El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 15)

El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 15)
LUNES
Lectura bíblica: Hch 1:8; 2:21; Ro 10:13
Leer con oración:
«Pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan» (Ro l0:12b).
EL PODER DEL ESPÍRITU Y EL SUMINISTRO DE LA VIDA
¡Agradecemos al Señor por Su rica Palabra! En el transcurso de esta semana veremos cuán importante es para la iglesia invocar el nombre del Señor. También veremos cómo el ministerio del apóstol Pablo fue útil a Dios en Su obra de edificación de las iglesias.
En las semanas anteriores vimos en el capítulo 2 del libro de los Hechos, que la obra de Dios en la iglesia comenzó en el día de Pentecostés, cuando los apóstoles estaban reunidos en el nombre del Señor y se produjo el derramamiento del Espíritu Santo sobre ciento veinte galileos. Lo que allí sucedió fue la manifestación del poder del Espíritu, según lo profetizado por el Señor, para abrir un camino para Su obra (1:8).
Por medio de la obra del Espíritu, fue establecida en Jerusalén la primera iglesia del Nuevo Testamento, en la cual Pedro y los demás apóstoles espontáneamente se convirtieron en líderes.
La edificación de la iglesia siempre tiene dos aspectos principales: la vida y la obra. La obra del Espíritu es poderosa para comenzar nuestra vida con Dios, pero, para proseguir en el vivir diario, desarrollando nuestra salvación, necesitamos del suministro constante de la vida divina. Invocar el nombre del Señor no sólo nos salva, sino también, nos conduce al Espíritu vivificante y nos hace recibir el suministro abundante. ¡Aleluya!
En cierta visita que hice a un país, los hermanos de aquella iglesia me pidieron que les ministrara una palabra. Les hablé acerca de invocar el nombre del Señor, enfatizando que «todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Ro 10:13).
Al principio, todos los hermanos tuvieron una reacción muy positiva, invocaban el nombre del Señor con gozo. No obstante, poco tiempo después de mi regreso, un hermano les dijo a los demás santos de la iglesia allí, que puesto que ellos ya habían sido salvos por invocar el nombre del Señor, no necesitaban continuar practicándolo. Lamentablemente, al recomendarles que no invocaran más el nombre del Señor, olvidó que el Señor dijo que Él: «es rico para con todos los que le invocan» (v. 12b).
Que el Señor tenga misericordia de nosotros y no permita que nos acomodemos a nuestra condición actual, por dejar de invocarlo. Ciertamente, ya fuimos salvos en nuestro espíritu, pero aún necesitamos ser salvos en nuestra alma. Necesitamos invocar el nombre del Señor en todo momento para negar la vida del alma, a fin de que la vida de Dios crezca en nosotros y disfrutemos de Sus riquezas.
Punto clave: Disfrutar el suministro de la vida divina.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Por qué, incluso después de ser salvos, debemos continuar invocando el nombre del Señor?

MARTES
Lectura bíblíca: Hch 2:37,41-42; 4:4, 32-35; 5:12; 6: 1-4
Leer con oración:
«Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio; llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes encarguemos de este menester» (Hch 6:3 -VR).
LLENOS DEL ESPÍRITU Y DE SABIDURÍA
La iglesia en Jerusalén, desde sus inicios, invocaba el nombre del Señor. Esto fue algo enseñado por los doce apóstoles que, guiados por el Espíritu, llevaron al pueblo a la salvación por medio de invocar el nombre del Señor. Aquel día, después de oír atentamente las palabras del apóstol Pedro, se compungieron de corazón, y los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron en aquel día como tres mil personas (Hch 2:37, 41).
Los que invocaban el nombre del Señor eran salvos y después bautizados, llegando a ser santos de la iglesia en Jerusalén. Ellos «perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (v. 42). Todos los que creyeron estaban juntos, y por invocar el nombre del Señor, estaban llenos del Espíritu Santo.
Prosiguiendo, en Hechos 4:4 encontramos el registro de que más personas oyeron la Palabra y la aceptaron, aumentando el número de hombres como a cinco mil.
Como resultado de invocar el nombre del Señor, los hermanos estaban constantemente en el Espíritu, y eso produjo un grandioso resultado en la iglesia: «Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma» (v. 32a), por eso se consagraron voluntariamente al Señor, además de consagrar también todos sus bienes (vs. 32b-35). Así, el Espíritu Santo concedió un gran poder a la iglesia en Jerusalén.
