HECHOS 35. EL MINISTERIO DE PABLO. EL PRIMER VIAJE MISIONERO 2




HECHOS 13:13-41


13 Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge. Allí Juan Marcos los dejó y regresó a Jerusalén; 14 pero Pablo y Bernabé siguieron su viaje por tierra adentro hasta Antioquía de Pisidia.[c]

El día de descanso fueron a las reuniones de la sinagoga. 15 Después de las lecturas acostumbradas de los libros de Moisés[d] y de los profetas, los que estaban a cargo del servicio les mandaron el siguiente mensaje: «Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, ¡pasen a decirla!».

16 Entonces Pablo se puso de pie, levantó la mano para hacer que se callaran y comenzó a hablar: «Hombres de Israel —dijo— y ustedes, gentiles[e] temerosos de Dios, escúchenme.

17 »El Dios de esta nación de Israel eligió a nuestros antepasados e hizo que se multiplicaran y se hicieran fuertes durante el tiempo que pasaron en Egipto. Luego, con brazo poderoso los sacó de la esclavitud. 18 Tuvo que soportarlos[f] durante los cuarenta años que anduvieron vagando por el desierto. 19 Luego destruyó a siete naciones en Canaán y le dio su tierra a Israel como herencia. 20Todo esto llevó cerca de cuatrocientos cincuenta años.

»Después de eso, Dios les dio jueces para que gobernaran hasta los días del profeta Samuel. 21Luego el pueblo suplicó por un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, un hombre de la tribu de Benjamín que reinó durante cuarenta años. 22 Pero Dios quitó a Saúl y lo reemplazó con David, un hombre de quien Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”[g].

23 »Y es precisamente uno de los descendientes del rey David, Jesús, ¡el Salvador de Israel prometido por Dios! 24 Antes de que él viniera, Juan el Bautista predicaba que todo el pueblo de Israel tenía que arrepentirse de sus pecados, convertirse a Dios y bautizarse. 25 Cuando estaba en los últimos días de su ministerio, Juan preguntó: “¿Creen ustedes que yo soy el Mesías? No, ¡no lo soy! Pero él pronto viene, y yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo ni de desatarle las sandalias de sus pies”.

26 »Hermanos —ustedes, hijos de Abraham, y también ustedes, gentiles temerosos de Dios—, ¡este mensaje de salvación ha sido enviado a nosotros! 27 La gente de Jerusalén y sus líderes no reconocieron a Jesús como la persona de quien hablaron los profetas. En cambio, lo condenaron y, al hacerlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los días de descanso. 28 No encontraron ninguna razón legal para ejecutarlo, pero de cualquier forma le pidieron a Pilato que lo matara.

29 »Una vez que llevaron a cabo todo lo que las profecías decían acerca de él, lo bajaron de la cruz[h] y lo pusieron en una tumba. 30 ¡Pero Dios lo levantó de los muertos! 31 Y, durante varios días, se apareció a los que habían ido con él de Galilea a Jerusalén. Actualmente ellos son sus testigos al pueblo de Israel.

32 »Y ahora nosotros estamos aquí para traerles la Buena Noticia. La promesa fue dirigida a nuestros antepasados. 33 Y ahora Dios nos la cumplió a nosotros, los descendientes, al resucitar a Jesús. Esto es lo que el segundo salmo dice sobre Jesús:

“Tú eres mi Hijo.

El día de hoy he llegado a ser tu Padre”[i].

34 »Pues Dios había prometido levantarlo de los muertos, no dejarlo que se pudriera en la tumba. Dijo: “Yo te daré las bendiciones sagradas que le prometí a David”[j]. 35 Otro salmo lo explica con más detalle: “No permitirás que tu Santo se pudra en la tumba”[k]. 36 Este salmo no hace referencia a David, pues, después de haber hecho la voluntad de Dios en su propia generación, David murió, fue enterrado con sus antepasados y su cuerpo se descompuso. 37 No, el salmo se refería a otra persona, a alguien a quien Dios resucitó y cuyo cuerpo no se descompuso.

38 »Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados. 39 Todo el que cree en él es declarado justo ante Dios, algo que la ley de Moisés nunca pudo hacer. 40 ¡Tengan cuidado! No dejen que las palabras de los profetas se apliquen a ustedes. Pues ellos dijeron:

41 “Miren, ustedes burlones,

¡asómbrense y mueran!

Pues estoy haciendo algo en sus días,

algo que no creerían

aun si alguien les dijera”[l]».

42 Cuando Pablo y Bernabé salieron de la sinagoga ese día, la gente les suplicó que volvieran a hablar sobre esas cosas la semana siguiente. 43 Muchos judíos y devotos convertidos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, y ambos hombres los exhortaban a que continuaran confiando en la gracia de Dios

Pablo y Bernabé se dirigen desde Chipre al continente y desembarcan en Antioquía de Pisidia, que no debe ser confundida con la Antioquía desde la que partieron y que estaba situada en Siria.

Van a la sinagoga siguiendo el patrón de comenzar la predicación de la buena noticia con los judíos. Tiene todo el sentido del mundo pues se trata de una audiencia ya preparada, sensible y con la que existe un terreno común que hace posible el diálogo y compartir.

Probablemente el sermón que Pablo predicó debía ser, con variantes, el mismo que predicaba en todas las sinagogas y podemos identificar varias partes comunes: la elección de Israel entre los otros pueblos, la salida con poder de Egipto, los años del desierto, la conquista de la tierra, el periodo de los jueces, la monarquía y la elección del linaje de David para que de él naciera el Salvador. Pablo continuará explicando cómo Jesús es la culminación de las promesas hechas por los profetas y cómo por medio de su muerte y resurrección hay perdón de los pecados, algo que la Ley de Moisés nunca pudo aportar.

Al leer estas líneas pensaba en el mensaje central de las buenas noticias de Jesús, hay solución para el problema del pecado, es decir, no tenemos porque seguir viviendo al margen de Dios, separados de Él, huyendo de su presencia y experimentado en nuestra experiencia humana las cuatro grandes rupturas que el pecado ha producido, con Dios, con nosotros mismos, con otros y con toda la creación.

También pensaba en el reto de llevar a otros esta buena noticia y anunciarles que hay un camino alternativo, no el de convertirse en evangélicos, sino en seguidores de Jesús.

Un principio

Dios quiere reconciliarse con nosotros

Una pregunta

¿Hasta que punto estoy experimentado la reconciliación con Dios, conmigo mismo, con otros y con la creación?


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.