntad se unen en un estilo de vida centrado en Cristo. Cuando volvemos nuestro corazón hacia Dios, comenzamos a Amarlo a Él y a amar a los demás con plenitud.
El verdadero amor es el AMOR de DIOS.
¡DIOS TE AMA!
Mary Paula
Iglesia Puerta de Bendición
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