Por su parte, los apóstoles hablaban por el Señor, enseñando al pueblo; sus palabras estaban llenas de poder y hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; todos estaban unánimes en el pórtico de Salomón, donde se les predicaba la Palabra (5:12).
Con la multiplicación del número de cristianos, surgió un problema en la distribución diaria del alimento a las viudas. Por esta razón los apóstoles designaron a siete hermanos de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría, para que sirvieran a los más necesitados (6:1-3). Los hermanos que sirven directamente a los santos son los diáconos. Ellos necesitan tener experiencia y contenido espiritual en su hablar, y cumplir el servicio que les fue designado. Entre los diáconos estaba Esteban, que predicaba el evangelio con mucha intrepidez que muchos no resistieron la sabiduría y el Espíritu, por el cual él hablaba.
Con el establecimiento de estos hermanos, los apóstoles tendrían más libertad para consagrarse a la oración y al ministerio de la palabra (v. 4). La manera utilizada por Dios para fortalecer la posición de los apóstoles en aquella época era realizar señales y prodigios. Sólo por el poder del Espíritu ellos, siendo unos humildes pescadores galileos, podían predicar la palabra de Dios con autoridad en un lugar tan imponente como el templo.
Puesto que el Espíritu había sido derramado sobre ellos exteriormente, los apóstoles predicaban la Palabra con mucha autoridad; como invocaban el nombre del Señor, ellos también estaban llenos del Espíritu interiormente, eran fortalecidos en la vida de Dios. Esto los llevaba a hablar por Dios con mucho poder e intrepidez, y como resultado, muchos eran salvos y se consagraban al Señor, ofrendando lo que tenían. ¡Gracias a Dios!
Cuando invocamos el nombre del Señor somos llenos interiormente con la vida de Dios y revestidos exteriormente de poder y autoridad en nuestra vida diaria. De esta manera, aunque seamos personas sencillas como aquellos pescadores galileos, seremos capacitados para predicar el evangelio con osadía, llevando salvación y vida para todos. ¡Aleluya!
Punto clave: Interiormente con vida, exteriormente con poder.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cuál fue el principio establecido por Dios en Hechos 2 para aquellos que desean servirle?

MIERCOLES
Lectura bíblica: Hch 5:14; 7:58b-59, 8:1; FiI 3:4-6
Leer con oración:
«Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos» (Hch 2:47).
BENDICIÓN Y ALIENTO EN LA IGLESIA
Los doce apóstoles estaban llenos de poder y el número de cristianos aumentaba cada día (Hch 5:14). Por el hecho de que predicaban el evangelio con osadía, más personas eran añadidas al cuidado de los hermanos en la iglesia, y el número de cristianos se multiplicó a los ojos de todos. Ellos se reunían en el templo y por las casas, invocaban el nombre del Señor, perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Esteban, uno de los diáconos de la iglesia en Jerusalén, pagó un alto precio por el testimonio positivo que dio ante el Sanedrín. Él testificó a través de las Escrituras que Jesucristo es el Hijo de Dios, y por causa de sus palabras, fue apedreado y muerto por los judíos religiosos.
Incluso frente a la muerte misma, cuando estaba siendo apedreado, Esteban invocaba y decía: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (7:59). Él fue fiel e invocó el nombre del Señor hasta el último minuto de su vida.
Saulo, un joven judío, de la tribu de Benjamín, que era extremadamente celoso de la ley y que se consideraba irreprensible, fue testigo de este hecho (Hch 7:58b; 8:1; Fil3:4-6). Saulo había sido reclutado por los judaizantes para prender a los cristianos. En aquella época, él pensaba que estaba sirviendo a Dios cuando exterminaba en Jerusalén a los que invocaban el nombre de Jesús, y los llevaba amarrados a los principales sacerdotes (Hch 9:21). A raíz de esa persecución, muchos cristianos fueron dispersados de Jerusalén hacia otras regiones.
Los apóstoles que permanecieron en Jerusalén es posible que dejaron de invocar el nombre del Señor en público, ya que si lo hacían, serían reconocidos como cristianos. Además, algunos judaizantes que se convirtieron y entraron a la iglesia en Jerusalén, poco a poco compartieron el liderazgo con los apóstoles. Por eso, el Señor tuvo que tomar otro camino para realizar Su obra de edificación.
Este episodio nos muestra una gran advertencia: si no estamos dispuestos a aceptar la palabra actual que el Señor ha dado a la iglesia con Su dirección, Él puede levantar a otras personas para dar continuidad a lo que desea cumplir en la tierra.
