El Creyente y La Ley Moral de Dios


Es necesario empezar nuestro estudio haciendo algunas preguntas; ¿Para qué sirven los Diez Mandamientos? ¿Por qué debemos estudiarlos? ¿Cuál es el propósito de los Diez Mandamientos? Al contestar estas preguntas debemos guardar en mente, los dos errores básicos con respecto a los mandamientos:
Primero, el error consistente en el legalismo, es decir la idea de que la salvación se obtiene por medio de la obediencia a la ley, que la justificación es por obras.
Segundo, el error de aquellos que creen que la salvación de gracia por medio de la fe anula o acaba con la ley (los mandamientos).
Cuando hablamos de los Diez Mandamientos, estamos hablando de la «ley moral» y no de la ley ceremonial o civil. Sin lugar a dudas, la ley de Dios en sus aspectos ceremoniales y civiles ha sido anulada bajo el Nuevo Testamento por la obra de Cristo. La ley moral (los Diez Mandamientos) es de valor permanente porque es un reflejo de la santidad de Dios y la norma para definir el pecado bajo ambos testamentos.
Las leyes ceremoniales (los sacrificios, las ceremonias, los ritos, el sacerdocio, etc.) del Antiguo Testamento apuntaban hacia la persona y la obra de Cristo y encontraron su cumplimiento y consumación en Él. (Vea Col.2 y las epístolas de Gálatas y Hebreos). También las leyes civiles que gobernaban al pueblo de Israel como una teocracia y como una sociedad sacralista fueron abolidas por el establecimiento del Nuevo Pacto.
El hecho de que los valores morales del decálogo (los Diez Mandamientos) son enseñados en ambos testamentos se puede observar claramente en lo siguiente:
 
El Antiguo Testamento
(Éxodo 20:1-17)
Nuevo Testamento
1. «No tendrás dioses ajenos
1. «Os anunciamos que de estas delante de mí» vanidades os convirtáis al Dios vivo» (Hech.14:15)
2. «No te harás imagen; no te inclinarás a ellas, ni las honrarás».
2. «Hijitos, guardaos de los ídolos» (1Jn.5:21)
3. «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano».
3. «Mas sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por otro cualquier juramento»  (Sant.5:12)
4. «Acordarte has del día de reposo para santificarlo»
4. El día fue cambiado bajo el Nuevo Testamento y ahora el día de adoración es el domingo.
5. «Honra a tu padre y a tu madre»
5. «Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo» (Ef.6:1).
6. «No matarás»
6. «Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida» (1 Jn.3:15).
7. «No cometerás adulterio»
7. «Ni los fornicarios, ni los adúlteros heredarán el reino de Dios (1 Cor. 6:9-10)
8. «No hurtarás»
8. «El que hurtaba, no hurte más» (Ef.4:28)
9. «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio»
9. «No mintáis los unos a otros.’ (Col.3:9)
10. «No codiciarás»
10. «O avaricia ni aún se nombre entre vosotros» (Ef.5:3).
¿Para qué sirven los Diez Mandamientos?
En primer lugar, no sirven para salvarnos. Este es el error más común respecto de los Diez Mandamientos. El mundo religioso está lleno de personas que creen que pueden salvarse guardando estos preceptos. La Biblia dice lo contrario y afirma que nadie será salvo guardando los diez mandamientos.
«Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él; porque  por la ley es el conocimiento del pecado» (Romanos 3:20).
«Porque todos los que son de las obras de la ley, están bajo de maldición. Porque escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Mas por cuanto por la ley ninguno se justifica para con Dios, queda manifiesto: Que el justo por la fe vivirá» (Gálatas 3:10-11).
«Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para que fuésemos justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada» (Gálatas 2:16).
Entonces, en primer lugar la ley fue dada no para salvarnos sino para convencernos de nuestros pecados y mostrarnos nuestra necesidad de Cristo. «De manera que la ley nuestro ayo (maestro) fue para llevarnos á Cristo, para que fuésemos justificados por la fe» (Gálatas 3:24).
