ÉXODO PARTE III/ LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ/ CAPÍTULO 19

El Señor le dijo: Ahora desciende y regresa después acompañado de Aarón; pero que los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites para venir adonde yo estoy, no sea que los haga morir.

Varias veces en este capítulo el Señor advierte a Moisés que, bajo ningún concepto, el pueblo debería de traspasar un cierto límite al acercarse al monte Sinaí. Cualquiera que lo traspasara, fuera persona o animal debería de morir. La advertencia se hace de forma repetitiva en un intento, por parte del autor del texto, de querer subrayar la importancia del mandato dado por Dios.

Al leerlo lo primero que he pensado ha sido que debe ser algo muy serio para que sea necesaria tanta repetición. Lo segundo que ha venido a mi mente ha sido el contraste. Contraste entre la prohibición del Sinaí de acercarse al lugar «donde Dios mora» a todo ser humano que no sea Moisés y a cierta distancia su hermano Aarón, y el Dios que en Jesús adopta forma humana y toma la iniciativa de acercarse a cada uno de nosotros en nuestra realidad sea esta la que fuere.

Un segundo contraste viene al pensar en el Dios que nos invita a que nos acerquemos de manera confiada ante su trono, un trono que es denominado de gracia, no de justicia, donde se nos dice que hallaremos siempre acogida y el oportuno socorro. Esta imagen cálida, de recibimiento, de auxilia contrasta con el pavor que debía producir el monte de Dios.

Pensaba, finalmente, en que privilegio tengo de poder acercarme libre y confiadamente al mismo Dios descrito en el libro de Éxodo, pero ¡Qué lástima! que nuestro pecado haya hecho que, salvo contadas excepciones, no seamos plenamente conscientes del privilegio que eso supone.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.