ÉXODO PARTE I/LA SALIDA DE EGIPTO/CAPÍTULO 7



Dios habló con Moisés y le dijo: «El rey de Egipto se ha puesto muy terco y no quiere dejar que mi pueblo Israel se vaya de su país. (Éxodo 7:14 TLAD)

El corazón de faraón se endureció y no hizo caso de la palabra de Dios. ¿Qué razones le llevaron a tomar esa actitud? Las desconocemos pero, sin embargo, podemos imaginar o intuir algunas de ellas. El orgullo personal, al fin y al cabo era el monarca, el rey y, por tanto, tenía que cuidar su autoridad y que su posición política no se viera debilitada. Cuestiones políticas, estratégicas, económicas en relación a lo que podría suponer para el país la pérdida de la mano de obra gratuita que suponían los hebreos y tantas otras.
Esto me ha llevado a pensar en mi propia vida y el riesgo real de que mi corazón pueda endurecerse ante Dios y sus demandas. Habitualmente lo hace por medio de su Palabra escrita. La lectura de la Biblia me confronta y me lleva a ver la necesidad de responder con cambios en mi estilo de vida y, e esos cambios, pueden ser costosos y hasta dolorosos. En otras ocasiones es el Espíritu Santo el que pone una impresión en mi corazón acerca de algo que debo hacer o algo que debería dejar de hacer, a alguna motivación, alguna actitud, algún valor, alguna prioridad.
Cada vez que dejo de responder a esas demandas del Señor mi corazón se endurece y si eso se hace manera continuada llega un momento que se puede producir una auténtica esclerosis espiritual y que el pobre corazón, de tanto decirle que no a Dios, se haya vuelto totalmente insensible e incapaz de oír y responder a su voz.
Por eso la Escritura advierte, si oís hoy la voz de Dios no endurezcáis vuestro corazón.

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