Nadie puede salvarse por sus propias obras y su justicia personal por la sencilla razón de que la ley de Dios exige una obediencia perfecta. La ley maldice a todos aquellos que no cumplen «todas las cosa que están en el libro de la ley para practicarlas «(Vea Gál.3:10).
Para que alguien pudiera salvarse guardando los Diez Mandamientos, tendría que guardar cada uno de ellos sin fallar en ningún punto. Santiago 2:10 dice: «Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto, es hecho culpado de todos».
El evangelio anuncia que Cristo vino al mundo para salvar a los hombres. El vino para cumplir con la ley, ofreciendo una obediencia perfecta a todas sus exigencias. Por medio de lo que se llama su «obediencia activa», Cristo cumplió con los diez mandamientos en lugar de los creyentes. En las Escrituras, la vida perfecta de Cristo es llamada «su justicia», o la «justicia de Dios». La justicia perfecta de Cristo (su obediencia a la ley) es imputada, abonada o acreditada a la cuenta de todos los creyentes.
(Vea Rom.3:20-28; 4:1-9, 22-25; 5:12-21; 8:1-4, 30-39; 2Cor.5:21; Rom.10:1-4; Fil.3:7-9).
Es en base a esta «justicia» de Cristo imputada legalmente a ellos, que los creyentes son tratados por Dios como si ellos mismos hubieran guardado perfectamente la ley porque Dios acepta la obediencia de Cristo en su lugar.
Por medio de lo que se llama su obediencia pasiva, Cristo murió en la cruz y sufrió el castigo y la maldición de la ley en el lugar de los creyentes. Gálatas 3:13 dice: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición; (porque está escrito: Maldito cualquiera que es colgado en madero:)».
Esta es la doctrina fundamental de la fe cristiana. No es posible entender la muerte de Cristo sin un entendimiento de las exigencias de la ley. Cristo murió para propiciar la ira de Dios que la ley estipulaba. Según la ley la paga del pecado es muerte, y Cristo la sufrió en lugar de los creyentes como su sustituto.
Entonces, podemos concluir que todas las obligaciones legales de los creyentes ante la ley de Dios fueron cumplidas por Cristo. Es por esto que los creyentes no están obligados a cumplir con la ley para ser salvos. Los creyentes no están bajo la ley como un «pacto de obras», ni como una obligación legal para justificarse. No están bajo su condenación ni su maldición. La ley como un pacto de obras exige obediencia perfecta y promete la vida eterna a todos aquellos que la guardan. Al mismo tiempo, la ley condena a todos aquellos que no la cumplen, aún en el aspecto más mínimo. Romanos 10:4 dice que: «Cristo es el fin de la ley para justicia, a todo aquel que cree». Es decir, no miramos a la ley para ser justificados ante Dios, sino que confiamos en Cristo como aquel que cumplió la ley en nuestro lugar, tanto en su sentido moral como con su maldición. Dios el Padre aceptó la obediencia y el sufrimiento de Cristo, como el sustituto y representante de los creyentes.
Segundo, los Diez Mandamientos son las reglas o normas de justicia tanto para los creyentes como para los incrédulos. Los Diez Mandamientos tienen valor permanente para los creyentes y para los incrédulos. Son un reflejo de la naturaleza y el carácter de Dios, es decir; un reflejo de la santidad divina. Es imposible entender la santidad de Dios sin los preceptos morales de la ley. Cuando la Escritura dice «sed santos porque yo soy santo», no se puede definir la palabra santo sin referirse a los preceptos morales resumidos en los Diez Mandamientos. Al hacer la pregunta ¿En dónde podemos encontrar las normas y reglas de la santidad?, la Escritura contesta diciéndonos que las encontramos sintetizadas en la ley. Esto es lo que afirma el apóstol Pablo cuando dice: «De manera que la ley á la verdad es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno» (Romanos 7:12). El Nuevo Testamento define el pecado en términos de la transgresión de los preceptos morales de la ley, 1 Juan 3:4 dice: «Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley».