Punto clave: Aceptar la palabra actual del Señor.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué peligro corremos al envejecer espiritualmente, por dejar de invocar el nombre del Señor?

JUEVES
Lectura bíblica: Hch 9:3-22; 22: 16; 26:9
Leer con oración:
«El Señor le dijo: «Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel» (Hch 9: 15).
LA ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS
Ante la situación de la iglesia en Jerusalén, el Señor tuvo la necesidad de levantar a otra persona para dar continuidad a lo que deseaba cumplir en la tierra. Con ese objetivo, y en Su infinita sabiduría, escogió a Saulo, un perseguidor de la iglesia que prendía a los que invocaban el nombre del Señor (Hch 9:14; 26:9).
¡El arreglo soberano de Dios es inmensamente maravilloso! Él escogió justamente al hombre que prendía a los que invocaban el nombre del Señor para hacer la obra en él, y por medio de él, llevar Su nombre a otros. ¡Qué gran sabiduría! ¡Cuán grande impacto eso causaría!
Ya que la mayoría de los cristianos que invocaba el nombre del Señor había dejado Jerusalén, Saulo pidió autorización para ir a Damasco para prender, a los cristianos. En el trayecto a Damasco, algo sucedió: «al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra,
y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco» (9:3-8).
A través de esa experiencia, Pablo fue iluminado y percibió que estaba persiguiendo al Señor mismo. Los siguientes tres días, oró y ayunó, buscando comprender la voluntad de Dios.
Pasados esos días, el Señor envió a Ananías para que orara por él y le ordenó: «Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre». Entonces el Señor le dijo: «Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (vs. 10-16).
Pablo fue un instrumento escogido especialmente por Dios. Su comisión o incumbencia era llevar el nombre del Señor a los gentiles y reyes, como también a los hijos de Israel. Este importante ministerio había sido confiado primeramente a los apóstoles, pero, por causa de la situación existente en la iglesia en Jerusalén, el Señor le transmitió esta carga a Pablo.
Después de visitarlo, imponerle las manos y mostrarle la incumbencia del Señor para su vida, Ananías bautizó a Saulo y lo llevó a invocar el nombre del Señor (22: 16). Luego, después de haberse alimentado, Saulo se sintió fortalecido. Entonces permaneció en Damasco por algunos días con los discípulos (9: 17 19). En aquella época él era llamado Saulo, que significa grande, pero, cuando comenzó a hacer la obra del Señor, su nombre fue cambiado a Pablo, que quiere decir pequeño, porque él se humilló delante del Señor.
A partir de allí, Pablo comenzó su ministerio, que consistía en anunciar el nombre del Señor por la predicación del evangelio. Sin embargo, cuando las personas veían que aquél que antes perseguía a los que invocaban, anunciaba ahora el nombre del Señor, se quedaban atónitas. Pero Pablo se fortalecía cada vez más y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando que Jesús es el Cristo (vs. 21 22).
i Gracias al Señor! porque al igual que Pablo, nosotros fuimos escogidos por Dios para anunciar el evangelio a las personas y así cooperar con Su propósito. Por eso, no importa lo que hayamos hecho en el pasado; una vez que fuimos salvos al creer en Su nombre y bautizados, dando testimonio de nuestro arrepentimiento, recibimos el perdón de nuestros pecados y la oportunidad de tener un nuevo comienzo, con la incumbencia de llevar Su nombre a las personas y traer el reino de Dios a la tierra. ¡Aleluya!

Punto clave: Escogidos para anunciar el Nombre. Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué fue lo que Saulo percibió cuando una gran luz del cielo brilló alrededor suyo en el camino a Damasco?

VIERNES
Lectura bíblica: Hch 22-:3; 26:4-5; 2 Co 12: 1-5
Leer con oración:
«Pero Jevántaté, y ponte sobre tU$ pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aq ellas en que me apareceré a ti» (Hch 26: 16).
LA REVELACION QUE CONDUCE A LA COOPERACIÓN
Pablo nunca fue conducido personalmente por el Señor Jesús, como lo fueron los doce apóstoles.
Desde muy joven, fue instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de sus padres, celoso de Dios. Él estaba en el judaísmo y conocía las Escrituras conforme a su religión (Hch 22:3; 26:4-5),
Después de ser salvo, Pablo tuvo una experiencia gloriosa y recibió revelaciones, conforme a lo que él mismo relata: «Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta, el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar» (2 Co 12: 1-4).
