El poder dentro de nosotros

El Espíritu de Dios trabaja en cada creyente. No se limita a pastores y misioneros. Si usted ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal, entonces en su interior mora el mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos (Ro 8.11). El Espíritu Santo derrama su poder para crear un carácter santo en todos los que siguen a Dios.

El fruto del Espíritu recibe ese nombre porque es el carácter y la conducta que el Espíritu Santo produce en los creyentes. Son cualidades que no podemos generar nosotros mismos. El mensaje más poderoso que podemos dar no es un testimonio verbal ni un sermón; es la forma en que vivimos cuando estamos bajo presiones, la tentación es enorme, o estamos sepultados bajo una avalancha de problemas.

Lo que más necesita ver el mundo en esta cultura moderna, es familias consagradas a Dios cuyos miembros se amen unos a otros; personas que hagan sus negocios con integridad y moderación; y hombres y mujeres jóvenes que elijan la pureza moral. Es decir, el mundo necesita ver creyentes que sean obedientes al Señor.

Al mostrar paz en vez de ansiedad, o practicar la paciencia en vez de decir una palabra hiriente, el cristiano da testimonio de la hermosura del evangelio. Atraemos a los ateos a Cristo por medio de nuestras palabras y nuestros hechos. Podrán rechazar una doctrina, pero no podrán ignorar una vida recta.

El mensaje más fuerte del evangelio no proviene de un púlpito. El testimonio más poderoso en favor de Jesucristo donde usted trabaja, vive o descansa, es usted mismo. Sométase a la obra del Espíritu Santo, y él producirá una gran cosecha de fruto espiritual en su vida.

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