La santificación en el Nuevo Testamento no es algo vago ni incierto, y mucho menos una experiencia emocional o mística, sino que es un proceso por medio del cual somos conformados a la ley. Muchos que entienden que la ley no puede justificarnos, concluyen erróneamente que los creyentes no tienen ya ninguna relación con la ley. Pero como veremos, tal conclusión es completamente falsa. Los preceptos morales de la ley también son las reglas de justicia para los incrédulos. Son las normas por las cuales serán juzgados y condenados en el día del juicio. En Romanos 3:20 Pablo dice que por la ley es el conocimiento del pecado y según Romanos 2:15, los inconversos tienen la ley de Dios escrita en sus conciencias. En 1 Timoteo 1:9-10 Pablo dice que la ley sirve para convencer a los incrédulos de su culpa y de su pecaminosidad delante de Dios. «Conociendo esto, que la ley no es puesta para el justo, sino para los injustos y para los desobedientes, para los impíos y pecadores, para los malos y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los ladrones de hombres, para los mentirosos y perjuros, y si hay alguna otra cosa contraria á la sana doctrina».
Los incrédulos ven los Diez Mandamientos como una lista de prohibiciones que les perjudica y pone restricciones sobre «su libertad». Para el inconverso los Diez Mandamientos son gravosos y desagradables, algo que no desean y que no quieren cumplir, pero ¿Por qué es así? Porque los inconversos no aman a Dios ni a su prójimo. En Juan 15 Cristo dijo: «Si me amáis guardad mis mandamientos» y «el que no me ama, no guarda mis palabras». El problema básico del incrédulo es que no ama a Dios y por lo tanto, no puede sujetarse a sus mandamientos.
Por otro lado, el creyente ama a Dios porque ha sido salvado y cambiado por Él. Ha sido redimido de la maldición de la ley y ahora quiere agradarle y servirle. Puede decir juntamente con Pablo que «se deleita en la ley de Dios». El creyente quiere conformarse a Cristo y ve en la persona de Cristo la personificación misma de los mandamientos de Dios. Ama a Cristo y quiere ser semejante a El; por lo tanto, encuentra en los Diez Mandamientos mucha ayuda porque los mandamientos le enseñan como manifestar su amor.
Tercero, los Diez Mandamientos sirven para conducirnos a la manifestación práctica del amor. ¿Cómo se manifiesta el amor? En Rom.13:10 Pablo no dice que el amor anula la ley, sino que la cumple.
1 Juan 5:3 dice: «Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son penosos».
2 Juan 6 dice: «Este es el amor, que andemos según sus mandamientos».
Entonces, el amor no ha reemplazado ni quitado la ley, sino que nos guía a cumplirla. El amor y los mandamientos van juntos. El amor es el motivo para obedecer mientras que los mandamientos guían y dirigen dicho amor. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» ¿Qué significa esto? Significa que debemos guardar los seis mandamientos que gobiernan la relación entre nosotros y nuestro prójimo. Entonces, los Diez Mandamientos no son simplemente prohibiciones, sino también mandamientos positivos. Cristo explicó este punto en Mateo 7:12 diciendo: «Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas». En otras palabras, me pongo a mí mismo en lugar de mí prójimo y hago lo que yo quisiera que me hicieran si estuviera en su lugar.
¿Qué significan los primeros cuatro mandamientos? Sin lugar a dudas significan lo siguiente: «Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente» (Mateo 22:37).
Esta explicación contesta el error de aquellos que dicen que la salvación por gracia anula la ley (el antinomianismo). El hecho de que no estamos bajo la obligación legal de guardar la ley ¿Quiere decir acaso que no debemos amar a Dios y a nuestro prójimo? Puesto que Cristo guardó la ley de Dios en nuestro lugar, ¿Acaso quiere decir que tenemos libertad para aborrecer a Dios y a nuestro prójimo? ¿Qué clase de libertad sería ésta entonces? No es la libertad que Cristo compró por su muerte en la cruz. Pablo dijo en Gálatas 5:13-14, «Porque vosotros, hermanos, á libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión á la carne, sino servíos por amor los unos á los otros. Porque toda la ley en aquesta sola palabra se cumple: Amarás á tu prójimo como á ti mismo». La libertad cristiana mencionada aquí por Pablo es la libertad de la ley ceremonial y la libertad de la obligación de guardar la ley para obtener la justificación, pero no el la «libertad» de violar los preceptos morales de la ley.
