HECHOS 21. LA EXPANSIÓN DEL EVANGELIO POR JUDEA Y SAMARIA 3

HECHOS 8: 26-40
26 En cuanto a Felipe, un ángel del Señor le dijo: «Ve al sur[b] por el camino del desierto que va de Jerusalén a Gaza». 27 Entonces él emprendió su viaje y se encontró con el tesorero de Etiopía, un eunuco de mucha autoridad bajo el mando de Candace, la reina de Etiopía. El eunuco había ido a Jerusalén a adorar 28 y ahora venía de regreso. Sentado en su carruaje, leía en voz alta el libro del profeta Isaías.
29 El Espíritu Santo le dijo a Felipe: «Acércate y camina junto al carruaje».

30 Felipe se acercó corriendo y oyó que el hombre leía al profeta Isaías. Felipe le preguntó:

—¿Entiendes lo que estás leyendo?

31 El hombre contestó:

—¿Y cómo puedo entenderlo, a menos que alguien me explique?

Y le rogó a Felipe que subiera al carruaje y se sentara junto a él.

32 El pasaje de la Escritura que leía era el siguiente:

«Como oveja fue llevado al matadero.
Y, como cordero en silencio ante sus trasquiladores,
no abrió su boca.
33 Fue humillado y no le hicieron justicia.
¿Quién puede hablar de sus descendientes?
Pues su vida fue quitada de la tierra»[c].

34 El eunuco le preguntó a Felipe: «Dime, ¿hablaba el profeta acerca de sí mismo o de alguien más?». 35 Entonces, comenzando con esa misma porción de la Escritura, Felipe le habló de la Buena Noticia acerca de Jesús.

36 Mientras iban juntos, llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco dijo: «¡Mira, allí hay agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado?»[d]. 38 Ordenó que detuvieran el carruaje, descendieron al agua, y Felipe lo bautizó.

39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco nunca más volvió a verlo, pero siguió su camino con mucha alegría. 40 Entre tanto, Felipe se encontró más al norte, en la ciudad de Azoto. Predicó la Buena Noticia allí y en cada pueblo a lo largo del camino, hasta que llegó a Cesarea.
Dios le pide a Felipe que abandone el exitoso trabajo que estaba llevando a cabo en Samaria para dirigirse al desierto a encontrarse con un ministro de la reina de Etiopía. Según la tradición este sería el origen de la expansión del evangelio por esta zona africana. El pasaje narra el encuentro entre ambas personas y cómo el etíope llega, gracias a la intervención de Felipe, a comprender y responder al mensaje y convertirse en un seguidor de Jesús.

Hay, realmente, varios temas interesantes en este pasaje, el valor de un único hombre que justifica abandonar un esfuerzo evangelístico de éxito, el Espíritu de Dios articulando las cosas, la importancia de ayudar a las personas a entender el mensaje y un largo etcétera. Sin embargo, hay dos cosas diferentes que han llamado. Mi atención y en las que quiero centrarme.

La primera, es la capacidad de Felipe para oír la voz de Dios. Estamos demasiado acostumbrados a pensar que a los personajes bíblicos todo les pasaba de forma automática, mecánica, sin ningún tipo de esfuerzo, que nunca tuvieron que aprender a escuchar y discernir quién hablaba y qué hablaba. Yo creo que no funcionaba de esta manera, que aquellos hombres y mujeres estaban atentos, eran intencionales y activos en discernir la voz del Señor en medio de su vida cotidiana y, por eso, por su intencionalidad lo lograban.

La segunda, es la obediencia. Oyó la voz y en obediencia fue. Creo que hay una clara relación entre ambas cosas, el que está dispuesto a obedecer tiene la capacidad de identificar, escuchar y responder a la voz del Señor. De hecho, me pregunto si Dios tal vez acaba hablando únicamente a aquellos dispuestos a la obediencia.

Un principio

Aquellos dispuestos a obedecer tienen una gran capacidad para discernir y entender la voz de Dios.

Una pregunta

¿Qué disposición hay en tu corazón, cuándo fue la última vez que percibiste su voz, cómo respondiste?


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