Cantad al Señor, porque sublime ha sido su victoria; caballos y jinetes hundió en el mar.
El capítulo 15 es una bisagra entre la primera parte del libro de Éxodo -la salida de Egipto- y la segunda -la marcha a través del desierto-. La primera de las dos mitades acaba con un himno de celebración por la victoria concedida por el Señor sobre las tropas del rey de Egipto. Un salmo de alabanza entonado por Israel con un tema central, la liberación de Dios del poder opresor del enemigo.
La verdad es que leerlo me ha llevado a pensar en cuál sería el tema central de un hipotético salmo de alabanza que yo compusiera en honor del Señor ¿Qué celebraría? ¿A qué daría énfasis? De todo lo que es el Señor ¿En qué me centraría y quisiera resaltar?
Mucho hay para celebrar de cómo el Señor ha intervenido en mi vida y en la vida de mi familia. Muchas cosas hay por las cuales estar agradecido y honrar su nombre, pero creo que en mi experiencia para mí lo más significativo, el tema central, nuclear del salmo de mi vida sería una exaltación de su gracia, de su amor incondicional hacia mí, de su trato amoroso, paciente, dador de oportunidades nuevas hacia mí. Su gracia, que tan sublimemente está representada en la parábola del hijo pródigo, sería ese tema central del salmo de mi vida.
Cantaré al Señor, porque sublime ha sido su gracia, infinita su bondad, tremenda su paciencia, innumerables sus oportunidades, inmerecido su amor. Cantaré al Señor por siempre.
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