GÉNESIS PARTE IV/EL CICLO DE JACOB/CAPÍTULO 35

Deshaceos de todos los dioses extraños que tengáis, purificaos y cambiad de ropa. Luego subiremos a Betel donde erigiré un altar al Dios que me escuchó en el peligro y me acompañó en mi viaje.

Estas son las instrucciones que Jacob dio a su familia después de haber recibido de parte de Dios el encargo de levantar un altar al Señor.

Algo que Dios siempre ha esperado y pedido de la gente ha sido exclusividad, no desea compartir su relación con nosotros con otros dioses. La religión judeocristiana siempre ha sido monoteísta en contextos politeístas. 

En términos prácticos eso significa que Dios quiere ser el Señor de todas y cada una de las áreas de nuestra vida y que no desea que haya aspectos de la misma que estén bajo el control o la influencia de otros dioses.

Para nosotros el monoteísmo es como una declaración teológica, una afirmación de que existe un único Dios. Sin embargo, en la práctica somos politeístas cuando permitimos que áreas de nuestra vida, supongamos el dinero, el sexo, el trabajo, la familia, el tiempo libre, los valores, las prioridades y un largo etcétera que sería interminable, no estén bajo la soberanía del Señor sino la nuestra propia. 

Es cierto que hay un politeísmo teórico, teológico, sin embargo es peor, más pernicioso, más sutil y más destructivo para los seguidores de Jesús el politeísmo práctico del cual antes hablaba, y lo es porque caemos en el engaño de creer que un monoteísmo teológico nos libra del peligro de un politeísmo práctico y, lamentablemente, no es así.

Por eso, el consejo de Jacob sigue siendo válido para nosotros hoy en día, deshaceos de todos los dioses extraños que tengáis. 

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