El pecado sexual: un síntoma, no la enfermedad

Salmo 51:1-17. El Rey David se arrepiente de su abominable pecado.

¿Por qué no está rogando por la abstinencia sexual? ¿Por qué no está pidiendo para que los hombres le justifiquen? ¿Por qué no está orando para proteger sus ojos y para tener pensamientos libres de deseos sexuales? Porque sabe que el pecado sexual es un síntoma, no la enfermedad. Las personas dan lugar al pecado sexual porque no tienen la plenitud del gozo y la alegría de Cristo. Sus espíritus no son firmes y estables. Son inconstantes. Están seducidos, y se rinden porque Dios no tiene el lugar que debiera tener en sus pensamientos y sentimientos.

David lo sabía de sí mismo. También es cierto en nosotros. David nos está mostrando, por la manera en que ora, cuál es la verdadera necesidad de los que pecan sexualmente. No hay una sola palabra en este salmo sobre el sexo. En lugar de eso: “Hazme oír gozo y alegría; que se regocijen los huesos que has quebrantado […] Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder”. Esto es sabiduría profunda para nosotros.

Pidió a Dios que su gozo sobreabundara en alabanzas. Versículo 15: “Abre mis labios, oh Señor, para que mi boca anuncie tu alabanza”. La alabanza es el resultado del gozo en Dios cuando se eliminan los obstáculos en el camino. Por eso está orando: «Oh Dios, vence todo lo que en mi vida mantiene mi corazón insensible y hace callar mi boca cuando debieran estar alabando. Haz que mi gozo sea irreprensible».

Pide que el resultado final de todo lo sucedido sea una vida de evangelismo efectivo. Verso 13: “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. David no está satisfecho con ser perdonado. No está satisfecho con ser limpiado. No está satisfecho con ser elegido. No está satisfecho con tener un espíritu recto. No está satisfecho con estar gozoso en Dios. No estará satisfecho hasta que su vida quebrantada sirva para sanar a otros. “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”.

Lo que nos lleva hasta el último aspecto. En esta situación, David ha descubierto que Dios le ha quebrantado (v.8), y que un corazón contrito y humillado es la marca de todos los hijos de Dios. Verso 17: “Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás”.

Parte del mensaje «El pecado sexual: un síntoma, no la enfermedad» por John Piper


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