Estos días mis trayectos en metro me tienen sumergido en la lectura de un libro que podríamos clasificar como «periodismo de investigación», se trata de «El Palestino» del periodista Antonio Salas (nombre ficticio para proteger su identidad). Ya leí su primer trabajo titulado «Diario de un Skin» y me gustó mucho.
En esta novela el periodista se infiltra en las redes del terrorismo Yihadista. Su infiltración es total, para ello no escatima medios, viajes, sacrificios personales ni peligros. Se oscurece la piel, se circuncida, se «convierte» al Islam, y viaja por el norte de África, Palestina e Israel, y Venezuela, con tal de granjearse la amistad de terroristas y simpatizantes.
Su trabajo de infiltración es impecable, hasta el punto de que el autor da clases de sobre técnicas de Infiltración a unidades especiales de la Policía Nacional. Una metodología que repite tanto en grupos neonazis como con radicales islámicos es un intenso trabajo en la red. Para ello se crea una identidad digital, frecuenta foros, escribe artículos, crea blogs, y dedica tal cantidad de horas que apenas tiene tiempo para dormir. Los años que dedica a su trabajo de infiltración consigue gracias a su talento y a una desmesurada cantidad de trabajo catapultar sus páginas a las más visitadas por estos grupos. Quizá el mayor éxito es gestionar la página web del conocido terrorista Carlos Illich, alias «El Chacal».
Y ahora yo me hago una reflexión. El Señor Jesús dijo que los hijos de este siglo son más sagaces en su trato con sus semejantes que nosotros, los hijos de la luz. Eso quiere decir que debería ser más espabilado. Paul Washer ha dicho que tenemos una herramienta increíble, que es Internet, pero que no sabemos cuanto tiempo podremos usarla. Creo que es el momento de trabajar duramente en la red, y aprovechar la libertad que tenemos para, con inteligencia y en el poder del Espíritu Santo quemar nuestros años en el altar de la consagración. Como activistas cristianos, como misioneros en la red.
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