HECHOS 39. EL MINISTERIO DE PABLO. EL PRIMER VIAJE MISIONERO 6


HECHOS 14:21-28


21 Después de predicar la Buena Noticia en Derbe y de hacer muchos discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, 22 donde fortalecieron a los creyentes. Los animaron a continuar en la fe, y les recordaron que debemos sufrir muchas privaciones para entrar en el reino de Dios. 23 Pablo y Bernabé también nombraron ancianos en cada iglesia. Con oración y ayuno, encomendaron a los ancianos al cuidado del Señor, en quien habían puesto su confianza. 24 Luego atravesaron nuevamente Pisidia y llegaron a Panfilia. 25 Predicaron la palabra en Perge y después descendieron hasta Atalia.

26 Por último, regresaron en barco a Antioquía de Siria, donde habían iniciado su viaje. Los creyentes de allí los habían encomendado a la gracia de Dios para que hicieran el trabajo que ahora habían terminado. 27 Una vez que llegaron a Antioquía, reunieron a la iglesia y le informaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo él también había abierto la puerta de la fe a los gentiles. 28 Y se quedaron allí con los creyentes por mucho tiempo.

Este pasaje describe el final del primer viaje intencional y organizado para dar a conocer la buena noticia de Jesús, es decir, que existe la posibilidad de restauración para una creación y una humanidad rota.

En los versículos se nos explica cómo volvieron a visitar las comunidades recientemente formadas, cómo nombraron responsables y animaron a los nuevos seguidores de Jesús y cómo regresaron a la comunidad base desde la que habían sido enviados.

Mi atención se ha centrado en una sencilla frase, los encomendaron al Señor, en quien habían depositado su fe. Pablo y Bernabé establecieron comunidades de seguidores de Jesús, nombraron líderes que a penas tenían formación ni madurez y marcharon. Sin embargo, confiaron en la capacidad y el poder de Dios para obrar de forma sobrenatural en la vida de las personas y cuidarlas. Creyeron, y actuaron en consecuencia, en el interés del Señor por las personas y su capacidad de trabajar en ellas.

Esta ha sido una buena lección para mí. Veo a mi alrededor multitud de personas necesitadas de Dios, algunas de conocerle, otras de seguir creciendo en su relación con Él. Veo, al mismo tiempo, todos los retos y dificultades que hace que esa labor sea prácticamente imposible. Veo también mis limitaciones en todos los niveles y, ante todo eso, sólo puedo confiar en el interés que el Señor tiene en sus vidas. Sólo puedo esperar que haga más allá de mis increíbles incapacidades. Creo eso, porque si depende de mí, si depende de la capacidad o elocuencia de los seres humanos, entonces la obra del Señor está muerta y no tendrá ningún futuro.

Un principio

Encomendar la vida de las personas al Señor

Una pregunta

¿Qué personas hay a mi alrededor que debo encomendar al Señor?


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