En honor a Edith…

Les comparto la historia que escribió Helmut Aguirre Director de Seguimiento de la Fráter a su mamá por motivo de su cumpleaños. Espero que pronto abra su blog ya que escribe muy bien. Que esta historia edifique sus vidas.

Helmut, el segundo de izquierda a derecha. Doña Edith al centro con sus otros tres hijos Dieter, Andrea y Peter.

Uno, dos, tres, cuatro… Una mañana mi mamá me dejó un mensaje ” Te espero a las 3 en la parada del Obelisco llévate ésta bolsa” una carita alegre adornaba la nota que estaba sobre una bolsa de “Súpermercado” yo con una duda ¿Para que es la bolsa?

Once, doce, trece, catorce… Así que a las 3 estaba esperándola en la parada del Obelisco con la bolsa, que empezaba a molestarme el cargarla era tan incómodo, pero fui puntual por que a ella no le gusta esperar…

Veintiocho, veintinueve, treinta, treinta y uno… Llego y como siempre sonrió al verme y yo un adolecente de 14 años no quería tanta cursilería pues ya casi sería un grande…

Cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y siete… Me dijo subamos a esta camioneta y la bolsa me molestaba tanto nos sentamos y platicamos hasta el momento de bajar donde ella indicó…

Sesenta y nueve, setenta, setenta y uno, setenta y dos… Caminamos hasta entrar a un lugar que yo casi grito de la emoción al ver lo que había adentro…

Ochenta, ochenta y uno, ochenta y dos, ochenta y tres… ¡¡¡Patinetas!!! yo deseaba una desde hace años de años y ella entró a esa tienda y muy confiada me dijo escoge una…

Ochenta y ocho ochenta y nueve…. noventa.… No podía creerlo a mi mamá no se le había olvidado lo que yo deseaba desde hace tanto tiempo y eso es mucho decir, ya que ella criando cuatro hijos, trabajando en un colegio en la mañana y por las tardes en tutorías y a pesar de eso se recordó de mi regalo…

Noventa y uno… noventa y dos… Escogí una patineta amarilla… Noventa y tres… Ella me vio y dijo “ME LA LLEVO”… Noventa y cuatro… Noventa y cinco… Confirmó el precio con el vendedor… Noventa y séisNoventa y siete… Me dijo: dame la bolsa… Noventa y ocho… Abrió la bolsa sin pena… Noventa y nueve… Y una a una empezaron a sonar las monedas sobre el mostrador… Cien… Cien quetzales en monedas salieron de la “molesta” bolsa donde ella había guardado para mi regalo desde quién sabe cuanto tiempo, salimos de la tienda, ella me tomó de la mano y yo, sostuve mi patineta. GRACIAS MAMI, DIOS TE CONCEDA TODOS TUS ANHELOS.

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