En busca de la verdad / Josh McDowell

Pocas personas habian buscado con más sinceridad encontrar significado, verdad, y propósito en la vida. En la universidad encontré un grupo de creyentes que eran diferentes. Parecían saber lo que creían y por qué. Quería tener lo que ellos tenían.

Les pregunté qué era. Una de las estudiantes me contestó: “Jesucristo”. Yo le dije: “No me vengas con esa basura sobre religión!” A lo que ella me contestó: “No he dicho religión, he dicho Jesucristo”.

Uno de mis intereses en la vida era la investigación para refutar el Cristianismo, y se centraba en la resurrección de Jesucristo.

Más de 1.000 horas de estudio sobre el tema mostró algunos hechos sorprendentes. El testimonio de la historia, por ejemplo. No tenía ni idea que existía tanta evidencia histórica a su favor. Cuanto más investigaba más evidencia hallaba. Me di cuenta por qué el apóstol Pablo había dicho: “Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación es vana y también nuestra fe” (1 Corintios 15:14).

Jesús mismo predijo su muerte y su resurrección. Se llevó a sus discípulos aparte y les dijo que sería condenado a muerte y entregado a los Romanos, los cuales le escarnecerían, escupirían, azotarían y matarían. Tres días después resucitaría (Marcos 10:33-34).
Cuanto más estudiaba el tema, más entendía que esta era una fe de pensadores. Jesús dijo: “Sabréis la verdad y la verdad os libertará” (Juan 8:32).

Había comenzado por buscar como refutar el Cristianismo, pero había terminado por ser convencido de la evidencia a favor de Jesucristo, que Él es realmente quien dijo ser y que de verdad había resucitado de los muertos”.

Mi mente me decía que era verdad, pero mi voluntad me decía,’no lo admitas’. Llegué hasta el punto de irme a la cama a las 10 de la noche y no poderme dormir hasta las cuatro de la mañana. Sabía que tenía que sacar a Jesucristo de mi mente o volverme loco.
Finalmente tomé la decisión de hacerme cristiano.

Oré confesando a Cristo y pidiéndole perdón por mis pecados. Le pedí que me limpiara y me hiciera una nueva persona.

“Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán enblanquecidos” (Isaías 1:18).

“Señor, en estos momentos, y de la mejor forma que puedo, te pido que vengas a mi vida y a mi corazón.Te recibo como mi Salvador y Señor”.

Después de orar no sentí nada especial. No vi una luz resplandeciente, ni nada parecido. Algunos de mis amigos pensaban que me habían lavado el cerebro. En esos tiempos yo no sabia qué pensar.

En un debate público en la universidad dije que Jesús había cambiado mi vida. Mi oponente me interrumpió diciendo, “McDowell, ¿estás diciendo que Dios te ha cambiado la vida en el siglo XX?”. Después de 45 minutos de darle testimonio de ello, me dijo: “Está bien, está bien, es suficiente”.

Un área de la que le hablé fue sobre la paz que por fin pude conseguir. Otra era el poder controlar mi genio. Y otra es que antiguos rencores se volvieron en amor.
Te puedes reír y ridiculizar al Cristianismo. Pero cambia vidas.

Josh McDowell es autor de varios best-sellers, entre los que se encuentran “Más que un carpintero” y “Edidencia que demanda un veredicto”.


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