HECHOS 10. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JERUSALÉN 8

HECHOS 4:16-22

16 «¿Qué debemos hacer con estos hombres? —se preguntaban unos a otros—. No podemos negar que han hecho una señal milagrosa, y todos en Jerusalén ya lo saben. 17 Asi que para evitar que sigan divulgando su propaganda aún más, tenemos que advertirles que no vuelvan a hablar con nadie en el nombre de Jesús». 18 Entonces llamaron nuevamente a los apóstoles y les ordenaron que nunca más hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús.

19 Pero Pedro y Juan respondieron:

«¿Acaso piensan que Dios quiere que los obedezcamos a ustedes en lugar de a él? 20 Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oído».

21 Entonces el Concilio los amenazó aún más, pero finalmente los dejaron ir porque no sabían cómo castigarlos sin desatar un disturbio. Pues todos alababan a Dios 22 por esa señal milagrosa, la sanidad de un hombre que había estado lisiado por más de cuarenta años.

El pasaje narra la segunda parte de la comparecencia de los apóstoles ante el consejo de gobierno judío. Los dirigentes no pueden negar la evidencia del milagro y, consecuentemente, les instan a dejar de hablar de Jesús, cosa que Pedro y Juan se niegan en redondo en llevar a cabo.
Ellos plantean a los gobernantes un dilema fundamental, cuando hay un conflicto entre la autoridad de Dios y la humana, la primera tiene preferencia. Es un principio básico del derecho, la norma de mayor rango tiene preferencia sobre la de menor cuando exista una contradicción, real o aparente.
Si bien lo dicho anteriormente parece, a los ojos de cualquier seguidor de Jesús, algo normal y evidente no lo es tanto cuando lo ampliamos y pensamos sobre ello en otros aspectos de la vida porque, si algo define la vida de un seguidor de Jesús es el constante dilema acerca de qué camino seguir, a quién obedecer, qué jurisdicción aceptar.
Y esto es así porque de forma constante hemos de optar entre vivir según las normas de Jesús o bien seguir el contexto social, las presiones del entorno y, la fuerza, en ocasiones, más irresistible de todas, nuestro propio deseo e interés. De las decisiones que tomamos depende, en muchísimas ocasiones, la credibilidad del evangelio a los ojos de los que nos rodean.
Un principio

De forma constante vivimos con la necesidad de elegir.

Una pregunta

¿Qué decisiones tienes entre manos?


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