ÉXODO PARTE I/LA SALIDA DE EGIPTO/CAPÍTULO 14

¿Es que no había sepulcros en Egipto, para que nos hicieses morir en el desierto? ¿Para eso nos ha sacado de Egipto? ¿No te decíamos allí que nos dejarás en paz sirviendo a los egipcios, pues más nos valía ser esclavos suyos que morir en el desierto?

Jesús definía esta actitud con las palabras, poner la mano en el arado y echar la vista hacia atrás. Es la actitud descabellada de pensar que la esclavitud, sea del tipo que sea, aunque nos esté destruyendo es mejor que la vida en libertad. Es la paradoja de que la esclavitud, a pesar de todos sus inconvenientes, provee una cierta sensación de predictibilidad sobre nuestras vidas. Estas tienen un cierto orden, un cierto control, tenemos referentes y, aunque esclavos, nos sentimos seguros.

Por otro lado la vida en libertad implica escoger, tomar decisiones, afrontar retos, asumir responsabilidad, pagar precios y, aunque épico, para algunas personas, de las cuales Israel es un arquetipo, es más de lo que pueden manejar y tolerar y están dispuestas a vender el riesgo de la libertad por la seguridad de la esclavitud.

Seguir a Jesús es adentrarse en un desierto de necesidades, dolores y sufrimientos. Es una épica del día a día donde hemos, no sólo de sobrevivir en una actitud de sálvese quien pueda, sino además cuidar de otros que peregrinan con nosotros y, además, ayudar a todo aquel que está a nuestro lado y en el que, según la Palabra afirma, nos encontramos con Jesús.

Prefiero la épica del desierto, que la seguridad de la esclavitud de Egipto. La aventura a la comodidad y el dolor y el sufrimiento a la anestesia del moribundo. He puesto la mano en el arado y no pienso mirar atrás.


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