En el pasado, Pablo había recibido el contenido de la economía de Dios del Antiguo Testamento a los pies de Gamaliel, pero en aquel momento lo que él había recibido era la revelación con relación a la economía neo-testamentaria de Dios. Esa revelación la obtuvo, posiblemente, en el desierto de Arabia, cuando, según su relato, fue arrebatado al tercer cielo, al paraíso. Creemos que el paraíso, al cual se refirió Pablo, debe ser un lugar donde estaba el Dios Triuno (cfr. Ap 2:7), porque dice que oyó palabras inefables. Posteriormente, registró esas palabras en sus epístolas.
En Damasco, Pabló pasó por una etapa muy importante en su vida. Había recibido una grandiosa revelación en el desierto de Arabia y sabía que tendría que padecer por causa del nombre del Señor. Para relatar esa experiencia a otros sin ensoberbecerse, Pablo dijo: «Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo». Él no mencionó su nombre, pero relató como si aquel hecho le hubiera ocurrido a otra persona.
El Señor nos llamó a cada uno de nosotros para cooperar con Su ministerio. Para eso, no sólo invocamos el nombre del Señor, sino también necesitamos recibir la revelación acerca del propósito de Dios. Esta revelación no es para que nos ensoberbezcamos, sino para que seamos útiles al Señor, cooperando con Él en Su obra y alentando a otros para que le sirvan. ¡Aleluya!
Punto clave: La revelación es para llegar a ser útiles.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué revelación obtuvo Pablo en el paraíso?
SABADO
Lectura bíblica: Jn 1:37-39; Hch 9:25; 1 Co 3:4
Leer con oración:
«Jesús le dijo: (…) ¿qué a ti? Sígueme tú» Jn 21:22).
SEGUIR AL SENOR
Puesto que Pablo había recibido grandes revelaciones de parte de Dios y predicaba el evangelio con osadía, anunciando a todos las cosas que había visto y oído, algunas personas que se convirtieron llegaron a ser sus seguidores y discípulos en Damasco.
Anteriormente vimos, en el mensaje sobre el ministerio de Juan el Bautista, que sólo el Señor Jesús debe tener discípulos. No podemos tener un discipulado propio, ni hacer que otros nos sigan. A todos aquellos que se convierten al Señor debemos entregárselos a Él para que sean Sus discípulos. ,
Juan el Bautista tuvo un discipulado que permaneció aun después de que el Señor Jesús comenzó Su ministerio. Esa no era una condición normal. Sin embargo, dos de sus discípulos 1o dejaron para seguir al Señor (Jn 1:37,39). En una situación normal, Juan y sus otros discípulos debían haber hecho 1o mismo.
En la iglesia en Corinto, había algunos hermanos que seguían a hombres (1 Co 3:4). Algunos afirmaban: «Yo soy de Pablo», tal vez por haber sido salvos por la predicación de Pablo. Otros; por su parte, decían: «Yo soy de Apolos», pues él era muy elocuente. Asimismo había otros que decían: «Yo soy de Pedro», posiblemente por considerarlo el mayor apóstol. E incluso había alguno que decían: «Ustedes pueden decir que son de Pablo, de Pedro o de Apolos, pero ellos son hombres. ¡Yo soy de Cristo!».
Decir: «¡Yo soy de Cristo!» es correcto., Pero, si la intención es diferenciarse de los demás, considerándose superior y dividirse, esa actitud proviene de un, ser carnal. Por eso no debemos formar pequeños grupos o un discipulado en la iglesia, pues ellos impiden la obra del Señor.
Pablo seguramente predicó mucho el evangelio en Damasco, y un grupo de personas comenzó a seguirlo, convirtiéndose en sus discípulos. Para alejar a Pablo de su discipulado, Dios permitió que surgiera una situación en Damasco, en la cual los judíos resolvieron en consejo matarle. Entonces sus «discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta» (Hch 9:25). De esa manera, Pablo salió de Damasco y fue
A Jerusalén. Dios lo rescató de una manera espontánea, deshaciendo su discipulado y dejándolo libre para seguir al Señor con dedicación.
Seamos aquellos que abandonan toda obra personal, y siguen siempre al Señor», entregándole todo lo que tenemos.
Punto clave: Ser seguidores sólo de Cristo
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cuáles fueron los ejemplos de discipulado que no agradaron a Dios y cuál debe ser nuestra actitud cuando surge algo así con nosotros?

DOMINGO
Lectura bíblica: Hch 13:2; 15:1-5; Ro 10:13; 1 Co 12:3; Gá 3:1-3
Leer con oración:
«A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro» (1 Co 1:2).

