HECHOS 31. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JUDEA Y SAMARIA 12

HECHOS 11:27-30




27 Durante aquellos días, unos profetas viajaron de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie en una de las reuniones y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo romano. (Esto se cumplió durante el reinado de Claudio). 29 Así que los creyentes de Antioquía decidieron enviar una ayuda a los hermanos de Judea, y cada uno dio lo que podía. 30 Así lo hicieron, y confiaron sus ofrendas a Bernabé y a Saulo para que las llevaran a los ancianos de la iglesia de Jerusalén.




Al leer estos versículos lo primero que ha venido a mi mente es el nombre de Ágabo del cual se dice que era un profeta. Por asociación he pensado en los profetas, hombres y mujeres que comunicaban mensajes de parte de Dios. Nuevamente, por asociación con el pasaje y una conversación con mi hija, he pensado en cómo nos habla Dios.


Los profetas hablaban a la gente de parte del Señor y algo que he oído una y otra vez es la incapacidad de muchas personas, seguidoras de Jesús o no, de escuchar la voz de Dios y entender lo que dice.


Escuchar es un arte difícil que debe aprenderse. Ya resulta complicado escuchar a otros humanos como nosotros. Son muchas las veces que nos han dicho o, nosotros mismos hemos dicho, que no escuchamos o que no nos escuchan. Porque para que haya una auténtica comunicación no basta con que alguien hable, es preciso también que alguien escuche y esto, en nuestro mundo es complicado, es algo que parece tan simple que ninguno de nosotros consideramos que debamos aprenderlo.


Dios continúa hablando, de hecho, nunca ha dejado de hacerlo. Sin embargo para poder escucharlo es preciso, al menos, dos cosas. La primera es tiempo para escuchar. No es una tontería pues la mayoría de nosotros estamos mucho más interesados en lo que podemos decir a otros que en aquello que otros nos quieran decir. Si no nos paramos, desconectamos otros ruidos a nuestro alrededor y prestamos atención, resultará imposible escuchar al Dios que habla. La segunda, es aprendizaje. Necesitamos distinguir la voz de Dios por los diferentes medios que usa para hablarnos, su Palabra, otros seguidores de Jesús, impresiones que pone en nuestras mentes y las circunstancias.




Un principio


Dios siempre habla, la cuestión es quién escucha.


Una pregunta


¿Cuan desarrollada está tu capacidad de escuchar a Dios y a otros?

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