Cuarto, los Diez Mandamientos sirven como un manual y una guía para nuestra adoración y conducta. Los primeros cuatro mandamientos nos enseñan la diferencia entre la adoración verdadera y la adoración falsa. Por ejemplo en el primer mandamiento tenemos «el objeto de la adoración»; en el segundo «los medios de la adoración»; en el tercero «la manera de la adoración» y en el cuarto mandamiento tenemos el «tiempo de la adoración». Estos mandamientos tratan con nuestra reverencia y nuestro respeto por la persona, la autoridad y la gloria de Dios. Entonces, nuestra actitud respecto a estos cuatro preceptos es un reflejo de nuestra actitud hacia Dios.
«Honra a tu padre y a tu madre», «No matarás», «No cometerás adulterio», «No hurtarás», «No hablarás falso testimonio» y «No codiciarás». Estos seis mandamientos son una regla de conducta para los creyentes. Fueron diseñados para gobernar nuestro comportamiento hacia nuestro prójimo. La persona que ama a su prójimo no cometerá ninguno de estos pecados contra él.
Estos seis mandamientos nos protegen de muchos peligros y nos advierten respecto a los deseos y las debilidades de nuestra naturaleza corrupta. Entonces, es obvio que son de mucha ayuda en sentido práctico.
Principios básicos que gobiernan la interpretación de los Diez Mandamientos:
1.    El primer principio para entender e interpretar correctamente estos mandamientos es que, no debemos fijarnos solamente  en la letra de la ley. Estos mandamientos van más allá de una conformidad «externa» y superficial a sus mandatos. Los Diez Mandamientos tratan con el corazón, con los motivos, los deseos y pensamientos del corazón. Es por ello que solo pueden ser cumplidos por aquellos que poseen la motivación del amor. (Por esta misma razón los incrédulos no pueden cumplirlos). La base de cada uno de estos mandamientos es el amor para con Dios, el deseo de servir y glorificar al Señor.
Debido a lo mismo, ningún mandamiento puede ser cumplido solamente en forma mecánica. Este fue el error de los fariseos que Cristo señaló tantas veces. Ellos interpretaban los mandamientos como algo puramente legal y superficial. Guardaban la letra y se olvidaban del espíritu de la ley.
Por naturaleza, todos los hombres prefieren que la religión sea algo mecánico, algo que uno mismo pueda cumplir con sus propias fuerzas. Casi todos quieren una religión que no vaya más allá de una lista de prohibiciones superficiales y externas. Una religión de esta índole es mucho más fácil que una que trata con el corazón, con los motivos, los pensamientos y deseos de las personas. El hombre natural prefiere ser tratado como un niño; no quiere pensar, ni razonar y tampoco escudriñar su propio corazón.
Es por esto que las sectas y las religiones falsas siempre han tenido mucho éxito. Cada religión falsa ofrece a los hombres una lista de cosas superficiales que pueden guardar con sus propios esfuerzos. Esto es lo que hicieron los fariseos en el tiempo de Cristo. Se fijaron solo en la letra de la ley y la habían colocado entre límites y medidas, que les permitían sentirse muy satisfechos con su propia justicia. Cuando Cristo les explicó el significado verdadero de los Diez Mandamientos; cuando les dijo que no podían salvarse guardándolos y que de hecho no los habían guardado, se enojaron contra El. Cuando les habló de la necesidad de un nacimiento nuevo, de arrepentirse y creer en El, empezaron a buscar la manera de matarlo. La mayoría de la gente religiosa hoy en día reacciona de la misma manera cuando alguien les habla del verdadero significado de la ley.