LA OBRA DE LLEVAR
EL NOMBRE DEL SEÑOR A TODO LUGAR
Todos los ministros, comisionados por el Señor y mencionados en la Biblia, nos sirven como ejemplo y advertencia. Dios desea que seamos fieles al ministerio que recibimos de Él.
Como vimos esta semana, el Señor llamó a Pablo, que anteriormente prendía a los que invocaban Su nombre, para continuar Su obra de edificación. Es maravilloso ver como Dios se le apareció y lo convirtió en un instrumento para llevar Su nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.
Pablo comenzó a salir a la obra del Señor con Bernabé (Hch 13:2), sirviendo en la provincia de Galacia. En su primera jornada, estableció iglesias y también constituyó ancianos, llevando a las personas a invocar el nombre del Señor para que fueran llenas del Espíritu. Sin embargo, después que dejó Galacia, algunos hombres salieron de Judea y comenzaron a promover el judaísmo y los ritos de Moisés en medio de los hermanos (15: 1).
Algún tiempo después, Pablo escribió la Epístola a los Gálatas diciendo: «¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? (…) ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gá 3:1-3). Pablo estaba recordándoles que ya habían sido introducidos en el Espíritu por medio de invocar el nombre del Señor.
En esa época, los doce apóstoles ya no tenían tanta autoridad en la iglesia en Jerusalén; ésta ahora estaba siendo administrada por Jacobo, que tenía bajo Su liderazgo a todos los sacerdotes y fariseos que se habían convertido. Ellos no salían a predicar el evangelio ni para establecer iglesias por iniciativa propia, sin embargo, donde Pablo iba y establecía iglesias, eran enviadas personas a fin de hacerlos guardar la ley y los ritos de Moisés, incluso a circuncidarse (Hch 15:5).
Pablo, por su parte, establecía iglesias por medio de la obra del Espíritu, llevándolas a invocar el nombre del Señor. Vemos esto en el saludo que hizo en su primera epístola a los corintios: «Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro» (1:1-2). De una manera muy sencilla, vemos que no sólo la iglesia en Corinto invocaba el nombre del Señor, sino muchos, en todo lugar. Esto muestra que Pablo dio continuidad a lo que los doce apóstoles habían perdido: invocar el nombre del Señor para ser salvo y servir a Dios en el Espíritu (Ro 10:13; 1 Co 12:3).
Como la iglesia de Dios, debemos invocar el nombre del Señor en todo lugar, es decir, no sólo en la vida de reuniones de la iglesia, sino también en nuestro diario vivir, en nuestra vida personal. ¡Aleluya!
Punto clave: Invocar el nombre del Señor en todo lugar.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué comisión le dio Dios a Pablo, en su época, y cuál es la nuestra en los días de hoy?
Lectura de apoyo:
«La visión celestial» – cap. 3 – Dong Yu Lan.
«Gracia sobre gracia» – cap. 3 – Dong Yu Lan.
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Aguas refrescantes 16 de agosto
Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas.
Isaías 41:13.
Conocer a Dios por medio de una relación íntima como nuestro Padre quien suple nuestras necesidades es una cosa. Conocerle como el Padre eterno, la Fuente y el Originador de todo, es algo más. Debemos aprender que nada puede impedir a Dios y nada le puede ayudar. El es todo poderoso.
Antes de que El nos provea con los dones de su gracia, nuestras manos están vacías. Cuando su gracia llega a nuestra vida nuestras manos se llenan y nuestros corazones rebozan de alabanza. Luego llega el día en que Dios nos extiende la mano para estrechar la nuestra en amistad. Entonces necesitamos una mano vacía para colocar en la suya. La pregunta que surge es: ¿Tenemos una mano vacía? ¿Qué ocurrió con los dones que recibimos de El? ¿Los abrigamos y retenemos tan sólo para nuestro propio beneficio? ¿Están nuestras manos tan ocupadas en recibir nuestro pan cotidiano que no podemos extenderle una mano a El? Dejemos los dones y las experiencias en su debido lugar, pero estrechemos la mano de Dios. Ellos son prescindibles pero Dios es indispensable.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! – Jesus is Lord – Jesus ist der Herr – Yeshua adonai – Gesù è il Signore – Jésus est Seigneur – Ιησους ειναι ο Λορδος – Иисус – Господь – يسوع هو الرب – 耶稣是主 – 主イエスは – Jesus é o Senhor – Jesus är lorden
Literatura disponible en:
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