Escribiendo para olvidar y para recordar


De repente nos volvemos a topar con un libro que nos remueve las entrañas. Específicamente los libros que giran alrededor de la Segunda Guerra Mundial me causan fuertes impresiones. No fue la excepción el librito llamado: La Noche, de Elie Wiesel.

No pretendo hacer un resumen, solo resaltar algunos puntos. Elie describe la pesadilla de Auschwitz, su desilusión con la fe de sus padres, el sacrificio y el acercamiento que tuvo con su padre, las preguntas que surgen frente a los horrores de la guerra.

A veces no sé si las obras de este período histórico me conmueven por la temática, más allá del estilo literario, o si —llanamente— mi mente no concibe que seres humanos hayan sido capaces de perpetrar semejantes crímenes.

Lo cierto es que Elie juró no olvidar, y no lo ha hecho. Los sobrevivientes de los campos de concentración no borrarán jamás los olores, el hambre, las penas que experimentaron allí.

En ocasiones escribimos para olvidar; para olvidar nuestro presente y soñar con un mundo de fantasía. Otras veces escribimos para recordar; para traer a la memoria lo que nos ha marcado.

Escribamos para olvidar, para recordar, para plasmar…


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