HECHOS 19. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JERUSALÉN 17

54 Los líderes judíos se enfurecieron por la acusación de Esteban y con rabia le mostraban los puños;[m] 55 pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, y vio la gloria de Dios y vio a Jesús de pie en el lugar de honor, a la derecha de Dios. 56 Y les dijo: «¡Miren, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie en el lugar de honor, a la derecha de Dios!».

57 Entonces ellos se taparon los oídos con las manos y empezaron a gritar. Se lanzaron sobre él, 58 lo arrastraron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Sus acusadores se quitaron las túnicas y las pusieron a los pies de un joven que se llamaba Saulo.[n]

59 Mientras lo apedreaban, Esteban oró: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». 60 Cayó de rodillas gritando: «¡Señor, no los culpes por este pecado!». Dicho eso, murió.
Estos versículos narran el final de la vida de Esteban que fue lapidado y considerado un blasfemo. El pasaje es duro, cruel, escueto. Para mí lo que me resulta desafiante para mi propia vida es el carácter perdonador de Esteban y como su actitud refleja la de Cristo perdonando a aquellos que le estaban causando la muerte.

Simpleza no significa carencia de profundidad. Esteban me desafía a tener un carácter perdonador hacia todos y, especialmente, hacia aquellos que me causan mal. Es interesante que los desafíos más simples acostumbran a ser los más complejos y duros de llevar a cabo. Sin embargo, el mensaje es claro, ser un perdonador.

Un principio.

Reflejar el carácter de Cristo es ser un perdonador.

Una pregunta

¿Algo que perdonar, alguien a quien perdonar?

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