ÉXODO PARTE III/ LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ/ CAPÍTULO 20

Los israelitas estaban atemorizados y se mantenían a distancia. Entonces dijeron a Moisés:  Háblanos tú y te escucharemos; pero que no nos hable Dios, porque moriremos. 

El capítulo 20 del libro es bien conocido porque en el mismo se encuentra la narración de la entrega de los diez mandamientos de parte del Señor a Moisés. Todo ello, con una puesta en escena que causó auténtico pavor entre el pueblo de Israel. Tal fue el temor que aquello produjo que declararon que preferían que Dios se las arreglara con Moisés y no directamente con ellos pues tenían miedo de morir.

Esto me ha pensado en un fenómeno que se da dentro del cristianismo contemporáneo, y es el hecho de que muchas personas prefieren delegar y dejar en manos de otros el privilegio de su intermediación con Dios. Muchos sectores del mundo evangélico prefieren que pastores, profetas y líderes de todo tipo se relacionen con el Señor y les digan qué deben hacer, cómo deben vivir y cuál, si alguna, es la voluntad de Dios para sus vidas. 

Esto está generando toda una generación de personas inmaduras, sin acceso al Señor, viviendo de lo que otros les dan y renunciando a su privilegio de tener una relación directa, íntima, persona con Dios. Cristianos que no pueden dar un paso, tomar una decisión, afrontar la vida sin que los líderes les digan qué y cómo.

Esto contrasta con el Dios que nos busca celosamente, que quiere tener una relación íntima y personal con cada uno de nosotros y que, bajo ningún concepto, ha delegado ese privilegio en manos de líderes, por santos y espirituales que puedan ser. 


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