2.    El segundo principio para entender e interpretar correctamente la ley es el hecho de que cada uno de estos mandamientos trata con un grupo de pecados. Los pecados mencionados en los Diez Mandamientos, representan grupos de pecados relacionados y semejantes. Es decir, cada mandamiento específico encabeza a otros pecados semejantes. Cada mandamiento particular trata con una categoría o clase de pecados que están relacionados. Por ejemplo, el mandamiento «No matarás» incluye muchos otros pecados. Según el sermón del monte incluye: el aborrecimiento, el enojo injusto, las palabras abusivas e incluso cualquier deseo o inclinación de hacer mal a nuestro prójimo (Vea Mateo 5:21-22). Cristo enseñó en este pasaje que la persona que usa palabras abusivas es tan culpable como el homicida. En Efesios 4:31 Pablo dijo: «Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia». Y el apóstol Juan dijo que el que aborrece a su hermano es homicida (1Jn.3:15).
¿Por qué hablaron de esta manera? Porque la amargura, el rencor, el aborrecimiento y la malicia ponen de manifiesto que no deseamos el bien sino el mal para nuestra prójimo. Las palabras abusivas son en realidad emociones pecaminosas expresadas y dirigidas hacia otros seres humanos. Son las mismas emociones «explosivas» que moran en el corazón del homicida, las mismas pasiones que conducen al homicidio. Dios prohíbe no solo el hecho sino también el deseo. Entonces, podemos ver como el mandamiento «No matarás» encabeza e incluye varios otros pecados de la misma familia.
Otro ejemplo de este principio es la prohibición del primer mandamiento respecto a los dioses ajenos y la idolatría. Podemos definir los dioses ajenos como todo aquello que ocupa el lugar del Dios verdadero en nuestras vidas. La idolatría es la adoración de dioses ajenos. En Colosenses 3:5 el apóstol dice que la avaricia es idolatría. En realidad, ningún dios pagano está involucrado en la avaricia sino que el dios ajeno es el dinero. En 2 Tim.3:4 se nos dice de aquellos que son «amadores de los placeres más que de Dios». Aquí el placer es el ídolo, al cual se llega adorar tan fervientemente como cualquier imagen pagana. Entonces, podemos ver que el primer mandamiento abarca toda una «familia» de pecados.
3.    El tercer principio para entender e interpretar correctamente los Diez Mandamientos es que no son simplemente prohibiciones, porque exigen no solo que dejemos ciertos vicios sino que también pongamos en práctica ciertas virtudes. En otras palabras, podemos decir que los mandamientos son tanto negativos como positivos. Son expresados en forma negativa para enfatizar la pecaminosidad de los hombres, pero siempre van más allá del elemento negativo y nos conducen hacia el elemento positivo. Podemos ver este punto por ejemplo en Hebreos 13:5 que dice: «Sean las costumbres vuestras sin avaricia; contentos de lo presente; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré». El mandamiento «no codiciarás» significa no solo que dejemos la avaricia, sino que estemos contentos con lo que tenemos. En otras palabras, la gratitud y el contentamiento son el aspecto positivo del décimo mandamiento. Un ejemplo más es Efesios 4:28 que dice: «El que hurtaba, no hurte más; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de qué dar al que padeciere necesidad». Aquí tenemos varios puntos. Primero, que el ladrón debe dejar de robar. Segundo, que debe trabajar honestamente. Y tercero, debe dar a aquellos que padecen necesidad. Entonces, el lado positivo del mandamiento «no hurtarás» consiste no solo en trabajar sino también en dar a los demás.
4.     El cuarto principio de interpretación es que, un entendimiento correcto de estos preceptos nos conduce a una manifestación práctica de lo que es el amor. Lo que Dios quiere de nosotros es que le amemos a El y también a nuestro prójimo; es por esto que los preceptos morales de la ley no son un fin en sí mismos. No podemos considerarlos aparte de nuestra relación personal con Dios, lo que debería preocupar al creyente es su relación personal con Dios. Es posible hacer muchas cosas como parte de nuestra «religión» y nunca amar a Dios verdaderamente. Los Diez Mandamientos exigen que amemos y señalan la falta de amor como la causa de todos los demás pecados. La falta de amor para con Dios es el pecado más grande y es el pecado destacado en cada uno de estos mandamientos. La falta de amor para con Dios es lo que conduce a la falta de amor para con los demás. «Maestro, ¿cuál es el mandamiento grande en la ley? Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante á éste: Amarás á tu prójimo como á ti mismo»  (Mateo 22:36-39).




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